De la Revolución Gloriosa al Desastre de Annual: España 1868-1923
El Sexenio Democrático (1868-1874)
El Sexenio Democrático (1868-1874) comenzó con la Revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, impulsada por el almirante Topete y los generales Prim y Serrano. La crisis económica de 1866, la corrupción política y el favoritismo de Isabel II hacia los moderados habían radicalizado a los progresistas y favorecido la firma del Pacto de Ostende (1866), que selló la alianza entre progresistas y demócratas para derrocar a la monarquía borbónica. El levantamiento en Cádiz se extendió rápidamente con el apoyo de juntas revolucionarias en todo el país. La reina, al ver el avance de la revolución, se exilió en Francia.
Tras el triunfo revolucionario, se instauró un gobierno provisional que implementó importantes reformas: se decretó la libertad de cultos, el sufragio universal masculino, la supresión de órdenes religiosas como los jesuitas y la desamortización de bienes eclesiásticos. En 1869, las Cortes Constituyentes redactaron una nueva Constitución, que establecía una monarquía democrática basada en la soberanía nacional, la división de poderes, un Parlamento bicameral y una amplia declaración de derechos y libertades, siendo la más avanzada hasta ese momento en España.
Sin un monarca en el trono, el general Serrano asumió la regencia, mientras Prim lideraba el gobierno y buscaba un candidato para ocupar el trono. Se descartó a Alfonso, hijo de Isabel II, por su juventud, y se barajaron varios nombres de casas reales europeas, como Leopoldo de Hohenzollern y Amadeo de Saboya, además del pretendiente carlista Carlos VII. Finalmente, tras intensas negociaciones, la elección recayó en Amadeo de Saboya, quien asumiría el trono en 1871.
Mientras se buscaba un nuevo monarca, surgieron varios problemas que desestabilizaron el Sexenio. En 1868, la insurrección cubana liderada por Carlos Manuel de Céspedes inició la Guerra de los Diez Años, un conflicto que se convertiría en uno de los principales desafíos para España. Paralelamente, el carlismo resurgió con fuerza, reivindicando los derechos al trono de Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro. Además, los republicanos rechazaron cualquier intento de restaurar la monarquía, incluso bajo un modelo liberal y democrático, lo que añadió más tensión política al periodo.
La Monarquía de Amadeo de Saboya (1870-1873)
A fines de 1870 se solucionó la cuestión del rey, un hecho vital para garantizar la estabilidad. Gracias a las gestiones de Prim, la casa de Saboya presionó a don Amadeo (hijo de Víctor Manuel II, rey de Piamonte que protagonizó la unificación italiana) para que aceptara el trono de España. Este aceptó y, finalmente, las Cortes lo eligieron rey a mediados de noviembre. Los resultados fueron muy ajustados. Fue el único rey de España elegido por el parlamento.
Cuando Amadeo conoció esta decisión, embarcó rumbo a Cartagena, donde llegó el 30 de diciembre. Fue entonces cuando se enteró de que Prim había sido tiroteado tres días antes en la madrileña calle del Turco. Esta circunstancia hizo que, desde el principio y sin su principal valedor, Amadeo se sintiera desamparado.
El fracaso de la monarquía de Amadeo se debió a las siguientes causas:
- La desaparición de la figura de Prim, principal apoyo de Amadeo.
- La oposición de las fuerzas monárquicas tradicionales alineadas con el carlismo.
- El nuevo partido Alfonsino promovido por Cánovas del Castillo.
- Un republicanismo federalista que ganaba terreno.
- Agitaciones obreras.
- La crisis colonial de Cuba.
Después de repetidas crisis de Gobierno, Amadeo entregó su acta de abdicación el 11 de febrero de 1873. Inmediatamente, el Congreso y el Senado dispusieron la proclamación de la República. Muchos votos provenían de fuerzas no republicanas.
