La Intuición Donadora como Fuente de Derecho para Todas las Afirmaciones Racionales

Tan solo una intuición puede corregir a otra intuición, no hay otra función de nuestra conciencia que pueda destruir la verdad y la evidencia de una intuición. Husserl afirmaba que la intuición es fuente de derecho para el conocimiento. Nos da el objeto con modos de auto-donación diferentes: inmediatos o mediatos. La conciencia vive en un permanente fluir temporal de actos muy diversos que se relacionan los unos a los otros, se apropian su sentido, se entrecruzan.

La intuición goza de dos órdenes: el epistemológico y el metodológico. Es donadora, nos da el objeto, es decir, nos da, es ella misma el hecho de dación; es ella la forma, la propiedad que tiene todo acto de conciencia en que algo se da a nuestra conciencia. Esta es la función central, que sea donadora, la que nos ponga en presencia de algo. Por ello puede ser la última fuente de derecho para todas las afirmaciones que hagamos sobre objetos que se dan a nuestra conciencia. La verdad y el sentido de todas nuestras proposiciones remiten a esta facultad de nuestra razón por la cual lo que se nos da en la intuición se nos da con la evidencia que se nos da. La percepción es la vivencia de un sujeto en la cual este tiene por dado en presencia originaria el objeto que percibe. Las proposiciones verdaderas deben responder a la exigencia de que lo que ellas anuncian admitan una adecuada legitimación fenomenológica: un cumplimiento mediante evidencia intuitiva. También estamos legitimados para hacer afirmaciones sobre lo dado implícitamente; sobre aquellos aspectos y horizontes del ente y del mundo co-dados en la percepción, no dados de modo directo o inmediato, sino mediato o latente. Se podrían hacer explícitos o latentes; tanto los aspectos y sentidos explícitos como los implícitos o co-dados del ente determinan su fenomenizarse, su hacerse presente a nosotros en nuestra conciencia. Toda evidencia predicativa del juicio se funda en una evidencia pre-predicativa de experiencia, en una auto-donación inmediata e intuitiva del ente. Todo ver sensible es inadecuado; toda intuición sensible puede llegar a corregir lo dado por otra. No ocurrirá con la eidética o de esencias, que va acompañada de una evidencia apodíctica.

La Fenomenología No es un Intuicionismo

El fenomenólogo trata de hacer justicia a las cosas convirtiéndose en un juez imparcial, en un espectador desinteresado de ellas. Quiere que sean ellas mismas las que se muestren tal como son en su donación intuitiva, antes de que podamos emitir juicio alguno sobre ellas. Cuando tenemos percepción de una cosa como tal o cual cosa, este acto es de una naturaleza compleja y uniforme. Cuando percibimos, lo hacemos de una cosa bien concreta. Esta aparece como inmediatamente presente a nuestra conciencia. La inmediatez corresponde con la presencia sensible de la cosa, de ese objeto de conciencia que está por esencia y naturaleza determinado y mediado por conceptos y significaciones. Se puede despojar de sus atributos y significaciones culturales, pero no del ente, de que sea algo, ya que cuando lo percibimos no podemos dejar de pensar que es precisamente algo, una cosa, un ente sensible. El fenomenólogo hurga en la percepción estudiando todos los niveles en que se constituye. Es un proceder analítico, reconstructivo: se parte del todo del acto concreto para conocer sus partes y elementos, forma o estructura. En el nivel de la experiencia perceptiva es donde opera la ciencia, es decir, en el nivel constitutivo de la realidad. Del análisis intencional se hará una analítica constitutiva.

El Tribunal del Tiempo y el Tribunal del Otro

Toda intuición sensible es inadecuada por su misma naturaleza. La experiencia de las cosas siempre deja abierta la posibilidad de ulteriores experiencias y de nuevas determinaciones de la cosa, que pueden ratificar o modificar nuestro stock de evidencias y conocimientos familiares tipificados sobre los entes y sobre el mundo. El tiempo se convierte en tribunal de todas nuestras intuiciones. Toda experiencia intuitiva es teorética y teleológica; las experiencias que tenemos de las cosas se asocian entre sí, se completan, se corrigen y matizan su sentido y su evidencia unas respecto de las otras, posibilitando que la vida toda de conciencia y todas sus experiencias tiendan en el horizonte del tiempo a una evidencia cada vez más perfecta. Entrarían aquí dos actos nuevos de conciencia: el de imaginación y sentimiento. En el ámbito de la vida emocional rige la teleología que gobierna toda nuestra vida racional. Los actos sentimentales se matizan unos a otros, corrigen o confirman unos a otros sus respectivas evidencias y permiten unos sentimientos cada vez más adecuados y perfectos. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de llevar sus experiencias presentes ante el tribunal del tiempo (el futuro me ofrece la oportunidad de confirmar la verdad, evidencia o valoración que yo he realizado) y ante el tribunal del otro (yo puedo compartir evidencias perceptivas y axiológicas sobre las cosas, estados de cosas o sobre el mundo en cuanto realidad omniabarcante). La verdad plena y acabada sobre el mundo es una ingenuidad, un ideal para la razón humana. Poder rectificar y curar los posibles engaños y equivocaciones es la posibilidad más grande que puede poseer la finita razón humana. El objeto de conciencia que tenemos con la intuición esencial es la esencia. Todo lo que es en este mundo espacio-temporal es contingente, bien pudiera existir o existir en otro tiempo o de otra forma a la que existe. El ente individual tiene su esencia peculiar. La contingencia demanda la esencia, ya que es el fundamento ontológico que posibilita que cada cosa sea tal cosa y no otra.