El existencialismo de Simone de Beauvoir

El existencialismo es la corriente filosófica en la que se basa Simone de Beauvoir y que se centra en el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual. El existencialismo defiende que lo más importante para la persona es el hecho de ser un ser consciente que actúa de forma independiente y responsable; de esta forma, podríamos decir que los actos y las decisiones que tomamos de manera consciente y responsable son los que determinan quiénes somos. Por tanto, nos construimos con nuestras decisiones libres. De esta manera, cuando a una mujer una sociedad le impone que por nacer hembra ha de ser madre, está reduciendo su libertad o su condición de ser-para-sí en un ser-en-sí, es decir, está reduciendo a una persona a cosa, está reduciendo un ser cuya característica fundamental es que no tiene características predeterminadas y que las ha de elegir con su libertad, en un ser predeterminado, lo cual es un grave error. Por eso S. de Beauvoir se pregunta: ¿qué ocurre cuando no somos capaces de realizarnos como sujetos libres? ¿Qué o quién puede determinar quiénes somos y por qué? La respuesta a estas preguntas podrían ser la esencia y la situación en la que nos encontramos a la hora de tomar decisiones, pero ¿qué es la esencia? y ¿cómo afecta la situación en la que estamos a nuestra libertad?

La esencia vs. la existencia

La esencia es el conjunto de características que se le atribuyen a algo de una manera predeterminada. El problema es cuando esas características en vez de atribuirlas a algo, las atribuimos a alguien, es decir, en el caso de la mujer, por ejemplo, se le imponen unas características como que por tener útero ha de ser madre o ser femenina, entre muchas otras. Con estas características, pareciera que ser mujer comporta tener que ser madre, asumir el papel de un ser emocional antes que racional, etc., eliminando la condición más importante de la mujer: su libertad. Esto hace que un ser trascendente, que ha de superarse a sí misma por su libertad, un ser-para-sí, que ha de crear su personalidad desde su libertad, caiga en la inmanencia, que lo convirtamos en un ser-en-sí, es decir, se le limita o elimina la capacidad de decidir cómo quiere ser. Este concepto de esencia aplicado a los seres humanos, y en concreto a las mujeres, es el opuesto a la existencia, ya que para Simone de Beauvoir la existencia es igual a la necesidad de crearnos e inventarnos desde nuestra libertad. Existir sin libertad es como no existir o no hacerlo de manera propia; la esencia nos impide trascender, ya que nos impone unos límites a los que debemos ajustarnos, cuando el fin verdadero de la existencia es avanzar hacia un futuro indefinidamente abierto. Pero además de funcionar como una limitación la esencia, también lo puede hacer la situación en la que vivimos.

El sujeto situado y la libertad

La libertad se puede ver afectada en mayor o menor medida por la situación en la que vivimos. Estas situaciones vienen dadas por un contexto compuesto de aspectos biológicos, psicológicos, económicos y sociales que nos pueden hacer caer en la inmanencia, es decir, pueden provocar que pasemos de un ser “para-sí” y convertirnos en un “ser-en-sí”, renunciando a la posibilidad de elegir el propio camino de nuestra vida. Esto nos lleva a hablar del sujeto situado: decimos que el ser humano será siempre sujeto situado, “sujeto” porque debe decidir libremente para ser, y “situado” porque siempre se verá influenciado por el contexto en el que se encuentre. Este contexto puede ejercer una presión psicológica si la mujer, para ser reconocida, necesita de un marido, como pasaba en la sociedad patriarcalista; la presión también puede venir ejercida por una interpretación científica falsa que exigiera a la mujer, por el hecho de ser hembra, el ser madre, algo propio también de la sociedad patriarcalista; así como su condena a la dependencia económica del marido. Además del contexto, el ser humano también se ve influenciado a la hora de tomar decisiones por otros seres humanos. Esto se debe a que los humanos somos seres “mitsein”, lo que significa existencia compartida. Esto quiere decir que, a la hora de ejercer nuestra libertad, este ejercicio de nuestra libertad irremisiblemente afecta a la libertad de los demás para potenciarla o para obstaculizarla. Por ejemplo, un profesor puede elegir ser un buen profesional o no; ahora bien, su elección afectará irremediablemente a la libertad de sus alumnos, y este ejemplo es aplicable a todos los seres humanos, sean lo que sean y desempeñen la función que desempeñen.

