Filosofía Medieval: San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino
Problema de Dios – Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás sabe por revelación que Dios existe, pero pretende demostrar su existencia utilizando solo la razón. Demostrar que Dios existe es necesario ya que no es una verdad evidente ni innata. También es posible porque partiendo del conocimiento de las cosas sensibles podemos encontrar una vía para demostrar la existencia de Dios.
Las cinco vías que constituyen el procedimiento utilizado por Tomás para demostrar la existencia de Dios presentan la misma estructura: parten de un hecho de experiencia que debe ser explicado, se recurre al principio de causalidad, se niega la posibilidad de una serie infinita de causas subordinadas entre sí, se afirma una primera causa incausada, se identifica con el Dios cristiano de la revelación.
Las cinco vías son:
- Vía del movimiento: va desde el movimiento observado en el mundo hasta el motor inmóvil (Dios).
- Vía de la causalidad eficiente: va desde las causas productoras subordinadas, causadas hasta la primera causa incausada (Dios).
- Vía de la contingencia: va desde la contingencia observada en las criaturas hasta el ser necesario, Dios.
- Vía de los grados de perfección: va desde la mayor a la menor perfección observada en las criaturas hasta el sumamente perfecto, Dios. Este argumento presupone la idea de participación. La causa última de la perfección debe ser perfecta en sí misma.
- Vía de la finalidad o de origen cósmico: va desde el orden observado en el mundo hasta la suprema inteligencia ordenadora.
Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos acceder racionalmente a su esencia o modo de ser. El conocimiento de la esencia divina es imperfecto y limitado ya que Dios es infinito y el entendimiento humano finito.
Los atributos divinos pueden ser conocidos a través de tres vías:
- Vía de la negación: que consiste en negar de Dios los atributos imperfectos de las criaturas.
- Vía de la eminencia: que consiste en predicar de Dios los atributos positivos que predicamos de las criaturas pero en grado sumo o eminente.
- Vía de la afirmación o positiva: en las criaturas se dan perfecciones, y sus deficiencias se deben a la limitación de la criatura. Así, podemos atribuir a Dios inteligencia, sabiduría y bondad ya que el creador no puede carecer de ellas.
Sin embargo, la distancia entre las criaturas y Dios es infinita, y los nombres que aplicamos a Dios y a las criaturas no han de entenderse en sentido unívoco. Por tanto, los conceptos derivados de nuestra experiencia de las criaturas se predican de forma no unívoca, sino analógica cuando se aplican a Dios.
Problema de la Política (Sociedad) – San Agustín de Hipona
En cuanto a la sociedad y política, San Agustín expone sus reflexiones en La ciudad de Dios, obra escrita para defender las acusaciones contra el cristianismo sobre que era el principal responsable de la decadencia y desaparición del Imperio Romano.
En esta obra, intenta explicar los hechos partiendo de la lucha de dos ciudades:
- La ciudad de Dios (Jerusalén Celeste): que se rige por el principio del amor a Dios. Está formada por personas que anteponen el amor a Dios al amor a sí mismos.
- La ciudad del mundo: se rige por el principio del amor a sí mismo. Está compuesta por los que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios.
Se podría pensar que con esta obra San Agustín fija las bases de una teocracia. Sin embargo, adopta una postura moral frente a la historia, y considera que ambas ciudades están mezcladas en cualquier sociedad. Lo que importa es la conducta individual y la pertenencia a una comunidad está determinado por el principio que oriente su conducta.
Ambas ciudades solo se separarán al final de la historia. La historia, desde un punto de vista cristiano, se abre con la irrupción de Cristo y se cierra con el regreso de Dios sobre la tierra para celebrar el Juicio final. Lo que San Agustín funda, es una teología de la historia, concebida como el drama cósmico del enfrentamiento entre el principio de caridad (Bien) y el principio de egoísmo (Mal). Este drama cósmico terminará con el Juicio final, que supone la separación de las dos ciudades y el triunfo del bien.
La lucha de las dos ciudades continuará y ganará la de Dios. El providencialismo es la tesis que entiende el desarrollo de la historia como un proceso en el que el hombre es movido por Dios para la consecución del bien universal. La providencia divina lo abarca todo, la presencia del bien y el mal.
San Agustín no separa política y religión, ya que si un Estado aspira a la justicia social debe convertirse en un Estado cristiano. Además, la Iglesia es la única comunidad perfecta y superior al Estado. Sin embargo, admitió la legitimidad del Estado para exigir al cristianismo obediencia a las leyes civiles. Acepta que la sociedad es necesaria al individuo y sus instituciones derivan de la naturaleza humana (teoría de la sociabilidad natural de Aristóteles). El poder de los gobernantes procede de Dios, pero su obra es el punto de partida de una reivindicación sobre la supremacía del poder espiritual sobre el temporal.
Problema del Hombre – San Agustín de Hipona
En la estructura jerárquica de la relación, las criaturas más nobles son los ángeles y después el ser humano. Mientras que el ángel es espíritu puro, el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma. La realidad más importante es el alma, concibiendo al cuerpo como un instrumento del alma.
