Contexto Histórico del Pensamiento de Kant

La vida de Immanuel Kant se desarrolló durante gran parte del siglo XVIII, una época marcada por profundas transformaciones en la cultura europea. Desde el punto de vista político, los conflictos del siglo anterior se agudizaron, culminando en la Revolución Francesa de 1789. La sociedad, aún aristocrática, veía a la nobleza aferrarse a sus privilegios mientras la burguesía ascendía en poder, desafiando el absolutismo de monarquías como la prusiana, austriaca y rusa. Estos “despotismos ilustrados”, con su lema “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, chocaban con las aspiraciones de esta nueva clase social. El siglo XVIII, especialmente su segunda mitad, coincidente con la vida activa de Kant, fue un siglo de revoluciones.

La Razón y la Ilustración

Culturalmente, la razón protagonizó las transformaciones del siglo XVIII, influenciada por la revolución científica del siglo anterior. Los intelectuales creían en el poder de la razón para transformar el mundo. Surgía la idea de progreso: la humanidad dejaba atrás la “oscuridad” de la Edad Media, para resolver sus problemas a la luz de la razón. Este “siglo de las luces” o “de la ilustración”, como lo llamó Kant, representaba la “mayoría de edad de la razón”, bajo el lema “sapere aude!”. La filosofía gozaba de gran prestigio, incluso entre monarcas absolutistas. Sin embargo, autores como Rousseau se desmarcaban de este optimismo generalizado.

Transformaciones Sociales y Religiosas

El liberalismo, tanto económico como político, se abría paso en conflicto con las posturas absolutistas. La religión se transformaba, buscando un modelo sin dogmas, tolerante y respetuoso. Kant, crítico de la religión tradicional y sus supersticiones, compartía esta visión ilustrada. Se experimentaba un proceso de “secularización”: el mundo dejaba de ser un misterio divino para convertirse en el campo de acción de la razón humana.

La Síntesis Kantiana de la Ilustración

Filosóficamente, Kant representa la síntesis más madura de la Ilustración. Influenciado por el racionalismo, el empirismo y la física newtoniana, Kant no se decantó unilateralmente por ninguna. A través de Newton, comprendió que la filosofía, como la ciencia, debía basarse en la experiencia, aunque no en el sentido de Hume. Coincidía con Locke en que la razón no podía ir más allá de la experiencia, pero no compartía la conclusión de Hume de que la experiencia sensible no pudiera tener leyes generales.

El Problema del Conocimiento

Kant reflexionó sobre el método de la filosofía para ser una ciencia, cuestionando cómo era posible el conocimiento. Para entender su planteamiento, es crucial comprender su crítica a la metafísica racionalista, su concepción de la filosofía como un saber fundamentado en la razón (compartida con Wolf y Baumgarten), y su visión de la experiencia sensible como límite del conocimiento (influencia del empirismo británico). La tarea de Kant fue conciliar estas premisas, dando lugar a su “filosofía crítica”.

El Sujeto del Conocimiento

Kant revisó el papel del sujeto en el conocimiento, en contraste con el racionalismo. Para Kant, el sujeto ordena activamente la información de la experiencia sensible, y los principios de síntesis provienen de su modo de conocer. Sin embargo, esto no implica una concepción innatista: la realidad empírica no se deduce del “yo”, sino que se comprende desde nuestras estructuras de conocimiento. El “yo puro” racionalista da paso al “yo trascendental”: las cosas se amoldan a nuestro modo de conocer, pero existen independientemente de él.