La Crisis de 1917
La llamada crisis del verano de 1917 consistió, en realidad, en tres movimientos que coincidieron en el tiempo pero no conectaron entre sí. Todo comenzó con un movimiento de los militares, seguido de otro de la burguesía y acabó con el del proletariado. Tras la crisis de 1917, la monarquía quedó en pie, pero quebrantada. Podemos estructurar la crisis de la siguiente manera:
- Las Juntas de Defensa: surgieron por la reintroducción en 1910 de los ascensos por méritos de guerra (suprimidos a raíz de las guerras de Filipinas y Cuba por los grandes abusos cometidos). Ahora las posibilidades de ascenso estaban en Marruecos, donde además se cobraban sueldos más altos. Los objetivos principales de las Juntas de Defensa eran oponerse al ascenso por méritos de guerra y solicitar una subida de sueldo. Finalmente, se aprobó la ley del ejército (1918), que trajo la subida de los sueldos y la regulación de los ascensos. De esta manera, el ejército volvió a convertirse en pilar de la monarquía y del gobierno.
- La Asamblea de Parlamentarios: las Cortes españolas estaban cerradas desde febrero de 1917 por temor a que se plantearan los numerosos problemas que asolaban al país (inflación, desprestigio del turnismo, Juntas de Defensa, etc.). Fue entonces cuando Cambó, al frente de la Lliga Regionalista, decidió presionar para que se abrieran las Cortes. Como la respuesta fue negativa, procedió a convocar en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios compuesta por diputados y senadores catalanes. También expresó la voluntad de Cataluña de obtener un régimen de amplia autonomía y la conveniencia para España de una organización estatal sustentada en autonomías. Finalmente, el gobierno disolvió la asamblea.
- La Huelga General Revolucionaria de agosto de 1917: convocada por la UGT, el PSOE y la CNT (anarcosindicalistas). Hubo huelgas en las principales poblaciones industriales. Los huelguistas se enfrentaron al ejército, llegando a haber muertos y heridos. Ante la grave situación de crisis, Alfonso XIII decidió sustituir al presidente del gobierno, el político conservador Eduardo Dato, por el liberal García Prieto, que presidió un gobierno de concentración nacional en el que también entró Cambó.
El Fin de la Restauración y el Desastre de Annual (1918-1923)
Entre 1918 y 1923, España atravesó una de sus crisis más profundas, marcando el final del sistema de la Restauración. La crisis de 1917 debilitó la monarquía parlamentaria y dejó en evidencia la incapacidad del turno de partidos para gobernar con estabilidad. Se intentó sostener el régimen con gobiernos de concentración, pero estos fueron fugaces e ineficaces. Al mismo tiempo, la posguerra mundial sumió a Europa en una crisis económica que en España generó inflación, desempleo y un aumento de la conflictividad social. El auge del sindicalismo llevó a huelgas masivas, destacando la de La Canadiense en 1919, que paralizó la industria catalana y consiguió la jornada laboral de ocho horas. Además, la Revolución Rusa de 1917 despertó esperanzas en sectores obreros, provocando divisiones en el PSOE y la escisión de un grupo que fundó el Partido Comunista de España en 1921.
Paralelamente, la cuestión de Marruecos fue otro foco de conflicto. España, interesada en mantener su presencia colonial, había obtenido el protectorado del norte marroquí tras la Conferencia de Algeciras (1906), mientras que Francia controlaba el sur. Sin embargo, la resistencia rifeña generó enfrentamientos desde el principio. La imposición del servicio militar obligatorio para combatir en Marruecos provocó la Semana Trágica de Barcelona (1909), con violentas protestas contra la guerra. Ese mismo año, la batalla del Barranco del Lobo cerca de Melilla terminó en una derrota para España, con más de 150 muertos. En 1912, con el Tratado Hispano-Francés, se consolidó el protectorado español con capital en Tetuán, pero la resistencia rifeña persistió.
El punto más crítico se alcanzó en 1921 con el desastre de Annual. Bajo la presión de Francia y con el objetivo de fortalecer la presencia española, el general Silvestre avanzó sus tropas sin una estrategia clara. Abd el-Krim organizó la resistencia rifeña y, tras la ocupación de Annual, los españoles se retiraron en desorden, lo que derivó en una masacre en la que murieron cerca de 14.000 soldados. Esta derrota golpeó a la opinión pública y minó la autoridad del rey Alfonso XIII, quien había apoyado la campaña. La crisis política se agudizó, debilitando aún más al sistema de la Restauración. Finalmente, en 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera, se llevó a cabo el desembarco de Alhucemas, una operación militar exitosa que puso fin a la guerra en Marruecos y aseguró el control español en la región.