La Teoría Hilemórfica

En esta teoría, Aristóteles acepta la distancia entre la forma pura y la forma material, pero niega su existencia de forma separada. Por eso, Aristóteles califica a cada existente como un existente completo, un compuesto de sustancia, forma y materia. Aristóteles diferencia entre sustancia y accidentes, diciendo que estos últimos no son fundamentales para la existencia del ser. Aristóteles define la forma como aquello que hace que una cosa sea lo que es, mientras que la materia es el sustrato de la forma. Aristóteles usa la materia y la forma para explicar el ser, la sustancia; mientras que, para explicar el movimiento, utiliza la potencia (lo que puede ser y dónde puede ser) y el acto (lo que es y dónde es). La analogía entre estas dos parejas radica en que, así como la materia necesita la forma, la potencia necesita un acto. El acto es aquello que lleva a la potencia a convertirse en un nuevo acto. A partir de aquí, se introduce el concepto de acto puro, forma pura y primer motor inmóvil, que es el primer acto de todos, que lo origina y lo causa todo sin ser cambiado.

La Diversidad de las Nociones y Causas

Aristóteles, para explicar la realidad, introdujo las causas material y formal, pero además introduce dos más: las causas eficiente y final. Explica así que la causa material es la materia de la que está formado algo, la causa formal es la forma que tiene, la causa eficiente es la manera en la que se formó, y la causa final es el propósito o fin hacia el que tiende (la finalidad). A partir de esta distinción, Aristóteles establece una diferenciación entre conocimiento común y conocimiento científico. Define el conocimiento común como aquel que no indaga las causas de las cosas, no busca sus porqués, solo se ciñe a la intuición simple de datos obtenidos; mientras que el conocimiento científico busca las causas que explican aquel dato mediante los sentidos.

Los Sentidos y la Razón

A diferencia de Platón, Aristóteles le da una importancia imprescindible a los sentidos en el proceso de conocimiento. Para Aristóteles, los sentidos son la base de todo conocimiento, pero no pueden abstraer conceptos por sí solos; su capacidad llega hasta la percepción. Es en este punto donde interviene la razón, que puede llevar las percepciones hasta conseguir algo superior, como lo es el concepto. A partir de aquí, Aristóteles concluye que el alma y el cuerpo del ser humano no son más que forma y materia de lo que somos. Es decir, nuestra materia es nuestro cuerpo y nuestra forma es nuestra alma. Para relacionar la concepción del alma con sus ideas sobre los sentidos, los animales y las plantas, Aristóteles propone un alma tripartita: alma vegetativa (la poseen todos los seres vivos), alma sensitiva (la poseen los animales y los humanos) y alma racional (la poseen los humanos).

Lógica

Aristóteles reflexiona sobre las dos vías del conocimiento que sigue la lógica: la deducción y la inducción. Llega a la conclusión de que el proceso inductivo es el más extendido, porque nos permite ir obteniendo nueva información sobre varios objetos, de manera que el concepto de dicho objeto se vaya generalizando, hasta llegar a conceptos más generales, que son las categorías.

Ética

Aristóteles considera que la finalidad, la causa final, de todo ser humano es la felicidad, y que dicha felicidad no se adquiere a través de nada ajeno al ser humano, como serían los placeres, honores o riquezas, sino que depende de la acción de la voluntad de dicho humano. Es decir, la voluntad permite crear una disposición constante del alma que permite al ser humano alcanzar la felicidad, como bien supremo. La felicidad se consigue mediante dos tipos de virtudes: las éticas y las dianoéticas. Las éticas son de carácter práctico, mientras que las dianoéticas tienen un carácter intelectual. Las virtudes éticas aparecen en un punto medio entre dos excesos opuestos, y las virtudes dianoéticas representan un grado superior de actividad que se acercan al hombre al acto puro. El ser humano es un zoon politikon (animal político).

Política

Aristóteles establece que el hombre no puede realizarse fuera de las relaciones sociales. A partir de esas relaciones, se forman las ciudades, que se establecen mediante una constitución, que es la conciencia de la unidad de los ciudadanos bajo el imperio de la ley. Sin su constitución, la ciudad no es más que una unidad geográfica y étnica. A partir de aquí, Aristóteles establece que todas las constituciones pueden degenerar: de la monarquía a la tiranía, de la aristocracia a la oligarquía, de la democracia a la demagogia. Estas constituciones degeneran cuando no se garantiza la igualdad de todos frente a la ley. Aristóteles continúa diciendo que todo lo existente tiene una causa final y esa finalidad debe realizarse. Concluye afirmando que la política es la ciencia que averigua cuáles son las mejores condiciones para que los hombres puedan desarrollar aquello que son.