Conceptos Fundamentales de Filosofía: Descartes, Hume, Platón y la Noción de Dios
El Ser Humano según Descartes
Como resultado de su investigación epistemológica, Descartes sostiene que todo lo que existe son sustancias, definidas por ser radicalmente independientes. El ser humano supone un problema para Descartes al ser el único caso en el que se unen dos sustancias (alma y cuerpo), lo cual contradice su propia definición. Dado que todo lo que existe es res cogitans (alma, sustancia pensante) o res extensa (cuerpo, sustancia extensa), el hombre es para Descartes la unión de ambas. Por lo tanto, Descartes defiende un dualismo antropológico radical entre alma y cuerpo.
El alma (res cogitans) es una, inmortal e invisible. Su esencia es el pensamiento, y sus facultades más importantes son el entendimiento y la voluntad. El mal uso de la voluntad (la libertad) es de donde procede el error, por lo que hay que disciplinarla para que solo dé su asentimiento a las verdades claras y distintas.
Por otro lado, el cuerpo (res extensa) es material y se mueve mecánicamente. Descartes lo concibe como una máquina cuyo funcionamiento es resultado del calor y del movimiento. Ni siquiera tiene sensaciones, ya que estas pertenecen al alma como modos de pensamiento. Es una máquina cuyo motor es el corazón. Por lo tanto, el ser humano es el único ser espiritual porque tiene alma. Lo peculiar es que estar vivo no implica necesariamente la existencia del alma; estar vivo es ser una máquina con calor y movimiento. Lo que sucede en el hombre es que a esa máquina se le une un alma. Entonces, la relación entre alma y cuerpo es completamente accidental, pues ambas sustancias son completamente diferentes.
Finalmente, Descartes recurre a la glándula pineal, de forma insatisfactoria, para explicar cómo alma y cuerpo se interrelacionan. Esta explicación no soluciona el problema y tiene como consecuencia la dificultad para fundamentar una política o una ética de forma clara y distinta.
La Ética según Hume
Hume aborda el problema de la ética desde el empirismo, por lo que aplica a esta las conclusiones de su teoría del conocimiento. Toda la tradición racionalista ha sostenido que las valoraciones morales provienen de la razón. Pero, si esto fuera así, deberían obtenerse de uno de los dos tipos de conocimiento existentes: relaciones de ideas o cuestiones de hecho.
Evidentemente, la ética no es un conocimiento de relaciones de ideas, puesto que los términos ‘bueno’ o ‘justo’ los aplicamos siempre en relación con hechos de la experiencia. A su vez, tampoco puede ser un conocimiento de cuestiones de hecho, ya que los valores morales (lo bueno o lo malo) no se encuentran empíricamente en los hechos mismos. Además, se pretende derivar de lo que es (descripción de hechos) lo que debe ser (valoración moral). Este salto es injustificado e ilegítimo. No hay justificación lógica para transitar de un juicio de hecho a un juicio de valor, lo que se conoce como la Falacia Naturalista.
Por tanto, la ética no tiene su fuente en la razón, sino que se basa en un sentimiento de agrado o desagrado ante aquello que se considera útil para la naturaleza humana. A esta postura se la denomina emotivismo moral. Las valoraciones morales dependen del sentimiento, y nuestros sentimientos morales se basan fundamentalmente en la utilidad. Este sentimiento, que puede ser desinteresado, se fundamenta en un cierto acuerdo intersubjetivo sobre lo que resulta útil para la naturaleza humana en general.
La Noción de Dios
La existencia de Dios es considerada un Dogma de Fe en ciertas tradiciones, es decir, se asume a priori (antes e independientemente de la experiencia), por lo que, desde esta perspectiva, no requeriría demostración racional estricta. Sin embargo, a lo largo de la historia se han propuesto argumentos o ‘pruebas’ no sistemáticas que, si bien no demuestran lógicamente su existencia para todos, apuntan hacia ella. Estas incluyen:
- El consenso universal: La creencia generalizada en los pueblos sobre la existencia de un ser superior y creador sugeriría su existencia real.
- El orden del mundo: La complejidad y aparente perfección del universo se interpreta como una huella de diseño inteligente, apuntando a una causa divina.
- El fundamento del conocimiento: Las verdades eternas y necesarias (como las matemáticas o lógicas) parecen requerir un fundamento igualmente eterno, que se identifica con Dios.
En cuanto a su esencia, en la tradición judeocristiana, Dios se revela en la Biblia diciendo: “Yo soy el que soy”. Esta definición se ha relacionado filosóficamente con el concepto griego del Ser, entendido como aquello eterno, necesario e inmutable. Por ello, filosóficamente, a menudo se identifica a Dios con este Ser supremo. Dios es concebido como el principio, el origen y la razón última de todo; un ser perfecto cuyo atributo esencial, desde la perspectiva cristiana, es el amor. Dios es amor y, como ser libre, decide crear el universo y a la humanidad como un acto de amor.
Conocimiento y Realidad según Platón
Platón se pregunta qué es realmente cada cosa (la justicia, la igualdad, la virtud…) y sostiene que no basta con dar ejemplos: hay que descubrir la esencia universal común a todos los casos particulares. A esto lo llama Idea o Forma (eidos), como la ‘Idea de Justicia’ o la ‘Idea de Igualdad’.
