El Problema de Dios en San Agustín

El Dios de San Agustín de Hipona se presenta como una realidad íntima y trascendente al pensamiento. Según el filósofo, Dios es más íntimo al hombre que el hombre mismo. La filosofía agustiniana sigue un itinerario de lo exterior a lo interior. San Agustín insta al ser humano a no divagar fuera, sino a entrar en su interior, ya que en la interioridad del hombre reside la verdad.

En la obra de San Agustín, encontramos momentos donde se menciona el orden del universo como prueba de la grandeza de su creador. En otros, se utiliza el consenso entre los hombres sobre la existencia de Dios como argumento (aunque esto le generó conflicto con la aparición de los ateos). Sin embargo, la prueba más auténtica de la existencia de Dios es la presencia en el hombre (ser contingente y mudable) de verdades universales, necesarias e inmutables, que exigen un ser necesario, inmutable y eterno para explicar su origen.

Agustín de Hipona desarrolla ampliamente el concepto de creación ex-nihilo (desde la nada), utilizando los moldes de la filosofía neoplatónica, aunque diferenciándose del Demiurgo platónico. El mundo, cuya característica esencial es el orden, ha sido creado por Dios, quien contiene eternamente los modelos arquetípicos de todos los seres posibles. Para crear el mundo, Dios solo tuvo que quererlo; al quererlo, lo dijo y lo hizo. Esta concepción difiere de la emanación neoplatónica, que San Agustín rechaza. Según la emanación, el mundo se crea de forma necesaria por la emanación del Uno, que contenía los cuerpos en su interior y no pudo retenerlos más. Para San Agustín, Dios creó el mundo de una vez, sin sucesión en el tiempo, categoría que pertenece al mundo creado, no a su creador. Esta visión del tiempo es revolucionaria para la época medieval, ya que San Agustín considera que el tiempo se creó junto con Dios. Por lo tanto, no se puede preguntar qué había antes de Dios o del principio, ya que sin tiempo, no hay anterioridad temporal.

Todos los seres fueron creados desde el principio, pero en forma germinal, como razones seminales que se desarrollan con el tiempo según el orden y las leyes que Dios ha previsto (si una nueva especie animal aparece en 2012, no es porque Dios la haya creado en ese momento, sino porque ya la había creado y previsto su aparición). Según San Agustín, todo está presente desde el principio, aunque sea germinalmente.

Relaciones entre Razón y Fe

El cristianismo no es una filosofía, sino una doctrina de salvación revelada por Dios, cuyo objetivo es salvar al hombre. La filosofía utiliza la razón para resolver problemas, mientras que el cristianismo se apoya en la palabra de Dios y se acepta mediante la fe. En sus inicios, el cristianismo convivió con sistemas filosóficos helenistas. Los primeros cristianos, sin ser intelectuales, necesitaron argumentos filosóficos para defender su religión. Esto planteó el problema de las relaciones entre razón y fe, filosofía y teología: ¿necesita el creyente de la filosofía? ¿Son incompatibles fe y filosofía? ¿Destruye la fe el esfuerzo racional?

Ante esto, surgen dos posturas:

Postura Conciliadora

Busca vincular el mensaje cristiano con las creencias paganas, presentándolo como complemento y perfeccionamiento de la filosofía helenista. La inteligencia es un don divino, y la filosofía, su actividad, no puede ser algo malo.

Postura de Oposición

Considera que hay una oposición radical entre filosofía y fe. El creyente debe abandonar la razón y limitarse a creer. Tertuliano es un ejemplo, viendo a los filósofos como patriarcas de los herejes. La fe se acepta tal cual; racionalizarla la destruye y lleva a la herejía. De ahí su frase: “Credo quia absurdum est” (Creo porque es absurdo), que implica creer ciegamente.

Posición de San Agustín (Conciliadora)

Agustín recalca que razón y fe buscan esclarecer la verdad única, que para él es la verdad cristiana. Pero también afirma que hay que comprender lo que se cree. Razón y fe colaboran así:

  1. La razón ayuda a alcanzar la fe: El asentimiento a las verdades de la fe debe ir precedido por un trabajo de la razón.
  2. La fe orienta e ilumina a la razón: La verdadera sabiduría no la da la filosofía como actividad racional centrada en lo real, sino la actividad racional volcada sobre los contenidos de la fe. Sin fe no hay sabiduría.
  3. La razón contribuye al esclarecimiento de la fe: Una vez aceptada la fe, la razón permite profundizar en ella. La filosofía es una técnica racional que ayuda al creyente a profundizar en su fe, alcanzando la sabiduría.

De ahí la frase de San Agustín: “Comprende para creer, cree para comprender”.