El Empirismo: Hume

¿Qué es el empirismo?

El empirismo es una corriente filosófica nacida en Inglaterra en el siglo XVII –en lucha constante con el racionalismo– y desarrollada a lo largo del siglo XVIII. Su preocupación es epistemológica: el tema del conocimiento, su naturaleza, origen, alcance y límites. El empirismo busca determinar el alcance y los límites de la razón humana, determinando qué tipo de conocimientos están a nuestro alcance y cuáles no. El estudio del conocimiento humano será la base para el planteamiento de cuestiones específicamente humanas: temas relacionados con la ética, la política, la sociedad y la religión.

  • Autores muy diversos (Locke, Berkeley y Hume) tienen tesis comunes:
    • La experiencia es el origen y el límite de todos nuestros conocimientos.
    • Imposibilidad de crear ideas más allá de la experiencia, razón por la cual los empiristas niegan la existencia de ideas innatas.
    • Preferencia por el método experimental frente al método deductivo, preferido por el racionalismo.


Hume

Hume estudió Derecho y Filosofía; era un hombre ilustrado y uno de los máximos representantes del empirismo inglés. Hume inicia su filosofía donde Locke la había terminado. Su tarea consistirá en intentar explicar y fundamentar ese nuevo mundo que se abría ante sus ojos, sirviéndose del método de las ciencias empíricas. Elaborará una Ciencia del Hombre con el fin de destruir la metafísica racionalista y, en último término, la religión, a su juicio, fuente de todo tipo de supersticiones, intolerancias y fanatismos. La nueva “fe” será fundamental de cara a crear una nueva ética y un nuevo modelo sociopolítico.

El punto de partida de esta “ciencia del hombre” será la epistemología o teoría del conocimiento.

Teoría del conocimiento

La percepción (“todo contenido de la mente es percepción”) llama percepción a todo acto o contenido de la mente. Podemos distinguir dos clases de percepciones, según el grado de fuerza y vivacidad:

  • Impresiones: son los datos inmediatos de la experiencia. Oír, ver, oler…
  • Ideas: son “copias”, imágenes o representaciones mentales de impresiones precedentes. Las impresiones son el origen de nuestras ideas.

Todas las percepciones, tanto las impresiones como las ideas, pueden ser simples o complejas:

  • Escuchar sólo un sonido es tener una impresión simple, que tendrá una idea simple como correspondencia.
  • Las impresiones complejas son agrupaciones de impresiones simples: la representación mental de esa visión es una idea compleja.

Las ideas complejas tienen su origen en impresiones simples precedentes. Dichas asociaciones son obra de la imaginación.


Según Hume, las ideas se forman a partir del recuerdo de una impresión anterior o mediante el poder que tiene la mente para relacionar varias ideas mediante la imaginación. Al hacerlo, sigue una serie de pautas o leyes: las leyes de asociación de ideas:

  • Ley de semejanza
  • Ley de contigüidad
  • Ley de causalidad


Un principio clave en su empirismo: la existencia de una impresión previa a partir de la cual se forma la idea, garantiza la posible validez de esta última. Si una idea no tiene correspondencia en ninguna impresión, habrá que desechar esa idea como falsa.

El ámbito de la racionalidad: tipos de razonamientos o juicios

Imagínate que una tarde vas dando un paseo por la calle. Mirando aquí y allá, te das cuenta de que, en el parque que sueles atravesar para llegar al instituto, acaban de plantar un ciprés gigantesco. De este modo, a partir de ahora ya no hay dos árboles rodeando el estanque, sino tres. Seguramente no conozcas las características de esta nueva especie de árbol, pero, transcurrido el verano, verás que él (el ciprés) es un árbol de hoja perenne que mantiene su color oscuro en todas las estaciones. Transcurrido un año, sabremos dos nuevas cosas: que hay tres árboles junto al estanque y que el ciprés no perderá la hoja en otoño. Pues bien: ¿es el mismo tipo de razonamiento el que nos permite saber cuántos árboles hay ahora que aquel que nos indica que el otoño que viene el árbol no perderá la hoja? Parece que no.

Hume diferenciará dos tipos de razonamientos o modos de proceder de la mente: las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho.

Relaciones entre ideas

Es aquel tipo de razonamiento que trabaja con ideas, sin referirse a hechos. ¿En qué se basan entonces esta clase de razonamientos? Hume dirá que en el principio lógico de no-contradicción. Hume afirma que las “relaciones entre ideas” son ciertas.

Cuestiones de hecho

Las cuestiones de hecho se basan en la experiencia y, por lo tanto, son proposiciones que tratan de cosas existentes. Su conocimiento es imposible; las cuestiones de hecho se fundan en el principio de causalidad, esto es, en la relación entre algo que denominamos “causa” y algo que denominamos “efecto”. Hume cree necesario indagar en este tipo de razonamientos para poder llevar a cabo su crítica a la metafísica y a la religión.


Crítica al principio de causalidad

Según Hume, todas las proposiciones o cuestiones de hecho se basan en el principio de causalidad. Analizando la relación causa-efecto, Hume descubre lo siguiente: una causa, un efecto y un “nexo” entre ambos. Tanto de la causa como del efecto tenemos su impresión correspondiente, pero ¿qué pasa con el “nexo” entre ambos? Del nexo no tenemos impresión alguna. Si es así, ¿por qué hablamos de nexo?

