De Agustín de Hipona a Hume: Evolución del Pensamiento Filosófico
Agustín de Hipona: Fe, Razón y la Búsqueda de la Verdad Divina
San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) es una figura fundamental de la patrística, la etapa en la que el cristianismo se consolidó filosóficamente a través de la asimilación del pensamiento griego, en especial del platonismo.
Su pensamiento está marcado por la síntesis entre fe y razón, estableciendo que la razón es una herramienta útil, pero limitada, y que solo la fe permite acceder a la verdad divina (crede ut intelligas, intellige ut credas). Agustín se aleja del racionalismo puro de los filósofos griegos y establece un modelo de conocimiento basado en la iluminación divina, donde Dios es la fuente de toda verdad.
El Problema del Mal y la Providencia Divina
Otro de sus aportes clave es su reflexión sobre el problema del mal. Influido por Platón y Plotino, argumenta que el mal no tiene entidad propia, sino que es una privación del bien. Esta concepción, opuesta al dualismo maniqueo que él mismo profesó antes de su conversión, refuerza su visión providencialista de la historia, según la cual el mundo está gobernado por Dios y todo mal aparente forma parte de un plan divino.
Relación con Otros Pensadores
Su pensamiento se puede relacionar con el de Tomás de Aquino, quien en la escolástica intentará armonizar la fe cristiana con la razón aristotélica, otorgando a la razón un papel más activo en el conocimiento de Dios. En contraposición, Guillermo de Ockham radicalizará la separación entre fe y razón, defendiendo el nominalismo y rechazando los intentos de demostrar racionalmente las verdades de la fe.
La visión teocéntrica de Agustín contrasta con la de Hipatia de Alejandría, representante del pensamiento neoplatónico y científico, quien defendía el uso exclusivo de la razón y la observación empírica. Su muerte simboliza el conflicto entre la filosofía pagana y el cristianismo en ascenso.
Las ideas de San Agustín marcaron profundamente la Edad Media, influyendo en la concepción cristiana del ser humano, la historia y la moral. Su doctrina del pecado original y su idea de que el alma debe dominar el cuerpo anticipan el dualismo medieval y la centralidad de Dios en el pensamiento filosófico hasta el auge del racionalismo moderno.
Guillermo de Ockham: Nominalismo y la Separación entre Fe y Razón
Guillermo de Ockham (1285-1347) fue una de las figuras más influyentes del pensamiento medieval tardío y un precursor del nominalismo. Su filosofía marcó una ruptura con la escolástica tradicional, en especial con el tomismo, al defender una separación radical entre fe y razón.
Ockham criticó la idea de que la razón pudiera demostrar racionalmente las verdades de la fe, como intentaba Tomás de Aquino con la síntesis aristotélico-cristiana. Para Ockham, los conocimientos teológicos dependen exclusivamente de la revelación divina, mientras que la razón solo puede operar dentro del mundo empírico, sin acceder a lo trascendental.
La Navaja de Ockham y el Rechazo de los Universales
Uno de sus aportes más relevantes es la navaja de Ockham, principio según el cual, entre dos explicaciones, la más sencilla es preferible. Esto llevó a Ockham a rechazar los universales, sosteniendo que solo existen los individuos concretos y que los conceptos universales son meras construcciones lingüísticas. Su nominalismo representó un desafío al realismo medieval, que afirmaba la existencia objetiva de los universales, como defendían Agustín y Tomás de Aquino.
Contexto Histórico y Legado
El pensamiento de Ockham se sitúa en un período de crisis de la escolástica, en el siglo XIV, cuando se debilita la confianza en la conciliación entre fe y razón. Su postura influyó en el desarrollo posterior del empirismo y la ciencia moderna, al enfatizar la experiencia sensible como única fuente de conocimiento. Se puede relacionar con David Hume, quien siglos después defenderá que todo conocimiento proviene de la experiencia y que no hay ideas innatas, rechazando así las construcciones metafísicas sin fundamento empírico.
Su énfasis en la separación entre teología y filosofía allanó el camino para el pensamiento moderno y el laicismo, contribuyendo a la progresiva autonomía de la ciencia frente a la religión. En contraste con San Agustín, cuya visión teocéntrica subordinaba la razón a la fe, Ockham defendió que la razón debía limitarse a lo empírico y que la fe era un asunto puramente personal, sin necesidad de demostración racional. Su legado marcaría el fin de la escolástica medieval y el inicio de una nueva manera de entender la filosofía.
Descartes: Racionalismo y el Método Cartesiano
René Descartes (1596-1650) es considerado el padre de la filosofía moderna, ya que supuso una ruptura con el pensamiento medieval y estableció un nuevo método basado en la razón. En un contexto de crisis del conocimiento medieval y de auge de la ciencia, Descartes buscó un fundamento seguro para el conocimiento, rechazando cualquier creencia que pudiera ser dudosa.
Su método cartesiano se basaba en la duda metódica, que lo llevó a su célebre conclusión: Cogito, ergo sum (“Pienso, luego existo”), la única verdad indudable que serviría de base para reconstruir todo el conocimiento.
