Éticas Teleológicas

Aristotélica o Eudaimonista

Según Aristóteles, la felicidad es la aspiración máxima de los seres humanos. Aquellos que deseamos la salud, el amor, el trabajo… lo deseamos como medio para alcanzar este fin último, ese bien supremo. Sería absurdo crear algo que pensamos que nos hará infelices. Las acciones moralmente buenas serán aquellas que nos reporten felicidad. El problema comienza cuando intentamos definir la felicidad. También puede haber distintas formas de felicidad: una vida centrada en el placer, la vida contemplativa, dedicada a estudiar, entender y pensar. Para Aristóteles, esta última es la que más felicidad da. Si el bien de cada cosa es llevar a término su fin de la mejor manera, el bien en el que consiste la felicidad es la realización de lo propio del ser humano. Los humanos pensamos, razonamos qué es justo, tenemos logos y conciencia moral. La felicidad máxima se consigue actuando racionalmente. Aristóteles piensa que podemos aprender a ser felices. Para ello tenemos que aprender a actuar racionalmente. Para ello debemos desarrollar la prudencia.

Hedonista

Recibe su nombre del término hedoné, que en griego significa placer. Fue enunciada por Epicuro en el siglo III a. C., y también se conoce como epicureísmo. Para Epicuro, la felicidad consiste en la obtención del placer y en la ausencia del dolor. Todos los seres humanos buscamos lo mismo: alcanzar el placer y evitar el dolor. Algo es bueno cuando nos proporciona placer y malo si ocasiona dolor. Así pues, según Epicuro, hay que elegir las acciones que nos reporten un placer mayor y más duradero y nos eviten la mayor cantidad de dolor. De esta forma, alcanzar la felicidad exige el sabio cálculo de las consecuencias que se siguen de nuestras acciones de cara a evitar el dolor y alcanzar el placer más duradero. Epicuro distingue dos tipos de placeres: los placeres materiales y los placeres del alma (amistad, una buena conversación, etc.). Epicuro no propone la renuncia a ningún tipo de placer, sino a saber ordenarlos y a supeditarlos al placer máximo: la ataraxia.

Utilitarista

El utilitarismo es la doctrina ética teleológica de mayor repercusión por su carácter consecuencialista: las consecuencias de nuestros actos nos muestran si son correctos o no. Si llevamos a cabo una acción para que la gente sea más feliz, pero conseguimos todo lo contrario, nuestra acción no ha sido buena, aunque la hayamos hecho con nuestra mejor voluntad. Las consecuencias, pues, determinan la bondad o falta de bondad de nuestras acciones. Según John Stuart Mill, su máximo representante, el fin de la vida moral consiste en alcanzar la mayor felicidad, el mayor placer, para el mayor número posible de seres humanos. Ante dos posibles acciones, actuará de forma moralmente correcta quien elija la que proporcione la mayor felicidad al mayor número de personas. Para Mill, como para los epicúreos, la felicidad es poder alcanzar el placer y evitar el dolor, así como la infelicidad es la ausencia de placer y presencia de dolor. La diferencia entre ambos radica en que la filosofía moral promulgada por aquellos es individualista, mientras que el utilitarismo es social. Para Mill hay dos tipos de placeres: los superiores (aquellos que nos convierten en individuos satisfechos y respetados, que tienen que ver con lo que la sociedad llama virtud) y los placeres inferiores (aquellos que tienen que ver con la mera satisfacción egoísta).

Éticas Deontológicas

Fue Emmanuel Kant el primer filósofo que introdujo la perspectiva deontológica en la moral. Según este filósofo, las éticas teleológicas nunca pueden suministrarnos normas de acción absolutas, porque siempre dependen de si se ha conseguido el fin propuesto, sin tener en cuenta si este fin es bueno o puede ser universalmente aceptado. Kant establece una regla de forma independiente de los hechos, de los bienes materiales que cada cual persigue. Bueno es aquello que la voluntad ejecuta con buena intención, por deber: la acción no es buena o mala por sus resultados, sino por su conformidad con el deber. El deber no se deriva de ninguna fuerza externa, como las costumbres o la legalidad establecida, sino de la propia razón. El deber es la forma de la obligación moral, la necesidad de actuar no solo conforme a la ley moral, sino por puro respeto a la misma. Una acción es buena moralmente solo si yo lo hago queriendo hacer el bien porque es mi deber, por buena voluntad, independientemente de lo que se derive de ella. Lo importante es la intención del agente. Se debía actuar en conciencia, sin tener en cuenta las consecuencias de nuestras acciones. La diferencia con las éticas teleológicas se explica también de la siguiente manera. La ley moral se expresa en forma de imperativo, un mandato con forma de obligación moral, que puede dividirse en dos tipos:

  • Imperativos hipotéticos: Vinculamos la acción con los fines que quieren ser alcanzados (en las éticas teleológicas: X para conseguir Y). Por ejemplo, haz alguna acción para obtener una recompensa y no porque sea tu deber hacerla. Para Kant, estos no serían los mandatos propios de la moral, pues la acción está condicionada por la recompensa.
  • Imperativos categóricos: Se postulan acciones buenas en sí mismas, incondicionadas, es decir, que no sean medios para otros fines. Pretenden ser leyes universales que guíen la conducta humana en cualquier circunstancia y bajo cualquier condición. “Obra como si la máxima de tu acción pudiese ser erigida por tu voluntad en ley universal de la naturaleza”. “Debemos actuar de tal modo que obre con respecto a mi persona y a la de los demás como si fuéramos fines y no como medios”.

