Conflicto y Revolución: La Guerra Civil Española (1936-1939)
La Guerra Civil Española (1936-1939): Causas, Desarrollo y Consecuencias
Introducción
La Guerra Civil Española ha sido uno de los temas más tratados de la historia contemporánea de España. Curiosamente, aunque poco después de finalizar la Guerra Civil comenzó la Segunda Guerra Mundial, esta última no ha merecido la misma atención que la guerra de España. En este conflicto se pusieron de manifiesto dos formas distintas de concebir la vida. Sin embargo, este asunto ha suscitado gran cantidad de controversia y polémica; la información publicada suele no ser de buena calidad y objetiva. La Guerra Civil sigue suscitando recelos y siguen existiendo aspectos discutidos o poco claros.
El Inicio de la Guerra: Los Primeros Días
La conspiración contra el régimen del Frente Popular fue obra, en su mayoría, de militares afectos a la Unión Militar Española (UME). Se pensó en Sanjurjo para ponerse al frente del alzamiento, pero entretanto el general Emilio Mola, un republicano inteligente, cumplió las funciones de director. La idea central era la de un golpe militar que implantase el estado de guerra, acabando así con la anarquía del Frente Popular. Pero determinados sectores de la derecha, carlistas y militantes monárquicos, aconsejaron a Mola admitir civiles en la conspiración, por lo que ya no sería un golpe sino una guerra civil de grandes consecuencias.
Los primeros días de la guerra van desde el 17 hasta el 21 de julio de 1936, el cual se adelantó tras el asesinato de Calvo Sotelo.
El gobierno estaba enterado de todo, y envió guarniciones a los mandos más sospechosos y aseguró con jefes adictos las tres fuerzas en ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Bilbao. La Guardia de Asalto y las demás fuerzas de seguridad se mantuvieron fieles al régimen.
Las sospechas de las autoridades del Protectorado de Marruecos hicieron que los conspiradores solo tuviesen la alternativa de sublevarse el 17 de julio para no ser descubiertos. Por ello, se hizo de forma dramática e irregular.
El alzamiento fracasó en Málaga, Alicante, Valencia, Bilbao y otras muchas zonas del centro, norte y Cataluña. En Toledo, Granada, Oviedo y Gijón sus fuerzas quedaron cercadas muy pronto. Parte de las guarniciones de Madrid y Barcelona se sublevaron demasiado tarde y esto le costó la vida a los generales Fanjul y Goded. En muchas zonas, el movimiento fracasó y además, el avión que llevaba a Sanjurjo a España desde Lisboa para dirigir el alzamiento se estrelló. En estos primeros días hubo una gran confusión en España; no se podía asegurar quién había triunfado, si el gobierno o los autores del Movimiento. Finalmente, los gobernantes se hicieron cargo de la situación y el primer ministro, Giral, accedió a armar las milicias obreras. A la revolución de los nacionales les sucedió la revolución roja.
Hacia el 25 de julio, se comprobó que la sublevación no había triunfado ni fracasado, pero fracasaron los intentos de conciliación debido a la diferencia en sus ideas, por ello, no hubo otra salida que la guerra civil.
Los sublevados controlaban territorios periféricos y los republicanos ejercían un dominio del mar. En cuanto a los recursos, los republicanos fueron los principales beneficiarios, en contra de los nacionales.
El aparente equilibrio de fuerzas hizo ocultar en un principio el problema de la dirección política en zona republicana. La sublevación militar había desencadenado un proceso revolucionario de la clase trabajadora que rompió la estructura misma del Estado republicano.
En cuanto a la cuestión internacional, la Guerra Civil dividió a las potencias extranjeras en relación a un bando u otro. La República contó con el apoyo de Francia en un principio, pero a iniciativa de los ingleses, se creó un comité de neutralidad y no intervención que impidió la ayuda de las democracias a la República, por lo que fue la Unión Soviética quien más apoyó a la República en este sentido. Los intelectuales se movilizaron a favor de la República y, algunos de ellos, como George Orwell, Hemingway y Robert Capa participaron en ella.
Franco contó con el apoyo germano-italiano desde el 18 de noviembre de 1936 y estos hicieron posible el traslado del ejército español de África hacia la península.
La Guerra de Movimientos
La etapa que va desde agosto a octubre de 1936 se caracterizó por los grandes avances nacionales, aventurándose el fin de la guerra para finales de año. En la zona norte, Mola conquistó Guipúzcoa; en el sur, Queipo de Llano conquistó Córdoba, Granada y Huelva.
Hasta septiembre, los nacionales no pudieron traer lo mejor de sus tropas de África. Franco se puso al mando de estas, organizando una ofensiva en una doble dirección:
- a) La ocupación de Extremadura para enlazar con Mola.
- b) La conquista de Madrid por la ruta del Tajo.
