La Recuperación Económica en los Años 20 (1925-1929) pareció un periodo próspero que mereció el título de “los felices años 20”. En Inglaterra, el proceso de recuperación fue desfavorable. Para W. A. Lewis, no hay ningún interludio de prosperidad, mientras que para Kindleberger, el país estaba sumido en el estancamiento durante todo el periodo. Aunque parece excesivo, el progreso fue irregular. El problema principal fueron las débiles exportaciones, debido a unos costes altos e inflexibles provocados por una moneda sobrevaluada. Otros problemas: muchas exportaciones británicas consistían en productos cuya demanda iba en descenso o aumentaba muy despacio; la estructura y composición de la industria exportadora y sus mercados también constituían una desventaja.

En Francia, se eligió una política para su moneda de no recuperar la paridad de preguerra, y así, su divisa quedó subvalorada, lo que influía favorablemente. En los sectores industriales, se hicieron avances significativos, mejorando la capacidad en metalurgia, química e ingeniería, así como en los niveles técnicos de los nuevos equipos como el hierro, la minería y el acero. Además, hubo una mejora por la recuperación de la región fronteriza de Alsacia-Lorena. Incluso en los sectores industriales nuevos (químico-sintético, eléctrico y automóvil) se dio un salto adelante notable. La industria del automóvil fue un ejemplo de modernas técnicas de producción en masa; Francia registró las cotas de fabricación y exportación de automóviles más altas de Europa, superada solo por EE.UU. Esto significa que las industrias derivadas también mantuvieron ese nivel de crecimiento. El empresario A. Citroën se inspiró e imitó los métodos de H. Ford en sus fábricas y estableció métodos de marketing a gran escala para dirigir las ventas a un mercado de masas.

En Alemania, había que reconstruir, renovar y reorganizar equipos y plantas industriales que fuesen suficientes; además, tenía el reto de dar un gran empuje a las exportaciones. A todo ello hay que sumar el problema de la escasa liquidez, por lo que hubo que recurrir a capital extranjero, que al menos mitigó la necesidad de inversiones. Los resultados fueron impresionantes y el progreso, partiendo desde la desventaja, fue más notable en los sectores de bienes de capital pesado y las nuevas industrias de base científica, menos en bienes de consumo. Los grandes incrementos de capacidad iban acompañados de una intensa mecanización y racionalización (en 1928, el 28% de la minería del Ruhr estaba mecanizada). El rasgo especial fue la extensa racionalización de instalaciones productivas con la consiguiente eliminación de plantas y puestos que fuesen poco eficientes. En gran medida, dominaron los procesos de enormes cárteles, muchos de los cuales ya tenían una prolongada historia y que en los años 20 aparecieron con compañías más espectaculares (IG Farben, Siemens, Vereinigte Stahlwerke).

EE.UU. es el ejemplo más brillante del boom de los 20. El auge industrial provocó:

  • Una intensa urbanización.
  • Éxodo rural.
  • Industria de la construcción próspera (se inventan los elevadores y se construyen edificios de decenas de plantas, lo que se ve como símbolo de energía y superación, como el Empire State).
  • Aumento del consumo de electricidad.
  • Mejoras basadas en mayor productividad.
  • Abaratamiento de los precios.
  • Expansión de la industria de los electrodomésticos.

Este país, por primera vez, es el ejemplo del consumo de masas. El ejemplo más destacado de esa reactivación es la industria del automóvil, base del boom de los bienes de consumo duradero. La producción de vehículos se triplicó, alcanzando más de 25 millones de turismos. Esto fue posible por el aumento extraordinario de la productividad; en el caso de la primera fábrica de Ford, se tardaba 14 horas en fabricar un coche, en 1914 (con la cadena de montaje) se tardaba 1.5 horas, y en 1925 lanzaban un automóvil cada 1.5 minutos.

Hacia 1927-28, la economía internacional tenía ya una situación precaria, tanto en la economía financiera (dado los desajustes que produce la estabilización) como en la economía real. Un ejemplo de ello es la tensión deflacionista que estaba presente en los primeros países productivos. Aquí, los gobiernos y asociaciones trataron de apoyar los precios de los artículos más demandados (trigo, azúcar, caucho, café, cobre, estaño, nitratos, etc.) mediante medidas como la reducción de cantidades al mercado. Esta debilidad latente es el ambiente en el que se desencadena la Gran Crisis, que empieza en octubre de 1929. Esta crisis comenzó por el crack bursátil que estalla en Wall Street el jueves negro, adquiriendo rápidamente dimensiones mundiales, con una duración e intensidad como no se había conocido en la economía capitalista.