Cultural. Ortega y Gasset (1883-1955) ofrece en el tema de nuestro tiempo un diagnóstico de la situación de Europa en su época. En 1875, el golpe de estado del General Martínez Campos proclama a Alfonso XII rey de España, dando comienzo a la Restauración Borbónica. El nuevo sistema, que sustituye a la Primera República, los partidos conservador y liberal se alternan en el poder de manera pactada sirviéndose de los caciques. Tras la muerte de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, Alfonso XIII da continuidad desde 1902 a este sistema político que vive separado de la sociedad e impide la participación del resto de fuerzas. Síntoma de la crisis en los desastres del 98: la liquidación del Imperio español sume a la sociedad en el pesimismo, con una esperanza de vida de 34 años. La escasa industria se concentra en el País Vasco y Cataluña, mientras el 70% de la población vive en el campo en condiciones miserables. La única salida es la emigración. La Gran Guerra traumatizó a Europa. Aunque España no participó, la demanda europea encareció los productos, perjudicando a obreros y campesinos, aumentando la conflictividad social. A esta tensión sociopolítica se suma en 1921 el Desastre Anual. Esta situación provocó la desconfianza hacia los partidos tradicionales y abonó el campo a los totalitaristas. Es el miedo que trasluce Ortega en el tema de nuestro tiempo. En España se produce el golpe de estado de Primo de Rivera que abre una dictadura de casi 8 años a lo que Ortega se enfrentará. Sin embargo, este periodo de crisis socio-política coincide con la Edad de Plata de la cultura española; Gaudí en arquitectura, Falla en música, Cajal en ciencia componen una riqueza solo comparable al Siglo de Oro. En este contexto cultural, Ortega da continuidad a los movimientos que aspiran a resolver los males de la patria, el regeneracionismo, renovación pedagógica o Generación del 98. Nuestro autor sostiene que para resolver los males de España, es necesario dotarle de una capacidad científica, de una competencia. Filosófico. Inicialmente, Ortega encuentra en Alemania la fuente de esa competencia: la ciencia al neokantismo. Sin embargo, pronto abandonará ese modelo, pues participa del idealismo al que va a considerar causas de la crisis de la modernidad. La superación del idealismo no era para Ortega solo una cuestión filosófica sino la solución a los problemas de España y Europa. Según nuestro autor, si el principio de racionalidad con el que nace la Edad Moderna es superado por otra idea más básica, se abrirá una nueva época. El vitalismo de Nietzsche y la fenomenología de Husserl serán decisivos en la configuración de la propuesta de Ortega para superar el idealismo. Del primero asumirá su concepción perspectiva de la verdad y la defensa de los valores vitales evitando su irracionalismo y su relativismo. Por eso, al vitalismo nietzscheano, Ortega enfrentará su raciovitalismo. De Husserl heredó la preocupación por hacer que la filosofía descansara en un fundamento firme descubierto a partir de una reflexión autónoma. Para la fenomenología, dicha realidad radical será la conciencia, mientras que para Ortega lo será la vida. Los existencialistas de Heidegger y Sartre, autores que Ortega enmarca en su generación, la del 14, configuran su contexto filosófico, guardando una clara afinidad. Ortega comparte con Sartre la idea de que el ser humano carece de naturaleza, puesto que según nuestro autor la vida es un quehacer. También coinciden al afirmar que el hombre es un náufrago en la existencia y que continuamente tiene que decidir la vida que ha de vivir. Finalmente, señalamos que la influencia del historicismo de Dilthey fue decisiva en el concepto orteguiano de razón vital e histórica. También recoge que este autor su concepción de la vida como realidad radical y como elemento de lo que hay que partir para entender al hombre. No se puede explicar a través del método propio de las ciencias de la naturaleza.

Relación con otras posiciones filosóficas. La realidad. Según Nietzsche, no hay más realidad que la vida. Los conceptos con los que la filosofía ha descrito el mundo son vacíos, no recogen nada de lo real, que se caracteriza por ser devenir. La realidad para cada hombre es su vida. Ortega acepta el perspectivismo de Nietzsche despojándolo de su relativismo e irracionalismo. La perspectiva es el principio organizador de la realidad. El conocimiento. Nietzsche defiende que la razón nos engaña porque nos presenta un mundo estático, inexistente. Los sentidos son el único instrumento de conocimiento válido. Por tanto, el conocimiento es relativo a cada sujeto (relativismo). Frente a este irracionalismo y relativismo, Ortega propone una concepción perspectiva. Es cierto que cada sujeto conoce desde su punto de vista, desde una razón inscrita en su circunstancia. Lo que conoce es verdadero aunque no toda la verdad. Por tanto, la realidad completa nunca será conocida porque presenta tantas perspectivas cuantos seres somos. El ser humano. Para Nietzsche, la vida humana es esencialmente inconsciencia e instinto. Los únicos valores que debe alimentar son los vitales. El hombre, definido como un ser que busca colores absolutos, es una ilusión del racionalismo y cristianismo que niegan los rasgos propios de la vida. Se condena al ser humano a que viva de un modo antivital.