El 24 de julio se organizó una Junta de Defensa Nacional en Burgos presidida por el general Miguel Cabanellas, aunque esta tenía fines provisionales y se necesitaba el mando único en la dirección de la guerra. Franco fue el candidato más cualificado ya que Sanjurjo había fallecido y Mola era de inferior rango. Además, obtuvo gran éxito al conquistar Toledo, condujo el ejército más importante que era el de Marruecos. La Junta de Defensa se reunió y decidió que Franco asumiese la Jefatura del Estado, por lo que Cabanellas le transmitió poderes. Franco en su discurso dijo que organizaría un nuevo Estado totalitario en el que se rechazasen la participación democrática y el sindicalismo y, por otra parte, anticipó medidas sociales para garantizar los salarios y la participación de los obreros, el deseo de un concordato con la Iglesia católica aunque seguiría siendo un Estado aconfesional e hizo énfasis en la unidad de España.
No se habló de una vuelta a la monarquía y el 2 de octubre se nombró una Junta Técnica de Gobierno en la que se encontraron antiguos colaboradores de Primo de Rivera.
La Iglesia apoyó al régimen de forma prácticamente unánime y la guerra fue considerada una cruzada por la religión, la patria y por la civilización.
Tras la conquista de Toledo, comenzaron las operaciones en Madrid, en la cual el bando republicano se había organizado y en esos momentos era presidente de gobierno Largo Caballero, que contaba con la colaboración de Indalecio Prieto. Este organizó y proporcionó efectividad al ejército.
El encargado de la defensa de la capital, el general Miaja, cedió terreno para agrupar mejor sus tropas y poder defender mejor la ciudad. En esto, tuvo cierta importancia la participación de las Brigadas Internacionales que fueron promovidas principalmente por los comunistas.
El hecho es que las fuerzas nacionales fueron progresando lentamente, quedando los combates estabilizados en noviembre. Se había pasado a una guerra de posiciones o a una guerra larga, dura y de resultado incierto.
Las Nuevas Condiciones
El nuevo planteamiento obligó a ambos bandos a emprender una reorganización de los mismos, desde un punto de vista político y de dirección y también en el tema de abastecimientos. Estas nuevas condiciones hicieron más difícil la victoria de uno y otro bando, pero los nacionales supieron aprovecharlas mejor. La estrategia militar del bando republicano fue romper el equilibrio a base de grandes ofensivas. El problema residió en la ineficacia del ejército ya que se requería una coordinación de la que no disponían. Franco consiguió plenamente los objetivos militares y, aunque su estrategia no resultó tan espectacular como la de los republicanos, fue más realista.
La Liquidación del Frente Norte
Tras la resistencia de Madrid (1937), Franco llevó la acción al Frente Norte, dominando la cornisa cantábrica y acumulando más medios y el control de importantes zonas mineras e industriales. Por ello, en abril comenzó la ofensiva y para mayo las tropas nacionales entraron en Bilbao, tras romper el célebre Cinturón de Hierro.
En la primavera de 1937 estalló una guerra civil dentro de la guerra civil, debido a un enfrentamiento en Barcelona de las milicias de la CNT y del POUM, partido filotrotskista, y las fuerzas de orden público de la Generalidad. La insurrección se consiguió dominar, Largo Caballero dimitió y fue reemplazado por Juan Negrín. Los comunistas fueron los que comprendieron la total unificación política y militar del bando republicano.
Por estas fechas, el general Miaja decidió poner en marcha la gran ofensiva republicana de Brunete, al oeste de Madrid, con el fin de aliviar la presión del frente norte. Aunque Miaja consiguió el efecto sorpresa y la penetración por el centro, tras sufrir duras pérdidas, decidió suspender el ataque fracasando la gran ofensiva.
Los nacionales reanudaron las operaciones en el norte a comienzos de agosto con fuerzas poco numerosas pero suficientes, de manera que el general Dávila hizo caer a Santander el 26 de agosto. Quedó pues el fuerte bastión de Asturias, pero en este momento los republicanos lanzaron la segunda de sus grandes ofensivas. En la zona del Ebro, frente a Zaragoza, los republicanos pusieron en marcha un amplio despliegue de tropas y medios hasta entonces desconocidos, quedando los nacionales prácticamente arrollados. Sin embargo, la fuerte resistencia en Belchite hizo fracasar la ofensiva e imposibilitó su avance.
A principios de octubre, los nacionales reanudaron la liquidación del Frente Norte, atacando la línea fortificada de Asturias. A pesar de la defensa de los soldados entraron en Gijón, por lo que el Frente Norte dejó de existir. Fue una victoria decisiva y proporcionó ventajas en todos los sentidos ya que era una zona de enorme importancia minerometalúrgica y de esta manera desapareció un segundo frente. El socialista Indalecio Prieto a partir de estos momentos concluyó que los republicanos habían perdido la guerra.