La ética defendida por Kant es una ética autónoma y no heterónoma, y encuentra en sí misma la ley moral, el principio para obrar correctamente en el imperativo categórico. Esto significa concebir al ser humano como un ser autónomo y libre que puede actuar por sí mismo, siguiendo su razón, sin obedecer órdenes, y de modo responsable. Kant no da preceptos concretos, solo dice: actúa como debes. Actúa de modo que puedas querer que tu acción se convierta en una ley válida para todo el mundo.

Éticas Comunicativas o Procedimentales

Una reformulación de las éticas deontológicas y formales. Aparecen en la segunda mitad del siglo XX con el nombre de éticas del diálogo, cuyos representantes más conocidos son Habermas y Apel. Para estas éticas ya no es la razón autónoma del sujeto la que, desde su autorreflexión consciente, reconoce el imperativo moral que debe cumplir. El imperativo está inscrito en el propio lenguaje que utilizan los sujetos para comunicarse. Esto quiere decir que para que un diálogo pueda desarrollarse como un verdadero diálogo moral, debemos respetar una serie de normas como:

  • Todos tenemos el mismo derecho a hablar.
  • Todos tenemos la misma posibilidad de acceder a la información que haya disponible sobre los temas a tratar.
  • Los argumentos que utilizamos tienen pretensión de ser válidos universalmente, es decir, no con ningún privilegio particular, sino que se proponen para todo el género humano. Los roles de los participantes en el debate deberían ser, por tanto, perfectamente intercambiables.

La norma moral surgirá del diálogo entre iguales, un diálogo donde se respetan los principios expuestos. Serán normas intersubjetivas, producto de un diálogo en el que pueden participar todos los afectados, capaces de expresar y defender las propuestas. Pero más importante que el resultado del diálogo es el diálogo mismo, pues mientras dialogamos respetando las condiciones del uso comunicativo del lenguaje ya estamos respetando la autonomía y la dignidad de cualquier ser humano.

El Existencialismo

Søren Kierkegaard: filósofo danés considerado uno de los precursores del existencialismo.
Friedrich Nietzsche: filósofo alemán, conocido por sus críticas al racionalismo y al cristianismo.
Martín Heidegger: filósofo alemán, conocido por su obra Ser y tiempo.
Jean-Paul Sartre: filósofo y escritor francés del siglo XX, considerado uno de los principales exponentes del existencialismo.
Simone de Beauvoir: filósofa y escritora francesa del siglo XX, conocida por su obra El segundo sexo.
Albert Camus: escritor y filósofo francés del siglo XX, conocido por sus obras El extranjero y La peste.
Gabriel Marcel: filósofo francés del siglo XX.

El existencialismo tuvo su auge a principios del siglo XX en Europa como una respuesta a la crisis social, política y cultural de la época, marcada por la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y el surgimiento de sistemas totalitarios. En ese contexto, un grupo de filósofos y escritores comienza a cuestionar las teorías y sistemas filosóficos tradicionales, que parecían incapaces de dar respuesta a las angustias y problemas de la existencia humana. El existencialismo se caracteriza por su enfoque en la experiencia subjetiva de la vida y la importancia de la libertad, la elección y la responsabilidad individual en la construcción del sentido de la existencia. El objetivo principal del existencialismo es destacar la importancia de la autenticidad personal y la autorrealización. Esta línea de pensamiento considera al ser humano como indefenso e incompleto en el mundo, lo que produce ansiedad. El existencialismo también afirma que las personas tienen la capacidad de construirse a sí mismas y sus propios valores. El objetivo principal del existencialismo es promover que los individuos acepten su singularidad y forjen su propio camino en la vida, en lugar de someterse a las normas sociales o presiones externas.

Temas Centrales

  • Importancia de la libertad y la responsabilidad individual.
  • Búsqueda de una respuesta a la pregunta sobre el sentido de la vida.
  • Crítica a la sociedad y a las instituciones que coartan la libertad individual.
  • Reconocimiento de la singularidad y la individualidad de cada persona.

La Existencia sobre la Esencia

  • Priorizar la existencia: El existencialismo es un movimiento filosófico que hace hincapié en la existencia del individuo por encima de sus cualidades inherentes. Rechaza la noción de que los seres humanos nacen con características predeterminadas y, en su lugar, argumenta que los individuos se definen por sus experiencias, etc.
  • Libre albedrío: El núcleo del existencialismo es la idea de que los seres humanos tienen libre albedrío y pueden elegir sus propios caminos en la vida. Los existencialistas celebran el poder de los individuos para forjar sus propios destinos mediante las decisiones que toman y las acciones que emprenden.
  • Responsabilidad personal: El existencialismo también reconoce la importancia de la responsabilidad personal. Las personas deben rendir cuentas de sus elecciones y acciones, incluso ante la adversidad. Esta responsabilidad no solo se debe a uno mismo, sino también a los demás.