Fundamentos de la Moral: Un Análisis de las Teorías Éticas
FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL: TEORÍAS ÉTICAS
1. Clasificación de las teorías éticas
1.1. Éticas de la felicidad
Buscamos la felicidad por naturaleza. Las principales son:
- Eudemonismo (Aristóteles)
- Hedonismo (Epicuro)
- Utilitarismo (Bentham y Stuart Mill)
1.1.2. Éticas de la justicia
Libres para elegir nuestro comportamiento y respetar a los demás. Las principales son:
- Kant
- Ética discursiva (Apel y Habermas)
2. Éticas de la felicidad
2.1. Contexto histórico de la ética eudemonista de las virtudes
La virtud es entendida como excelencia del carácter. El virtuoso es el que se sitúa por encima de la media en alguna actividad, y pone esa excelencia al servicio de una buena causa.
2.2. Eudemonismo: La moralidad como forja del carácter
La bondad moral consiste en forjarse un buen carácter.
Cuando mejor se comporta un ser humano, más feliz es.
Las personas tendemos necesariamente a la felicidad.
La felicidad es considerada como el fin último de nuestra vida, pero no solo fin natural, sino también fin moral, porque alcanzarlo o no depende de que sepamos elegir los medios para llegar a ella y que actuemos según lo elegido.
Para forjarse un buen carácter no basta con saber lo que está bien y lo que no; es preciso que la persona se esfuerce por comportarse en consecuencia con ese saber, de manera que se convierta en una persona virtuosa.
Las virtudes morales son aquellas cualidades que sería deseable que tuvieran todas las personas.
Se considera que las virtudes se pueden entender mejor si las pensamos como el término medio deseable entre dos extremos indeseables, que serían vicios: uno por exceso y otro por defecto.
2.3. La prudencia como clave de la moralidad
Obrar moralmente es entonces lo mismo que obrar racionalmente, siempre que entendamos aquí por «razón» la razón prudencial, que nos aconseja elegir los medios oportunos para ser feliz.
La virtud más importante es la prudencia pues es al mismo tiempo una virtud intelectual, porque nos acerca a la verdad de las cosas, y moral, porque nos permite elegir con acierto.
Características de la persona prudente
- Al elegir, no tiene en cuenta solo un momento concreto de su vida, sino lo que le conviene en el conjunto de su existencia.
- Se propone siempre fines buenos, a diferencia de quien solo es hábil.
- Sabe aplicar los principios morales más generales
- Es capaz de deliberar acerca de qué deseos deben ser satisfechos porque su satisfacción proporcionará felicidad, y cuáles no.
2.4. Epicuro: El hedonismo clásico
Según Epicuro:
- Todos los seres vivos con sentimientos buscan el placer y huyen del dolor. Por lo que, el fin del comportamiento es el placer.
- La felicidad consiste en lograr el máximo de felicidad y el mínimo de dolor.
- La razón moral calcula las consecuencias de nuestras acciones, valorándolas desde el placer que nos proporcionan.
¿Quién obra moralmente?
- El que sabe calcular qué opciones proporcionarán consecuencias más placenteras y menos dolorosas.
- El que hace dicho cálculo teniendo en cuenta sus intereses particulares.
Tipos de placeres
- Negativos: Consisten en la armonía producida por ausencia de dolor en el cuerpo y ausencia de turbación en el alma
- Positivos: Producidos por una excitación que va más allá de eliminar el dolor.
2.5. Utilitarismo: el hedonismo moderno
Propone como meta moral lograr la mayor felicidad para el mayor número de seres vivos capaces de sentir dolor y placer. El placer es entendido como el bienestar de la mayoría.
Hume afirmaba que estamos dotados de unos sentimientos sociales que nos impulsan a preocuparnos por los demás. La base de estos sentimientos sociales estaría en la empatía.