La Batalla del Ebro
A mediados de diciembre de 1937, los republicanos lanzaron la tercera de sus grandes ofensivas, en la zona de Teruel. Tras un mes de resistencia, consiguieron dicha capital y, aunque las columnas de socorro llegaron tarde, cayó en febrero siendo defendida por los republicanos con gran tenacidad. La tercera ofensiva fracasó también y nunca se comprenderá el sentido de esta batalla dura por uno de los terrenos más inútiles de España.
La siguiente iniciativa la tomó Franco que decidió aislar Barcelona de Cataluña. En marzo de 1938 comenzó la gran ofensiva de Aragón y se volvió a la guerra de movimientos. Primero se rompió el frente de Zaragoza, cayendo Caspe, Alcañiz y, a continuación, Lérida, el 3 de abril. El centro de la ofensiva se desplazó pues al Maestrazgo, permitiendo la llegada de nacionales al Mediterráneo. La España republicana quedó partida en dos.
Fue en este momento cuando los republicanos reaccionaron y en el verano de 1938, los republicanos tenían superioridad sobre los nacionales gracias a la ayuda incondicional de Rusia.
El general Rojo planteó una ofensiva en Extremadura para dividir la zona nacional, pero los asesores soviéticos impusieron su criterio de operar de nuevo en el sector del Ebro. Rojo pretendió atacar a los nacionales en la zona de la desembocadura del río para que quedase el frente roto. El ataque se inició el 24 de julio, siendo arrolladas las defensas nacionales. Los nacionales, que habían recobrado una mayor movilidad, decidieron retirar a tiempo las tropas de otros frentes por lo que la situación quedó equilibrada para agosto.
La batalla del Ebro se prolongó varios meses y los republicanos sufrieron importantes daños. El 16 de noviembre quedó restablecida la situación del 23 de julio. Las pérdidas fueron muy grandes por ambas partes, pero lo mejor del ejército republicano dejó de existir.
La Victoria de Franco
Tras la dura batalla del Ebro, ambos bandos quedaron agotados, pero la zona republicana había sufrido más que la otra. Había un desorden total y hambre en la población. La guerra estaba decidida, por lo que las potencias europeas decidieron retirar sus fuerzas. Tan solo Negrín y sus asesores comunistas creyeron que la guerra podía prolongarse si estallaba un conflicto internacional. Después de una etapa de recuperación, los nacionales lanzaron su ofensiva sobre Cataluña, hundiéndose todo el frente a comienzos del 39. De esta manera el frente se rompió en Lérida, el 14 de enero ocuparon Tarragona, el 26 Barcelona por parte del general García Valiño y el 5 de febrero Gerona. A raíz de esto, comenzó el exilio por parte de republicanos a Francia. Azaña huyó a Francia y renunció a la presidencia de la República, mientras que el gobierno de Negrín quedó confinado al triángulo Valencia-Madrid-Almería, sin otra esperanza que el estallido de una guerra mundial.
En Madrid se dio una batalla entre los militares partidarios de negociaciones de paz y los comunistas. Vencieron los primeros dirigidos por el teniente coronel Casado, quien formó un Consejo Nacional de Defensa y el ministro Julián Besteiro pidió la rendición incondicional del gobierno de Burgos, pero fue rechazada.
El 26 de marzo los nacionales rompieron el frente de Toledo, sin encontrar resistencia, y, el 28 de marzo, cayó Madrid, el 30 Valencia y, al día siguiente, las últimas capitales Murcia y Almería. El 1 de abril, el cuartel general del Generalísimo publicó su último parte: “la guerra ha terminado”.
Conclusión
La Guerra Civil de 1936-1939 ha sido una de las mayores catástrofes de nuestra edad contemporánea.
Es difícil establecer un cálculo de víctimas. El número de ejecuciones fue muy alto, por encima de los 100.000. Víctima muy especial de esta represión fue la Iglesia; pudieron morir más de 7.000 religiosos y más de 20.000 templos fueron incendiados. En cuanto a los exiliados, podrían cifrarse unos 200.000 permanentes, lo que incluía a la mayor parte de la clase política.
Las pérdidas materiales fueron muy cuantiosas: más de 250.000 edificios destruidos, centenares de pueblos arrasados, fábricas desechas, campos esquilmados y las reservas del Banco de España cedidas o llevadas por los vencidos a Rusia y a México. España en 1939 volvía al nivel económico de 1910.
Sin embargo, las heridas morales fueron mucho más grandes y difíciles de medir. Tardaron en cicatrizar y los odios, en muchos casos, quedaron latentes. España ha tardado mucho tiempo en recuperarse de las mismas e incluso hoy en día el fantasma de la guerra civil es algo que ha estado muy presente y que tuvieron en cuenta las personas que hicieron posible la transición tras la caída del régimen franquista.