Afirma que el conocimiento verdadero (episteme) no proviene de los sentidos, que solo nos proporcionan opiniones cambiantes (doxa), sino de la razón (logos), que nos permite captar las Ideas inmutables y eternas. Por ejemplo, cuando un matemático dibuja un cuadrado, no piensa en ese dibujo sensible y particular, sino en el cuadrado en sí, la Idea perfecta e inteligible de cuadrado.
Platón establece un dualismo ontológico, distinguiendo entre el mundo sensible (el mundo físico que percibimos con los sentidos, cambiante e imperfecto) y el mundo inteligible (el mundo de las Ideas, eterno, inmutable y perfecto, accesible solo a la razón). Las cosas del mundo sensible imitan o participan de las Ideas correspondientes, siendo copias imperfectas de estas.
Propone también la Teoría de la Reminiscencia (anámnesis): conocer no es adquirir nueva información, sino recordar las Ideas que el alma (que es inmortal) contempló en el mundo inteligible antes de unirse al cuerpo. Así, aprender es, en esencia, despertar ese saber latente en el interior del alma.
En el Símil de la Línea, Platón describe distintos grados de conocimiento y realidad, que se pueden agrupar en dos niveles principales con subdivisiones:
- Opinión (Doxa): Referida al mundo sensible.
- Imaginación (Eikasía): Conocimiento de imágenes y sombras.
- Creencia (Pistis): Conocimiento de los objetos sensibles mismos.
- Ciencia (Episteme): Referida al mundo inteligible.
- Razón discursiva (Diánoia): Conocimiento de objetos matemáticos, que usa representaciones sensibles.
- Intelecto puro (Nóesis): Conocimiento directo de las Ideas, especialmente la Idea del Bien, mediante la dialéctica.
Todas las Ideas están jerárquicamente conectadas y forman un sistema inteligible. En la cúspide de esta jerarquía se encuentra la Idea del Bien, que es la causa del ser y de la inteligibilidad de todas las demás Ideas y del mundo sensible.
Platón utiliza mitos para ilustrar sus complejas teorías filosóficas, como el famoso Mito de la Caverna. En él, compara el mundo sensible con las sombras proyectadas en el fondo de una caverna y el mundo inteligible con la realidad exterior iluminada por el Sol (que simboliza la Idea del Bien). El proceso de salir de la caverna representa la ascensión dialéctica del alma desde la ignorancia (doxa) hasta el conocimiento verdadero (episteme), guiada por la razón.
La Política según Platón
Platón fue un pensador profundamente preocupado por la política, cuya principal meta era determinar cómo construir una sociedad justa. En su obra cumbre, La República, diseña un Estado ideal (Polis ideal) en el que la justicia se alcanza cuando cada individuo y cada clase social cumple la función que le corresponde por naturaleza y virtud. Observa que las sociedades reales suelen estar divididas y en conflicto (especialmente entre ricos y pobres) debido al deseo desordenado de poder y posesiones.
Critica la democracia ateniense de su tiempo porque considera que, al dar el poder a la mayoría no preparada, favorece a los demagogos y sofistas que manipulan al pueblo apelando a sus deseos inmediatos en lugar de a la razón y al bien común. Frente a los regímenes injustos (timocracia, oligarquía, democracia, tiranía), Platón propone una aristocracia del saber: deben gobernar los más sabios, los filósofos-gobernantes, porque son los únicos que han contemplado la Idea del Bien y, por tanto, conocen la verdadera justicia y pueden gobernar buscando el bien común del Estado en su conjunto.
El Estado ideal platónico se estructura de forma análoga al alma humana (que tiene partes racional, irascible y concupiscible). Propone tres clases sociales estrictas, cada una con una función y virtud predominante:
- Productores (campesinos, artesanos, comerciantes): Su función es satisfacer las necesidades materiales de la polis. Su virtud es la templanza. Corresponde a la parte concupiscible del alma.
- Guardianes auxiliares (guerreros): Su función es defender la ciudad. Su virtud es la valentía o fortaleza. Corresponde a la parte irascible del alma.
- Guardianes perfectos o Gobernantes (filósofos): Su función es gobernar la ciudad con sabiduría. Su virtud es la prudencia o sabiduría. Corresponde a la parte racional del alma.
La justicia en el Estado se logra cuando cada clase social cumple bien su propia función, sin interferir en las funciones de las demás, manteniendo una armonía social bajo la guía de la razón (los gobernantes).
Para asegurar que los gobernantes sean verdaderamente sabios y justos, Platón diseña un riguroso y largo sistema de educación (paideia), común para hombres y mujeres en las clases superiores. Es un proceso selectivo que culmina en el estudio de la filosofía (dialéctica) para los más capacitados. Propone, además, que los guardianes y gobernantes vivan en un régimen de comunidad de bienes y familias, sin propiedad privada ni lazos familiares exclusivos, para evitar la corrupción y asegurar que se dediquen por completo al bien común.
Critica duramente a los sofistas por enseñar retórica y persuasión con fines de éxito personal, sin compromiso con la verdad objetiva. También es crítico con ciertos tipos de poesía y arte (especialmente la poesía imitativa de Homero), pues considera que pueden fomentar emociones inadecuadas y presentar modelos de conducta incorrectos, alejando al ciudadano de la razón y la verdad, por lo que propone censurarlos o expulsarlos del Estado ideal.