El Reinado de Felipe II: Hegemonía, Conflictos y la Unidad Ibérica
La Monarquía Hispánica de Felipe II: La Unidad Ibérica
A) Objetivos y la Leyenda Negra
Felipe II (1556-1598) es el prototipo del monarca absoluto: estableció la corte en el centro de sus dominios, en Madrid, y construyó la monumental residencia del Escorial. Además del patrimonio de su padre (no el título de emperador), heredó dos objetivos políticos fundamentales: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa de los territorios que formaban su patrimonio.
Felipe II sustituyó la política universal de su padre por la confesional, la defensa de la catolicidad. Aunque sus decisiones no se guiaron únicamente por motivos religiosos, intentó mantener la unidad religiosa y política frente a las minorías. En España impulsó la Contrarreforma.
La imagen negativa más poderosa de Felipe II ha sido transmitida a través de la así llamada Leyenda Negra, que todavía se mantiene con fuerza. Una parte de esta leyenda se debe a los oponentes del rey, personajes como Guillermo de Orange o Antonio Pérez, quienes acusaban a Felipe II de crímenes “personales” tales como el asesinato de su hijo don Carlos, de su esposa Isabel de Valois y del secretario Escobedo. Sin embargo, ya que no se ha encontrado evidencia alguna que justifique estas acusaciones, deben tomarse como simplemente falsas. La supervivencia de la leyenda sobre don Carlos se debe a la popularidad de la ópera de Verdi.
La otra parte de la Leyenda Negra que implica a Felipe II es su posible responsabilidad personal y directa en todos los errores y crímenes cometidos por el imperio español y por la política religiosa española. En estos crímenes se incluirían los sufrimientos de la población indígena de América (tema de las protestas de Bartolomé de las Casas), la ejecución de protestantes en España (tratada por el exiliado Reginaldo González Montano) y la muerte de aquellos nobles ejecutados bajo el régimen sangriento del duque de Alba en los Países Bajos.
B) Política Exterior y la Unidad Ibérica
En el exterior, Felipe II venció a los franceses en San Quintín (1557), dando paso a un periodo largo de paz con Francia. Unos años después, la armada española y la veneciana vencieron a los turcos en Lepanto (1571). El problema más grave fue la rebelión de los Países Bajos, donde se daban deseos autonomistas unidos a la extensión del calvinismo en el norte (Holanda). La intervención del duque de Alba no pudo impedir la división entre una zona norte (protestante) y el sur católico (Bélgica). Contra Inglaterra, que ayudaba a los protestantes de Países Bajos y hostigaba a los dominios del rey en América, envió la Armada Invencible, que fracasó (1588).
En 1580, el trono de Portugal quedó desierto al morir su único titular sin descendientes. Felipe II, hijo de Isabel de Portugal, hizo valer sus derechos y derrotó al ejército portugués. Pero hizo más: se ganó a la clase dirigente lusa prometiendo respetar su autonomía, garantizar la protección de su comercio y utilizó el dinero para comprar partidarios. Las cortes de Thomar le reconocieron como rey en 1581. Esto significaba la realización plena de la monarquía hispánica a la vez que implicaba el control de su gran imperio marítimo: Brasil y enclaves comerciales en África y Asia.
C) Política Interior
En el interior, se enfrentó con problemas como la sublevación de los moriscos de la región de Granada (1568-1571), también conocida como la Rebelión de las Alpujarras. La conversión dudosa de los moriscos, el hecho de que podían ser aliados potenciales de los turcos y de los piratas norteafricanos, llevó a unas normas dictadas por el rey que prohibían su lengua y su cultura. Fueron aplastados y los que sobrevivieron, deportados y repartidos por toda Castilla. Sus tierras fueron confiscadas. Los intentos de repoblar con cristianos del norte las tierras de las que los moriscos habían sido expulsados tuvieron un éxito limitado. Desde entonces, el litoral andaluz quedó menos expuesto a las incursiones de los corsarios norteafricanos, que a veces habían encontrado el apoyo de moriscos granadinos. También se enfrentó a alteraciones en Aragón en 1591. En ellas confluyen diversos factores:
- La crisis económica que había favorecido la aparición de un bandolerismo endémico.
- Descontento de ciertos sectores nobiliarios con el intervencionismo real. En concreto, el tribunal de la Inquisición tuvo dificultades para implantarse en Aragón.
En este ambiente llega a Zaragoza Antonio Pérez, antiguo secretario del rey, encarcelado por el asesinato del secretario de don Juan de Austria y que, tras 11 años de cárcel, había conseguido huir. Antonio Pérez se acogió al fuero del Justicia Mayor. Para detenerlo, fue acusado ante la Inquisición, lo que fue considerado contrafuero por los aragoneses, que lo liberaron y le permitieron escapar. Finalmente, la entrada de un ejército real permitió al rey controlar la situación.