El Retorno de Fernando VII y la Restauración Absolutista (1814)

Tras el Tratado de Valençay en 1813, que puso fin a la guerra contra Napoleón, Fernando VII recuperó la corona de España. En lugar de dirigirse directamente a Madrid, el monarca recorrió diversas regiones de España para evaluar sus apoyos, ignorando a las Cortes que le instaban a jurar la Constitución de 1812. Fernando VII recibió el respaldo del clero y la nobleza, quienes esperaban la restauración del Antiguo Régimen. Los opositores a la Constitución se organizaron, redactando el “Manifiesto de los Persas” y movilizando al pueblo. En Valencia, el general Elío también ofreció su apoyo militar a través de un manifiesto. Con estos apoyos, y percibiendo la debilidad de los liberales, Fernando VII promulgó el Real Decreto del 4 de mayo de 1814, que anulaba la Constitución de 1812 y las leyes de Cádiz, restaurando el absolutismo.

La Represión Absolutista y la Crisis del Antiguo Régimen

Se inició una dura represión contra los liberales: líderes fueron detenidos o asesinados, y muchos huyeron al exilio. Fernando VII restauró instituciones del régimen señorial, como la Inquisición, en línea con la política de Restauración europea post-Napoleón. Sin embargo, las circunstancias internas hacían insostenible este retorno al Antiguo Régimen.

España estaba devastada: la agricultura arruinada, el comercio paralizado y las finanzas en bancarrota. A esto se sumaba la lucha por la independencia en las colonias americanas, que demandaba grandes gastos militares y había interrumpido los ingresos coloniales. Estas dificultades económicas y sociales minaron los gobiernos de Fernando VII.

Además, la mentalidad de muchos grupos sociales había cambiado. El campesinado, empobrecido, se resistía a pagar tributos señoriales; la burguesía urbana demandaba el regreso al régimen constitucional; y parte del ejército, con antiguos líderes guerrilleros, se inclinaba hacia el liberalismo, protagonizando pronunciamientos.

Los gobiernos absolutistas de Fernando VII no supieron responder a los problemas estructurales. La única respuesta fue la represión, agravando las tensiones y evidenciando el fracaso del absolutismo.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael de Riego, al mando de una compañía en Cabezas de San Juan, se sublevó y proclamó la Constitución de Cádiz. Tras semanas recorriendo Andalucía y obteniendo apoyos en diversas ciudades, Fernando VII se vio obligado a aceptar la Constitución el 10 de marzo. Se formó un nuevo gobierno, que proclamó la amnistía y convocó elecciones a Cortes.

Reformas Liberales y Oposición

Los liberales, mayoritarios tras las elecciones, restauraron reformas de Cádiz: libertad de industria, abolición de gremios y señoríos jurisdiccionales. Disminuyeron el diezmo e impulsaron reformas fiscales, penales y militares. Fomentaron la libre circulación de mercancías y modernizaron la administración pública, creando ayuntamientos y diputaciones electivas. Reconstruyeron la Milicia Nacional, un cuerpo armado de voluntarios para garantizar el orden y proteger las reformas.

Sin embargo, estas reformas encontraron una fuerte oposición. Fernando VII, aunque había aceptado la Constitución bajo presión, usó su derecho a veto y conspiró con las potencias absolutistas. Las nuevas medidas liberales provocaron el descontento de los campesinos: aunque se abolieron los señoríos jurisdiccionales, no se les facilitó el acceso a la tierra. Los antiguos señores se convirtieron en propietarios y los campesinos debían pagar nuevos arrendamientos, con riesgo de expulsión si no cumplían. La falta de una rebaja significativa de impuestos y la monetarización de rentas y diezmos dificultaron su subsistencia, uniéndose a la agitación antiliberal.

La nobleza y la Iglesia, perjudicadas por la supresión del diezmo y la desamortización, se levantaron contra el gobierno. En 1822 surgieron partidas absolutistas en Cataluña, Galicia y el Maestrazgo, llegando a controlar amplias áreas y estableciendo una regencia en la Seo de Urgell en 1823.

Divisiones Internas entre los Liberales

Las tensiones también surgieron de las divisiones internas entre los liberales: los moderados, partidarios de reformas limitadas, y los exaltados, que defendían reformas más radicales.