El alma lleva a cabo sus funciones mediante tres facultades:
- Memoria: que posibilita la reflexión.
- Entendimiento: que permite la comprensión.
- Voluntad: que permite el amor.
El alma es una sustancia espiritual, simple, indivisible e inmortal. Los argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: el alma, de naturaleza simple no puede descomponerse, ya que no tiene partes y es indestructible.
Agustín negó la teoría platónica de la preexistencia del alma y explica su origen por la teoría del traducianismo, por la que el alma se transmite de padres a hijos al ser generada por los padres, igual que el cuerpo.
Problema de Dios – San Agustín de Hipona
La filosofía de San Agustín es principalmente una teología, siendo Dios el fin al que tiende la vida del hombre, que consiste en la visión beatífica de Dios.
La demostrabilidad de la existencia de Dios nunca será para San Agustín un problema, ya que nunca estará fuera de duda que la existencia de Dios es demostrable. En su obra hay diferentes argumentos que demuestran su existencia.
- Prueba noética o epistemológicas: solo Dios puede ser el origen y fundamento de las verdades eternas y necesarias que el ser humano tiene en su alma, ya que ni esta ni el mundo puede ser su causa.
- Prueba del autotrascendimiento: prueba por la evidencia psicológica y moral del encuentro con Dios en el interior del alma.
- Prueba cosmológica: del orden y contingencia del mundo se deduce que fue creado por un ser eterno y necesario.
- Prueba del consenso: la mayoría de los hombres creen en Dios.
Por tanto, el problema no es la existencia de Dios, sino en conocer su esencia.
San Agustín identifica a Dios con el ser y Dios es el ser mismo, el verdadero ser; ya que cumple la condición de absoluta inmutabilidad, rasgo imprescindible del ser.
El Dios agustiniano es el cristiano, será naturalmente único, simple, perfecto y subsistente, además de las características que traten del bien en sí. Dios se perfila como la única esencia absoluta, ajena a todo cambio y a todo “no-ser”. Dios comunica a cualquier otra realidad la naturaleza o el bien que le corresponda. Esta relación entre Dios y el resto de seres se expresa afirmando que Dios es el creador de los seres.
Dios ha creado todo cuanto existe a partir de un acto de libre voluntad. Dios ha creado todo a partir de la nada porque ha querido. Y como Dios es infinitamente bueno todo lo que crea lo ha de ser (optimismo ontológico).
Doctrina del Ejemplarismo
Dios ha creado el mundo con arreglo a los modelos o ejemplares “pre-existentes” en su “verbo” (la mente o inteligencia de Dios) desde toda la eternidad. Estos modelos o ejemplares son Ideas, y dicha creación debió de hacerse de una sola vez. Acabada su obra, Dios sigue actuando por vía de conservación.
Esto se complementa con la teoría de las razones seminales, según la cual en el momento de la creación Dios depositó en la materia las razones seminales, que germinarían dando lugar a nuevos seres que se irían desarrollando. Por lo que todos los seres pasados, presentes y futuros fueron creados ya en el origen. Esta doctrina sobre la Creación está inspirada en Platón, pero Dios no tiene ningún condicionamiento, pues las ideas se encuentran en él y la materia es creada por él.
Problema de la Ética y/o Moral
Según San Agustín el hombre se caracteriza por una actitud de búsqueda que lo lleva a auto trascenderse. Este impulso no tiene lugar sólo en el conocimiento, también en el de la voluntad. El hombre busca felicidad, pero solo Dios puede hacerle feliz.
El fin último del ser humano consiste en la salvación, objetivo inalcanzable en esta vida, debido al carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal que solo se puede alcanzar en la otra vida. Debido a que el alma está estrechamente unida al cuerpo, el hombre se halla en una condición oscilante y ambigua entre la luz (Dios) y la oscuridad (el mal, pecado). Sin embargo, San Agustín no responsabiliza a Dios del mal que hay en el mundo y su solución se aleja del maniqueísmo. San Agustín adopta la tesis neoplatónica que sostiene que el mar no es ser sino defecto o ausencia de ser y de bien, el mal no es nada positivo, solo es una privación del bien. Así, todos los aspectos “buenos” de la Creación proceden del Creador, siendo el hombre, que posee libre albedrío, el responsable del mal.
El libre albedrío es la posibilidad de elegir voluntariamente el bien o mal. Dios nos ha dado el libre albedrío para poder elegir hacer el bien y es la razón de que se castigue con justicia al que lo usa para pecar. Como consecuencia del pecado original y por estar el hombre sujeto al dominio del cuerpo, es difícil dejar de pecar. Por ello, solo la libertad, entendida como una gracia divina nos empuja a hacer el bien.
El pelagianismo sostenía que el hombre es naturalmente capaz de obrar virtuosamente sin necesidad del socorro de la gracia. San Agustín considera que sin la ayuda de Dios, el hombre se aleja del ser, verdad y amor; lo que es pecar y condenarse.