Acciones buenas y acciones malas

Por ello, ahora pasaremos a hablar más en profundidad de la relación entre existencia y libertad y de cómo le afectan el contexto y la esencia. Como bien hemos dicho, los seres humanos somos seres “mitsein” y, por lo tanto, otros seres humanos pueden favorecer nuestra libertad o impedirla del mismo modo que nosotros podemos favorecer o impedir la libertad de los otros con nuestras elecciones libres. Este hecho lleva a Simone de Beauvoir a diferenciar dos tipos de acciones: las buenas, aquellas que ayudan a la libertad de los demás y reconocen y fortalecen la propia, y las malas, que las definimos como las que limitan la libertad de los demás y niegan o debilitan la propia. En este sentido, hemos de recordar que S. de Beauvoir incluso pasó por ser una mala patriota al defender la independencia de Argelia de su colonia, Francia; por este posicionamiento, fue acusada de antipatriota: ella lo hacía porque estaba convencida de que toda elección, para ser buena, pasa por incrementar la propia libertad y la ajena. Por esto decimos que los conceptos de existencia y libertad, para Simone de Beauvoir, son sinónimos, y son difíciles de alcanzar; sin embargo, no es imposible, y siempre que actuemos de forma que favorezcamos la libertad, en la mayor medida posible, podemos llegar a realizarnos como sujetos libres e independientes.

La situación de la mujer

Esta es una de las razones por las que se conoce la teoría de S. de Beauvoir como una seguidora del existencialismo. El existencialismo es la principal teoría que sigue Simone de Beauvoir para hablar de la situación de la mujer. Todos los factores que hemos ido comentando a lo largo de la redacción afectan en mayor o menor medida a la mujer, junto con otros que no hemos desarrollado. Como hemos comentado, un sujeto es libre (a pesar de las diferentes influencias) cuando es capaz de decidir el propio camino de su vida, desde su libertad, sin aceptar la sumisión al otro, aún cuando el otro pretenda reducirnos a cosa. La mujer ha sido encasillada a lo largo de la historia como débil, femenina, emocional, madre, dependiente, incapaz de vivir sin el hombre, capaz únicamente de tener y criar a los hijos, etc. Esto ha obligado a la mujer a caer en la inmanencia de una forma tan profunda que incluso ella ha llegado a creer que así es como deben ser las cosas. Pero esto es un error; por estas razones, las mujeres están en lucha constante para buscar ser lo esencial, es decir, sujetos que libremente se constituyen con sus propias decisiones como seres humanos libres que son, sobreponiéndose a la situación que les determina como un ser inesencial, lo Otro, una cosa, un ser-en-sí, sin libertad, a los pies de un sujeto que actúa como esencial: en la sociedad patriarcal, el varón.

La alteridad de la mujer

La mujer, durante siglos, y todavía en la actualidad, en las sociedades patriarcales, ha estado en segundo plano, limitada en muchos ámbitos simplemente por su condición de mujer. Simone llama a esta categoría del género femenino como alteridad. Por otro lado, desde el pensamiento existencialista, se entiende al ser humano como un ser libre y, a la vez, finito. En esto consiste la condición humana, ya que hay una libertad que se ve limitada por la sociedad. Esta condición viene marcada por el mito de la feminidad, el cual Simone criticará, ya que tiene consecuencias para la mujer, y también los elementos que la mujer ha de superar. ¿Qué es una mujer? ¿Y cuál es su concepción existencialista de esta degradación de género? ¿Cuál es el problema de la aceptación de la mujer de su condición de alteridad? ¿Qué hace Simone para construir una sociedad igualitaria?

