La Esencia y la Existencia en la Filosofía
La esencia es el conjunto de rasgos que invariablemente deben estar presentes en un objeto para que este objeto sea lo que es. En el caso de los objetos artificiales, la esencia precede a la existencia. Cuando queremos fabricar un objeto, primero nos hacemos una idea de él, nos formamos un concepto en el que se incluyen las cualidades que le van a definir y su utilidad; el concepto recoge la esencia del objeto que vamos a fabricar. Así actuamos, por ejemplo, en el caso de un libro: el artesano se ha inspirado en el concepto de libro; intenta que todo aquello a lo que llamamos libro esté presente en el objeto que elabora. En este sentido, se puede decir que la esencia es anterior a la existencia, puesto que primero es el concepto del objeto y luego su existencia concreta.
El autor afirma que “el ser es en-sí”, es decir, que el ser es realidad, en el ser no está presente la nada, ni la diferenciación, ni el movimiento, simplemente es. Sartre rechaza las nociones tradicionales de acto y potencia, apariencia y realidad; la nada no está presente en el ser, es un atributo que nosotros introducimos en la realidad, como cuando decimos que la semilla no es árbol pero puede serlo; sólo desde nuestra perspectiva la semilla es árbol en potencia, puesto que nosotros esperamos que así sea. El ser-en-sí no es causa de sí, simplemente es. Y por ser de este modo, sin justificación, es además un puro hecho, sin causa, su existencia es absurda. El hombre es el ser por el que la nada viene al mundo. La conciencia existe como separación del ser-en-sí. El ser-para-sí es lo que no es, es nada; es por eso libertad, el ser del hombre consiste en ser libre, en no ser nada determinado. El hombre no ha sido creado para ningún fin, esto es lo contrario a lo que ocurre con los artefactos que fabricamos.
Para Sartre, la existencia precede a la esencia en el ser humano, que es un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto. La distinción entre esencia y existencia llega a la filosofía occidental de la mano de Tomás de Aquino, quien la había tomado de Avicena, y fue utilizada para fundamentar la distinción entre los seres contingentes y el ser necesario, es el único ser en el que la esencia se identifica con la existencia, es decir, el único ser cuya esencia consiste en existir.
En los seres finitos la esencia precede a la existencia, porque los seres son contingentes, pueden ser o no ser, de modo que no tienen como esencia el existir; solo Dios existe necesariamente, por eso en él coinciden. La esencia de los seres es pensada por Dios antes de crearlos, por eso la esencia les precede.
Pero Sartre afirma que no hay Dios, y por tanto no hay ninguna esencia nuestra que sea pensada previamente de modo que, tal como lo concibe Sartre, no es definible porque empieza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza, porque no hay Dios para concebirla. El ser humano es el único que es tal como él se concibe, ya que primero existimos y luego nos definimos a través de nuestros actos libres, al decidir actuar de una forma u otra, creamos “al hombre que queremos ser”. Para el autor, el hombre debe actuar como representante de todos los humanos, como modelo de humanidad. Es decir, el hombre es un proyecto, algo por hacer a lo largo de su existencia, aspira a tener una esencia, a ser un ser-en-sí, pero no lo es nunca.
Responsabilidad y Angustia en el Existencialismo
NOCIONES 2: RESPONSABILIDAD Y ANGUSTIA
Este texto es un fragmento perteneciente a una conferencia titulada “El existencialismo es un humanismo” en la que se plantea al hombre como un ser abierto, un ser completamente libre. Pero esta absoluta libertad conlleva también una gran responsabilidad, ya que el Hombre es <también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera>, esto es, que a la hora de tomar libremente una decisión no debemos olvidar que, además de repercutir en la clase de persona que seremos, también tenemos un compromiso con la humanidad al completo porque en nuestro acto estamos representando a toda la especia, estamos actuando en su nombre, por lo que en cierto momento <estoy obligado a cada instante a hacer actos ejemplares>, a obrar responsablemente para que <la humanidad se ajuste de acuerdo a mis actos>, tal como se cita en el texto. Así, somos responsables, además de todo lo humano, de nuestras pasiones, porque somos responsables de manejarlas y no dejar que nos conduzcan a ningún destino fatal, así como también debemos responsabilizarnos de lo imprevisible, ya que todos los actos han sido decisión de alguien y no son un accidente porque alguien podría haberlo evitado con otra elección distinta. Por tanto, según el autor la violencia de género o el terrorismo serían actos de los que la humanidad entera somos responsables, así como es nuestra responsabilidad contener nuestro mal genio o no contribuir a una guerra a la que hemos sido reclutados forzosamente (porque siempre podemos elegir suicidarnos, por ejemplo).
Pero esta responsabilidad genera una profunda angustia en el ser humano, una inquietud o malestar causados, como hemos visto, por el enorme compromiso que tenemos con nosotros mismos y con la humanidad al completo a la hora de elegir libremente sobre cualquier mínimo asunto. Así que, para evitar esta angustia tendemos a <enmascararla>, a engañarnos a nosotros mismos para no ser conscientes de las repercusiones que nuestros actos tienen en nuestra propia vida y en la de los demás, a excusarnos declarando que <todo el mundo no actúa así>. Pero el autor afirma que este intento de ignorar que somos libres “obligatoriamente y sin excusas” y que, por tanto, todos nuestros actos tienen consecuencias, no es más que <una especie de mala fe>, una actitud irresponsable e inconsciente que <implica un valor universal atribuido a la mentira>, es decir, que al comportarnos de esta forma estamos aceptando la mentira como un valor universal, algo que creemos que es bueno para todos en este momento y lugar, cuando verdaderamente no es así. Por tanto, como no queremos que ciertas actitudes se conviertan en modelos de conducta, debemos <hacer actos ejemplares> para que la humanidad <se ajuste de acuerdo a mis actos>, tal y como se dice en el texto y como hemos explicado anteriormente; o sea, que es necesario sentir esa angustia y actuar en consecuencia porque <si no se dice esto es porque se enmascara su angustia>, porque no se es realmente consciente de las repercusiones de sus elecciones libres.