El Reinado de Fernando VII: De la Restauración Absolutista a la Cuestión Sucesoria

1. El Reinado de Fernando VII

Durante la Guerra de Independencia, Fernando VII permaneció retenido en Valençay. Fue liberado en 1813, recuperando los derechos a la corona de España. La llegada de Fernando VII “el Deseado” a España, supuso un cambio radical al sistema político instaurado en las Cortes de Cádiz.

Las Cortes comunicaron al soberano su obligación de jurar la Constitución de 1812 y aprobar la legislación de las Cortes de Cádiz. Pero la rechazó, encontrando apoyo en los 69 diputados absolutistas que firmaron el Manifiesto de los Persas. Este documento justificaba la anulación de lo decretado en Cádiz y animaba a Fernando VII a restaurar el Antiguo Régimen.

La respuesta de Fernando VII fue el Decreto de Valencia, en el que declaró nulos y sin ningún valor ni efecto la Constitución y los decretos promulgados por las Cortes de Cádiz, restableciendo el absolutismo e iniciando una fuerte represión contra los liberales, que tuvieron que elegir entre la clandestinidad o el exilio.

El reinado de Fernando VII se divide en tres periodos:

1.1. Sexenio Absolutista (1814-1820)

El reinado comenzó teniendo que hacer frente a todos los problemas derivados de la guerra. Otro de los graves problemas fueron los continuos pronunciamientos liberales contra el régimen, como los de Espoz y Mina, todos sin conseguir su objetivo. Sin embargo, el levantamiento de Rafael de Riego en 1820 en Cabezas de San Juan, tuvo éxito y proclamó la Constitución de 1812. En marzo, Fernando VII se vio obligado a jurarla.

1.2. Trienio Liberal (1820-1823)

Comenzó el gobierno de los liberales con varios problemas, destacando la utilización del veto suspensivo de Fernando VII y la división interna de los liberales en moderados o doceañistas y los exaltados o veinteañistas. Los dos primeros años los moderados tomaron las siguientes medidas: supresión de los mayorazgos, abolición del régimen señorial, prohibición a la Iglesia de adquisición de bienes inmuebles, nueva desamortización, abolición de la Inquisición, limitación de las comunidades religiosas y redacción de un Código Penal. Se tuvieron que solicitar créditos extranjeros para cubrir el enorme déficit hacendístico. Las malas cosechas y los impuestos produjeron malestar entre los campesinos. Por otra parte, los realistas, partidarios del absolutismo, aunaron fuerzas contra el gobierno. En el exterior, la Santa Alianza se reunió en el Congreso de Verona en 1822, y decidió el restablecimiento del absolutismo en España, reclamado por el propio rey. En abril de 1823 entraron en España los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés al mando del duque de Angulema, que penetró sin apenas resistencia. Fernando VII fue liberado y restauró por segunda vez el absolutismo.

1.3. La Década Ominosa (1823-1833)

Los primeros años de la Década Ominosa estuvieron marcados por la presencia del duque de Angulema y del ejército francés. Mientras, se decretaba la pena de muerte para los diputados liberales y Riego fue ejecutado en la Plaza de la Cebada, como medida ejemplificadora. Durante estos años el rey derogó la mayor parte de los actos del Gobierno Constitucional. A todo ello se sumaba la crisis económica del Estado, que sólo podría solucionarse o bien con leyes que obligaran a una reforma fiscal igualitaria (con lo que el Rey perdería sus apoyos) o con préstamos internacionales. Así que, a partir de 1826, la Administración tuvo que adoptar una actitud más moderada: se creó un Consejo de ministros, el Tribunal de Cuentas, el Banco de San Fernando y la Bolsa de Madrid.

2. La Cuestión Sucesoria

Fernando VII se encontró con la oposición de los elementos más absolutistas, considerados marginados de las decisiones del Estado y dirigidos por el infante don Carlos. Fueron financiados por la Iglesia y serán los futuros carlistas. Uno de los problemas más importantes será la cuestión sucesoria. En 1829, Fernando VII se casó con María Cristina de Borbón, con la que tuvo una hija, Isabel. María Cristina buscó apoyos entre los liberales moderados, pues sabía que los absolutistas iban a apoyar a su cuñado, marginado tras el nacimiento de Isabel. En 1830 se publicó la Pragmática Sanción, que abolía la Ley Sálica. En 1832 el infante don Carlos preparó un motín contra la reina (Motín de La Granja) y consiguió la derogación de la Pragmática Sanción, aunque poco después, Fernando VII la volvió a reimplantar. A su muerte, el 29 de septiembre de 1833, las estructuras del poder estaban controladas por la reina María Cristina, reina regente hasta la mayoría de edad de Isabel. Carlos marchó exiliado a Portugal, desde donde comenzó a preparar una ofensiva contra su sobrina por el trono de España.