El Reinado de Alfonso XII: El Sistema Canovista y la Constitución de 1876
El Reinado de Alfonso XII: El Sistema Canovista y la Constitución de 1876
El Restablecimiento de la Monarquía
Tras el golpe del general Pavía, en 1874, se estableció un gobierno provisional que fue una dictadura militar del general Serrano. Se concentró en sofocar los focos cantonalistas, anular la oposición republicana y prohibió las organizaciones obreras. Pero a lo largo del año crecía el apoyo a la causa alfonsina entre las clases medias, los hombres de negocios y el Ejército.
El 1 de diciembre, el príncipe Alfonso, de 17 años de edad, firmaba el Manifiesto de Sandhurst, en el que, por consejo de Cánovas, garantizaba una monarquía dialogante y constitucional, y su voluntad de aceptar los cambios políticos realizados en el Sexenio. Cánovas preparaba la vuelta a la Monarquía de manera pacífica y sin intervención militar. Pero los generales Martínez Campos y Jovellar se le adelantaron y se pronunciaron el 29 de diciembre en Sagunto a favor de la Monarquía. Cánovas formó un gabinete de regencia y comunicó a Alfonso su proclamación como rey.
Cánovas nombró nuevos gobernadores y alcaldes y decretó una serie de medidas contra la oposición, como el restablecimiento de la censura. También restableció el Concordato y devolvió a la Iglesia bienes aún no vendidos. Cánovas mantuvo el contacto con varios líderes progresistas para conseguir que aceptaran la Monarquía. La campaña final contra los carlistas permitió la toma de la zona carlista catalana y, más tarde, el cerco del núcleo navarro y vasco, hasta concluir con su rendición en marzo de 1876 (Manifiesto de Somorrostro). Los problemas asociados al carlismo quedaron sin resolver. Permanecía el sentimiento regionalista entre los vascos, cuyos fueros quedaron abolidos. Y continuó el movimiento católico ultraconservador y tradicionalista.
El final de la guerra carlista permitió enviar tropas a Cuba y la paz de Zanjón puso fin a la guerra en febrero de 1878, incluía una amnistía, la libertad de los esclavos y una serie de reformas legales, cuyo incumplimiento provocará la guerra definitiva de 1895.
La Constitución de 1876
En diciembre de 1875 se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal. El proceso electoral fue manipulado para asegurar la mayoría al Gobierno. Se aprobó una Constitución basada en las ideas de Cánovas. La Constitución de 1876 permitía gobernar de manera estable a los partidos del sistema. Su inspiración es doctrinaria y conservadora. La declaración de derechos y deberes es amplia pero normalmente fueron restringidos.
Respecto a los poderes del Estado, la Constitución vuelve al principio de soberanía compartida. Las Cortes son bicamerales. Los diputados del Congreso son elegidos por sufragio, pero el partido gobernante decide si el sufragio debe ser censitario o universal. El poder ejecutivo lo ejerce la Corona a través de los ministros. El centralismo se acentúa también al quedar bajo control del Gobierno ayuntamientos y diputaciones y ser suprimidos los fueros vascos. El texto mantiene la independencia del poder judicial. Confesionalidad católica del país y sostenimiento del culto y del clero. Una ambigua libertad de cultos, pero con prohibición de sus manifestaciones públicas.
Los Fundamentos Políticos del Sistema Canovista
Su primer objetivo fue asentar firmemente la Monarquía. Pensaba en una Monarquía que compartiera la soberanía con las Cortes, que desempeñara un papel protagonista en la vida política. En segundo lugar, el sistema debía acoger todos los partidos burgueses, con la condición de aceptar la Monarquía y la alternancia en el Gobierno. Quería conseguir una Constitución que permitiera gobernar a partidos distintos. Este último aspecto preocupaba especialmente a Cánovas. El Ejército debía volver a los cuarteles y cumplir su misión constitucional. Para ello, fue decisivo el papel ejercido por Alfonso XII. Su posición activa en la guerra carlista le ganó el apoyo de los cuarteles y permitió a Cánovas edificar un sistema político exclusivamente civil, ajeno a la actuación del Ejército.
El Falseamiento del Sistema: Caciquismo y Corrupción Electoral
El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el británico. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que se turnaban el poder. Ambos debían aceptar a la oposición si perdían la confianza regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores. En la práctica, sin embargo, el funcionamiento constitucional fue adulterado conscientemente por sus propios defensores. Cuando un partido experimentaba el desgaste de su gestión, se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El nuevo presidente era del partido de la oposición, y recibía junto con su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Entonces actuaba el nuevo ministro de Gobernación, que “fabricaba” los resultados electorales desde el Ministerio, adjudicando escaños según los acuerdos que se pactaban entre partidos. A continuación se procedía a manipular las elecciones a través de “caciques”. Dado el analfabetismo generalizado y el férreo control que los caciques se obtenía una holgada mayoría para el partido gobernante, que podía actuar sin dificultad. El nuevo régimen tuvo, al principio, un amplio respaldo. Pero el paso de los años provocó la indiferencia. En los noventa, se comenzó a resquebrajar el sistema canovista.
El Rodaje del Sistema: La Evolución Política hasta 1885
Hasta 1881 gobernó el Partido Conservador dirigido por Cánovas. Por eso, tras aprobarse la Constitución se mantuvo y acentuó la política represiva: censura, cierre de periódicos y restricciones a la libertad de cátedra. También se recortaron las libertades de reunión y asociación, y se mantuvo la prohibición de las asociaciones obreras. Se abolieron los fueros vascos. Quedaban obligadas al servicio militar y a pagar contribuciones. La ley electoral de 1878 estableció un sufragio muy restringido, 5% de la población. El Gobierno también se reservó la elección de alcaldes en las grandes ciudades. En mayo de 1880 se fundó el Partido Fusionista, después Partido Liberal. Se formó a partir del viejo Partido Progresista, y bajo el liderazgo de Sagasta. Sus miembros aceptaron la Monarquía y la Constitución. En 1881 Cánovas dimitió y dejó paso al primer gobierno del Partido Liberal. Limitó las denuncias por delitos de imprenta, devolvió sus cátedras a los profesores represaliados y permitió que las asociaciones obreras y republicanas volvieran a actuar con libertad. Pero no se atrevió a llevar más lejos las reformas. Sagasta quería evitar medidas que pudieran alarmar a la oligarquía. De hecho, reprimió las protestas populares y un intento de golpe de Estado republicano y solicitó penas de muerte y exilio. En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo (1885-1902). La necesidad de garantizar el régimen llevó a Cánovas y Sagasta, a establecer un acuerdo, el Pacto de El Pardo. Se comprometieron a apoyar la regencia y a facilitar el relevo en el Gobierno.