En primer lugar, Simone se plantea la cuestión “¿qué es una mujer?”, a la que se le aparecen posibles respuestas, pero de lo que no cabe duda es de la falta de igualdad entre la mujer y el hombre: desde el momento en que nos planteamos esta cuestión, no nos planteamos la pregunta de “¿qué es un hombre?”, ya que se da por hecho. Este es presentado como lo positivo, caracterizado por su objetividad (capacidad de ver la realidad) y todas sus acciones son justificadas por la sociedad o por la naturaleza. Al contrario, la mujer se define por la relación que tiene con él; aparece como lo negativo. La singularidad de su condición de mujer la encierra en la subjetividad. Por ser mujer, tiene una serie de limitaciones que suponen un obstáculo para desarrollarse en otros ámbitos en los que está el hombre, como en la política, la economía… Es decir, desde la concepción patriarcal, se entiende que la mujer no está en el mismo nivel que el hombre, aunque no sea así, ya que la mujer es el sujeto frente a él. El hombre es esencial, mientras que ella es lo innecesario; él es un ser humano absoluto y ella es lo Otro. La categoría de alteridad de la mujer sirve para indicar cómo las mujeres están oprimidas y en una posición inferior respecto de los hombres. En esta situación de alteridad de la mujer en una sociedad patriarcal, el hombre no reconoce la necesidad biológica que tiene sobre ella al reconocerla como un ser igual, como una conciencia independiente, como otro sujeto.

De la misma forma ocurre con el amo y el esclavo: mientras que el amo tiene un poder sobre el esclavo, y no reconoce la necesidad que tiene de este, el esclavo interioriza la necesidad que tiene del amo y le admira y le reconoce su poder y dependencia, cuando la realidad es que el amo necesita al esclavo; de la misma manera ocurre con el hombre que necesita a la mujer. Una posible causa de la opresión de las mujeres, que Simone critica directamente, son sus características biológicas, asociadas a la reproducción. Pues el papel que juega el cuerpo de la mujer depende totalmente del contexto cultural, social e histórico en el que se encuentra la mujer; otra posible causa de estas desigualdades se podría remontar a la historia, ya que durante mucho tiempo, y hasta el siglo XX, los filósofos se centraban únicamente en el hombre, olvidando al género femenino y dejándolo en un segundo plano. Durante siglos, el hombre ha sido el que salía a luchar, el que participaba activamente en la política, el que estudiaba, el que se encargaba de la economía familiar, mientras que la mujer estaba encadenada al cuidado de sus hijos, al ámbito doméstico… y también a la sensibilidad y a la delicadeza. Es por todo esto que, durante la historia, el hombre ha sido el símbolo de fuerza y valentía, al contrario que la mujer, que estaba limitada al cuidado del hogar y a cosas “menos importantes”. Este pasado histórico podría influir en la situación actual del género femenino, pero no hay ninguna causa determinante, pues todo depende de la decisión individual de cada mujer. Esta tiene dos posibilidades, que son: negarse a ser lo Otro, o bien asumir el papel de Otra; con la última posibilidad, se acaba asumiendo su categoría de alteridad, con la que escoge el camino fácil, ya que evita la angustia de independizarse del hombre. Justifica así su existencia por su sumisión al hombre. Por el contrario, si se niega a ser la otra, asume tanto su riesgo económico, así como su libertad, lo que le provoca angustia. Empezaría así su emancipación e independencia, enfrentándose a miedos para ejercer su libertad. Para Simone, desde su perspectiva existencialista, el sujeto se afirma a sí mismo a través de

sus proyectos, que trascienden del presente al futuro, es decir, toda vida humana consiste en un constante trascenderse, una superación de objetivos continuo. Por lo tanto, nacemos con una vida “vacía”, que llenamos a lo largo del tiempo con estos proyectos y objetivos. De esta forma, la autora respalda que las mujeres no nacen con ninguna limitación, sino que son ellas mismas las que construyen su vida, y sean dueñas de sus libertades y decisiones.

Conclusión

En conclusión, la categoría de alteridad que se le atribuye a la mujer, en la que esta es considerada “lo Otro”, viene dada desde hace mucho tiempo. Para Simone, en su obra “El segundo sexo”, defiende que cada mujer tiene en su mano si acomodarse en esta alteridad y permanecer en la inmanencia, o negarse a ser la Otra y llevar en su vida proyectos y objetivos, independizándose del hombre.

dizándose del hombre.