¿Qué concluye Hume de todo ello? Que lo que llamamos causalidad no es otra cosa que un hábito o costumbre que nace de la repetición de hechos. Más aún: el nexo no es más que una creencia. En el conocimiento de los fenómenos físicos no hay necesidad ni certeza absoluta, sino mera probabilidad fruto de la creencia probable.


Crítica a la metafísica

La crítica al principio de causalidad le permitirá a Hume llevar a cabo una implacable crítica a todas las ideas de la metafísica y, sobre todo, al concepto de sustancia en su triple vertiente: la extensa, la pensante y la infinita.

Crítica a la idea de sustancia

Toda la filosofía tradicional ha explicado la realidad basándose en la distinción entre sustancia y accidente, entendiendo a la primera como “substrato” o “soporte” de estos. Para Hume, la “idea de sustancia” carece de significado al no responder a ninguna impresión precedente. Para Hume, lo único que sucede es que al conjunto de accidentes se les asigna un nombre que nos permite evocarlos como un solo objeto. No hay, por tanto, una sustancia o sustrato permanente que unifique o regule el flujo de los accidentes o fenómenos.

Hume desmonta la metafísica racionalista.

Crítica a la idea de la existencia de una realidad exterior a nosotros

Según Hume, el límite de nuestro conocimiento son las impresiones; más allá de ellas no es lícito afirmar nada, sino adoptar una actitud sanamente escéptica.


Crítica a la idea de Dios

Las tradicionales pruebas para demostrar la existencia de Dios no demuestran nada.

Crítica a la idea de Yo

Lo que denominamos “yo” no es otra cosa que un conjunto de “percepciones” que cambian constantemente. La identidad personal se forja a través de la memoria: gracias a ella se unifica nuestra existencia, ya que la memoria permite conectar en el tiempo la multiplicidad de impresiones que se suceden.


La ética de Hume: emotivismo y utilitarismo moral

El tema que más interesó a Hume fue la moral. Los juicios morales quedan “fuera” del ámbito de la racionalidad. Se produce aquí, según Hume, un “salto indebido” del “es” al “debe”, al derivar un deber a partir de un mero hecho. De todo esto, concluye nuestro autor que la moral no es obra de la razón, sino que se fundamenta en el sentimiento: el sentimiento de “placer” y “dolor”. Dicho de otro modo: al formular un juicio sobre el valor moral de una acción, no hacemos sino expresar nuestros sentimientos de agrado o desagrado hacia esa acción. Esta manera de comprender la moral recibe el nombre de emotivismo moral.

La famosa ley de Hume, expuesta en un pasaje de su “Tratado de la naturaleza humana”, vendría a decir lo siguiente: de un enunciado de hechos del tipo “es”, no se puede inferir otro enunciado (moral) del tipo “debe”. Supondría un salto indebido del “es” al “debe”. Pongamos un ejemplo: Francisco tiene un problema muy serio; Francisco es tu hermano; por tanto, debes ayudar a Francisco. A este “salto indebido” se le conoce con el nombre de falacia naturalista. Con todo, no todos los intérpretes son unánimes en esta interpretación. Según MacIntyre, es incorrecta. La interpretación que estos autores le dan sería la siguiente: Hume estaría criticando una determinada manera de “saltar” del “es” al “debe”, proponiendo él otro tipo de mediaciones: el placer.


Hagamos un poco de memoria: Según Hume, todo contenido mental es percepción. Las ideas son “copias” de impresiones precedentes. Pues bien: las ideas morales, como cualquier otra idea, tienen su origen en impresiones. ¿Qué impresiones están en el origen de las ideas morales? Las impresiones de reflexión, esto es: pasiones o emociones. Las pasiones o emociones más básicas o directas son las de “placer” y “dolor”. De éstas surgen el resto: orgullo, humildad, amor, odio… Estas emociones, según Hume, están en la base de las ideas morales, de modo que el placer y el dolor son la base de la moral. En consecuencia, la virtud produce placer, mientras que el vicio produce dolor.

Pero aunque la moral se base en los sentimientos, la razón tiene un papel fundamental a la hora de su “cualificación”, esto es, de cara a informarnos sobre los fines que podemos perseguir y los medios más adecuados para conseguirlos. La posición de Hume en este sentido es claramente utilitarista: para que la búsqueda del placer sea moral, es necesario que sea desinteresada, esto es, que busque el placer para todos. De este modo, Hume intenta librarse del reproche de subjetivismo o individualismo. También intenta huir del relativismo, al afirmar que existe una especie de naturaleza emotiva común a todos los hombres, lo que permite que coincidamos en nuestras valoraciones morales.

Hay diversos tipos de placer. El placer moral se caracteriza por ser “desinteresado”.


Política

Hume quiere hacer de la filosofía política una ciencia experimental. Por esta razón, rechaza una concepción “organicista y finalista” de la sociedad, así como toda “utopía” política. Pero, aun defendiendo un modelo contractualista de la sociedad, se aleja del mismo al considerar al “estado de naturaleza” como una mera “ficción filosófica”, sin ninguna base histórica. Como contractualista, sostiene que es el “acuerdo” o “convención” la única fuente de legitimación, situando en el origen de la misma la “utilidad”. Es la utilidad lo que explica la formación de las sociedades a partir de la célula familiar, debido a los beneficios que se derivan de la asociación entre seres humanos. Por tanto, en filosofía política no hay que buscar fundamentos trascendentes para explicar el origen del poder; este es un hecho que se funda, a su vez, en hechos concretos. Por último, la obediencia a un gobierno no tiene otra justificación que la “utilidad que reporta”: cuando un gobierno o una institución política dejan de ser útiles, la obligación de obedecer desaparece.