Introducción

Desde las primeras líneas del Discurso del Método, el problema que encara Descartes, para salir de la parálisis en la que se encuentra la filosofía respecto del avance de la ciencia, es el de dirigir bien la razón para que ésta pueda alcanzar la verdad. Es decir, el objetivo de Descartes es encontrar verdades absolutamente ciertas que nos permitan fundamentar el edificio del conocimiento verdadero con absoluta garantía.

El Método y la Búsqueda de la Evidencia

El primer problema de cómo encontrar estas verdades nos lo solucionan los distintos pasos del método que están implícitos en el desarrollo de las matemáticas. Y una vez tenemos el método correcto, ahora lo que debemos hacer es aplicarlo a la metafísica para encontrar una primera evidencia que, a modo de axioma, sirva para fundamentar todo el sistema filosófico.

Así, pues, en primer lugar tendremos que encontrar una evidencia. Pero dado que la metafísica no trata de una parcela determinada del saber, como las matemáticas, sino del saber en general, del fundamento de todo el saber, habrá que buscar una evidencia que sirva no solamente para las matemáticas, sino para cualquier tipo de saber. Esto es, se necesita partir de un principio absoluto, de una evidencia absoluta.

¿Qué es una Certeza Absoluta?

¿Y qué es una certeza absoluta? Pues aquella de la que no se pueda dudar bajo ninguna circunstancia. Para encontrarla Descartes va a seguir el siguiente proceso: dudará metódicamente de todo hasta encontrar algo de lo que sea imposible dudar, y que, por tal motivo, sea absolutamente cierto.

Esta duda es, pues, metódica, no psicológica. Es decir, no se trata de que al individuo Renato Descartes le asalte de pronto la duda de si el mundo es real o es un sueño, de si sus procesos mentales están manipulados o no, o cualquier duda por el estilo. Se trata, por lo tanto, de coger todas nuestras certezas -o las de cualquier persona- y ver si podemos encontrar alguna razón, por extravagante que pueda parecernos, para ponerlas en duda. Si, pese a todos nuestros intentos, encontramos algo de lo que sea imposible dudar, esa será la certeza absoluta que andamos buscando. Y esto es lo que va a hacer Descartes a través de los pasos siguientes:

Pasos de la Duda Metódica

Duda de los Sentidos:

Está claro que los sentidos nos han engañado alguna vez, y aquello que nos ha engañado alguna vez es sospechoso de que pueda engañarnos más veces.

Duda de la Realidad:

Aunque los sentidos nos den datos falsos acerca de las cosas podemos seguir considerando, pese a todo, que estas son reales, existen. Pero Descartes sostiene que también es fácil dudar de la realidad de las cosas, a fin de cuentas todos hemos tenido alguna vez sueños vividos tan intensamente que nos parecen algo real, y podemos plantearnos si toda nuestra vida no será un prolongado sueño de gran intensidad (como hemos indicado no se trata de que Descartes de hecho dude de la realidad del mundo, sino de que puede plantearse tal duda y por lo tanto esa realidad no es la evidencia absolutamente segura que andamos buscando).

Duda del Entendimiento:

Ahora bien, incluso en los sueños hay cosas que se nos muestran como ciertas. Así, siempre vemos un triángulo como teniendo al menos 2 ángulos agudos, e igualmente 3 + 2 siguen siendo 5. De dónde podemos concluir que las verdades del entendimiento, las verdades que nos dan las matemáticas, resisten este proceso de duda, o, lo que es lo mismo, la duda afecta a la realidad sensible pero no al entendimiento mismo.

De momento parece, pues, que hemos encontrado esa certeza absoluta que estamos buscando, pero alguien podría preguntar todavía ¿y si por alguna extraña razón el entendimiento nos engañase siempre? Para ilustrar mejor esta duda Descartes la plantea de la siguiente manera: imaginemos, dice, un genio maligno muy poderoso, que me obliga a engañarme aún en los casos en que creo estar absolutamente cierto de algo.

La Duda Radical y el Cogito Ergo Sum

Con lo dicho hemos llevado la duda a sus extremos. La duda radical exigida por el método lleva a Descartes a rechazar el conocimiento en su totalidad: desde las percepciones más remotas, pasando por la existencia el mundo, hasta las mismas verdades matemáticas. No obstante, no podemos perder de vista que esta duda es provisional, exigencia del método, es decir, un camino para obtener la verdad absoluta y no una vía hacia el escepticismo que es precisamente lo que se pretende rebatir.

Efectivamente, será de la duda radical precisamente de donde extraerá Descartes la primera certeza absoluta: la existencia del sujeto que piensa, verdad que expresa en su célebre formulación pienso luego existo (cogito ergo sum). Esta verdad resiste toda duda por muy radical que sea. Todo lo que pienso puede ser falso, estoy convencido de que nada existe, incluso que las consideradas verdades matemáticas son errores de mi entendimiento provocados por un genio engañador. Pero de lo que no cabe duda es del hecho de que yo dudo, de que yo pienso. Mi existencia como sujeto pensante está, pues, más allá de cualquier duda. La certeza absoluta de que exista como ser pensante se convierte, pues, en el fundamento absoluto del saber, el primer principio del conocimiento que andábamos buscando.

Conclusión: La Duda como Elemento Esencial del Método

Con esto hemos cumplido el primer paso del método que Descartes aplica ahora a la metafísica. Tenemos una primera evidencia, un primer principio del que partir. Pero si la metafísica se limitase a esto sería un saber realmente pobre. Así, pues, Descartes se aplicará a demostrar que a partir de la existencia del yo, de mi pensamiento, se puede demostrar deductivamente que existe el mundo y que éste tiene unas determinadas características.

En conclusión, la duda se nos ha mostrado como elemento esencial del método, íntimamente ligada al principio de evidencia, es decir, al criterio de verdad que me permite decidir entre lo ontológicamente verdadero y lo ontológicamente falso, gracias a que la duda no me ha permitido aceptar como verdadero todo aquello que no se me presentase con claridad y distinción.