Racionalismo, Ideas Innatas y Dualismo Cartesiano
Descartes defendió el racionalismo, corriente filosófica que sostiene que la razón es la fuente principal del conocimiento, en contraste con el empirismo, representado por filósofos como David Hume, que afirmaban que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial. Para Descartes, las ideas innatas juegan un papel fundamental en el conocimiento, ya que nos permiten acceder a verdades universales que la experiencia no puede proporcionar.
Otro aspecto clave de su pensamiento es el dualismo cartesiano, que establece una distinción radical entre la res cogitans (el alma o pensamiento) y la res extensa (la materia o el cuerpo). Esta división influirá en debates posteriores sobre la relación entre mente y cuerpo, así como en la concepción de la ciencia moderna, al permitir un estudio mecanicista de la naturaleza.
Contexto y Relación con la Escolástica
Su contexto histórico-filosófico está marcado por la crisis del aristotelismo escolástico y el auge de la Revolución Científica. Descartes se enfrenta al problema de la relación entre fe y razón desde una perspectiva distinta a la de los escolásticos como Tomás de Aquino o Guillermo de Ockham. Mientras que la escolástica medieval buscaba armonizar la fe y la razón, Descartes separa la teología de la filosofía, relegando la fe al ámbito de la creencia personal y dando prioridad al conocimiento racional.
Frente a la teología agustiniana, que subordinaba la razón a la fe, Descartes intentó demostrar la existencia de Dios a partir de la razón pura, con argumentos como la prueba ontológica y la idea de un ser perfecto impresa en nuestra mente. Su visión del conocimiento influyó en el pensamiento ilustrado y en la consolidación de una filosofía más autónoma respecto a la religión, sentando las bases del racionalismo moderno.
David Hume: Empirismo, Crítica a la Causalidad y Escepticismo
David Hume (1711-1776) fue una de las figuras más importantes del empirismo y la filosofía moderna. En un contexto de auge del pensamiento ilustrado y la consolidación del método científico, Hume se opuso al racionalismo cartesiano y defendió que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial.
Según su teoría del conocimiento, nuestras ideas no son innatas, como afirmaba Descartes, sino copias debilitadas de nuestras impresiones sensibles.
Crítica a la Causalidad y al Concepto del “Yo”
Hume formuló una crítica radical a la noción de causalidad, argumentando que no tenemos una evidencia racional de que un evento cause otro, sino que simplemente observamos su constante conjunción en la experiencia. Esto supuso un golpe al conocimiento basado en certezas absolutas, abriendo paso a una visión más escéptica de la realidad. Su empirismo llevó al escepticismo moderado, ya que consideraba que las creencias humanas no están fundamentadas en la razón, sino en el hábito y la costumbre.
Hume cuestionó la existencia del yo como una entidad permanente. A diferencia de Descartes, que postulaba un cogito inmutable, Hume argumentó que lo que llamamos “yo” es solo un conjunto de percepciones cambiantes, sin una esencia fija. Esto tuvo un gran impacto en la filosofía posterior, influyendo en Kant y en el desarrollo del pensamiento moderno.
Fe, Razón y Crítica a la Teología Racionalista
En cuanto a la relación entre fe y razón, Hume fue un crítico de los argumentos tradicionales para demostrar la existencia de Dios. En su Diálogo sobre la religión natural, expuso objeciones al argumento del diseño y al argumento cosmológico, mostrando que estas pruebas no son concluyentes. Su empirismo y escepticismo lo alejaron de la teología racionalista y lo acercaron a una postura agnóstica.
Comparado con Guillermo de Ockham, quien defendía el nominalismo y una separación entre fe y razón, Hume llevó esta separación al extremo, negando la posibilidad de conocer a Dios mediante la razón. Su crítica influyó en el pensamiento ilustrado y preparó el terreno para el positivismo y el empirismo lógico del siglo XIX. Su obra cuestionó las bases del conocimiento tradicional y redefinió el papel de la experiencia en la filosofía.
John Locke: Empirismo y la “Tabula Rasa”
John Locke, en el siglo XVII, desarrolla el empirismo como respuesta al racionalismo cartesiano. Su filosofía parte de la idea de que el conocimiento proviene únicamente de la experiencia, negando la existencia de ideas innatas. Según Locke, la mente al nacer es una “tabula rasa” que se va llenando con impresiones sensoriales.
Distingue entre ideas simples, adquiridas por los sentidos, e ideas complejas, formadas por la combinación de las simples a través de la reflexión. Esta concepción choca con el racionalismo, que sostiene que el conocimiento parte de principios innatos.
Contexto Histórico y Conexión con Hume
En su contexto histórico, Locke vive en una Inglaterra marcada por la Revolución Gloriosa (1688), lo que influye en su pensamiento político y epistemológico. Su teoría del conocimiento tiene implicaciones en su defensa del liberalismo y el contrato social.
Relacionamos su empirismo con David Hume, quien lleva las ideas de Locke al escepticismo radical, cuestionando incluso la causalidad. Hume argumenta que la relación causa-efecto no es un conocimiento necesario, sino un hábito mental basado en la repetición de experiencias. Así, mientras Locke defiende un empirismo moderado, Hume lo radicaliza, negando certezas absolutas y limitando el conocimiento humano a lo puramente fenoménico.