Aprender a calcular las consecuencias
Bentham y Stuart Mill señalan que lo esencial para el comportamiento moral es aprender a calcular las consecuencias de nuestras decisiones
Bentham
Bentham cree que el placer puede medirse, porque según él todos los placeres son iguales en la cualidad, pero difieren en la cantidad. Para obtener la cantidad importan la intensidad, la duración, la proximidad y la seguridad
Mill
Mill considera que los placeres se diferencian también por la cualidad, y no solo por la cantidad, de modo que hay placeres superiores y placeres inferiores. Mill cree que la tarea de diferenciarlos corresponde a aquellas personas que han experimentado a lo largo de su vida ambos tipos de placeres, y considera que estas personas tienen por placeres superiores los intelectuales y morales (como el disfrute de las artes y las ciencias), mientras que desdeñan como inferiores los que más nos asemejan a los animales (como los de la comida, la bebida, la cama, etc.).
El utilitarismo de Mill considera que el bien supremo es el bienestar social.
Dos modos de utilitarismo
- Utilitarismo del acto
Consiste en preguntarse qué modo de actuar será preferible en cada caso particular, con vistas a la mayor felicidad del mayor número.
- Utilitarismo de la regla
Para conseguir la mayor felicidad del mayor número, es necesario que todos nos atengamos a las reglas generales de moralidad en las circunstancias normales, y que únicamente en circunstancias extraordinarias se realice el cálculo de consecuencias que puedan suponer el incumplimiento de una regla establecida.
3. Éticas de la justicia
Proponen como clave de la moral la dignidad humana y el respeto que a ella se debe.
3.1. La teoría ética de Kant
Por naturaleza, todos los seres vivos sentientes tienden al placer y que todos los seres humanos queremos ser felices, pero argumenta que los fines que queremos por naturaleza no pueden ser morales, porque no podemos elegirlos.
Se considera que solo son fines morales los que podemos proponernos libremente, y no los que ya nos vienen impuestos por naturaleza.
¿Cuáles son los fines morales?
Kant sostiene que las personas tenemos conciencia de que hay determinados mandatos que debemos seguir, tanto si el obedecerlos nos hace felices como si no.
¿De dónde surgen estos mandatos?
Surgen de nuestra propia razón y no de los deseos. Y un ser capaz de darse normas a sí mismo es, como su nombre indica, un ser autónomo. Tales normas no prometen la felicidad a cambio de ser cumplidas; solo prometen respetar la propia humanidad. De ahí que tales normas se expresen como imperativos categóricos, esto es, como mandatos incondicionados.
- Imperativo categórico: Aquellos que mandan hacer algo sin condición alguna
- Imperativo hipotético: Aquellos que mandan hacer algo como medio para conseguir algún fin que se desea.
La persona es un fin en sí misma
La razón descubre que ser persona es por sí mismo valioso, y que la meta de la moral consiste en querer serlo por encima de cualquier otra meta.
La razón humana es razón práctica, que orienta la acción de forma incondicionada por respeto a fines que son valiosos en sí mismos. Las personas son absolutamente valiosas, fines en sí, dotadas de dignidad y no intercambiables por un precio.
3.2. La ética del discurso
Apel y Habermas proponen continuar la tradición de la ética kantiana, pero superando sus insuficiencias.
Coinciden con Kant en que el mundo moral es el de la autonomía humana, es decir, el de aquellas normas que los seres humanos nos imponemos a nosotros mismos. Precisamente porque nos las imponemos nosotros, y no la naturaleza, podemos promulgarlas o rechazarlas, aceptarlas o abolirlas.
No están de acuerdo con la manera kantiana de entender la autonomía, porque Kant entiende que cada uno de nosotros ha de decidir qué normas cree que son propias de las personas, ellos consideran que deben decidirlo los afectados por ellas, después de realizar un diálogo en condiciones de racionalidad.
La racionalidad moral no es una capacidad monológica, que considera que cada persona se basta a sí misma para reconocer qué normas son morales, sino una razón práctica dialógica: una racionalidad comunicativa.
Las personas debemos llegar a la conclusión por medio de un diálogo en el que pueden participar todos los afectados por la norma que se discute, y debería concluir cuando se llegue al acuerdo (consenso) de que la norma es correcta –o no lo es– porque tiene en cuenta los intereses de todos –o porque no los tiene en cuenta–.
Saber comportarse moralmente significa, desde esta perspectiva, dialogar en serio a la hora de decidir normas, teniendo en cuenta que cualquier afectado por ellas es un interlocutor válido y como tal hay que tratarle.