El texto de Benito Pérez Galdós se refiere al sistema canovista durante la Restauración española (1874-1923), tras el golpe de Martínez Campos que restauró la monarquía. Es un texto histórico-literario, primario y subjetivo, escrito por Galdós, destacado novelista del siglo XIX autor de los “Episodios Nacionales”. Denuncia el fraude electoral, la corrupción y la manipulación del poder en las elecciones, evidenciando las prácticas antidemocráticas de la época.

El sistema canovista, inspirado en el modelo británico, estableció una monarquía liberal parlamentaria tras el caos de la Primera República, basada en:

  • Dos partidos dominantes, el Conservador de Cánovas y el Liberal de Sagasta, ambos monárquicos, defensores de la Constitución de 1876, la propiedad privada y un Estado centralista. Los conservadores eran inmovilistas, apoyaban a la Iglesia y el uso del ejército en disturbios; los liberales, reformistas, aceptaban la confesionalidad pero limitaban los privilegios eclesiásticos y la intervención militar.
  • Cambio de gobierno acordado entre ambos partidos y la Corona cada cuatro años mediante elecciones generales, o en crisis, con dimisión y nuevo encargo real. Se manipulaban resultados con el “pucherazo” (fraude urbano) y el caciquismo (control rural), asegurando estabilidad pero sacrificando democracia.

El sistema canovista fue crucial para estabilizar España tras el golpe de Martínez Campos (1874), acabando con levantamientos y cambios constantes de gobierno. Al limitarse a dos partidos, simplificó la formación de gobiernos y redujo conflictos internos, fortaleciendo la monarquía de Alfonso XII. Sin embargo, tuvo consecuencias negativas: excluyó a partidos menores y masas populares (afines al socialismo o republicanismo), limitó la innovación política al favorecer a las élites (terratenientes y clases altas), y creó un sistema corrupto basado en el caciquismo y el pucherazo, aumentando la abstención y la desconfianza ciudadana.

La alternancia pacífica o turno dinástico

La alternancia pacífica o turno dinástico fue el eje del sistema político de la Restauración, ideado para estabilizar la monarquía tras años de inestabilidad. Los dos principales partidos, el Partido Conservador (liderado por Cánovas del Castillo) y el Partido Liberal (liderado por Sagasta), acordaron turnarse en el poder de manera pacífica, evitando conflictos y golpes de Estado. La Constitución de 1876 regulaba este proceso: cada cuatro años se celebraban elecciones generales, y el rey encargaba al líder del partido ganador formar gobierno. Si un gobierno entraba en crisis o perdía apoyo en las Cortes, el rey podía designar al partido opositor para formar uno nuevo, aunque este solía convocar elecciones para asegurarse la mayoría.

Este sistema, sin embargo, dependía de prácticas corruptas. Las elecciones eran manipuladas mediante el “pucherazo” en áreas urbanas (fraude en el recuento, falsificación de censos y compra de votos) y el caciquismo en zonas rurales, donde los caciques, terratenientes influyentes, coaccionaban a los votantes para favorecer al partido acordado. El Ministerio de Gobernación controlaba el proceso, elaborando listas de diputados “encasillados” (residentes en la provincia) y “cuneros” (no residentes), que se transmitían a través de gobernadores civiles y caciques. Aunque garantizó estabilidad, este sistema antidemocrático generó una abstención elevada (hasta el 60%) y críticas por ser una farsa corrupta.

Acontecimientos políticos

Entre 1876 y 1898, el turnismo operó regularmente con 10 elecciones: 6 victorias conservadoras y 4 liberales. Destacó el Gobierno largo de Sagasta (1885-1890), que introdujo reformas como la Ley de Asociaciones, la abolición de la esclavitud (1888), el Código Civil (1889) y el sufragio universal masculino (1890), aunque este último quedó desvirtuado por el fraude electoral. Sin embargo, el régimen enfrentó varias crisis:

  • En 1885, la muerte de Alfonso XII sin herederos directos llevó al Pacto del Pardo, un acuerdo entre Cánovas y Sagasta para mantener el sistema durante la regencia de María Cristina.
  • En 1897, el asesinato de Cánovas por un anarquista reforzó el compromiso entre ambos partidos para preservar el turno.
  • El Desastre del 98 (1898), con la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, marcó una crisis profunda y cuestionó la legitimidad del régimen.

En el siglo XX, bajo Alfonso XIII, eventos como la Semana Trágica de Barcelona (1909) y las crisis de 1917 (militar, política y social) debilitaron aún más el sistema, que se mantuvo hasta 1923.

Partidos políticos de la Restauración

Los partidos se clasificaban en dos grupos:

Partidos dinásticos

El Partido Conservador (Cánovas) y el Partido Liberal (Sagasta) sostenían el turno. Ambos eran monárquicos, defendían la Constitución de 1876, la propiedad privada y un Estado centralizado. Los conservadores eran inmovilistas y pro-Iglesia; los liberales, reformistas. Sus bases eran las élites (terratenientes, burguesía), mientras las masas apoyaban otras ideologías.

Partidos de la oposición

Incluían a los carlistas (divididos tras el exilio de Carlos VII), los republicanos (federales, unitarios, posibilistas y progresistas), el PSOE (con su primer diputado en 1910) y los nacionalistas (PNV y Centre Català), que crecieron en influencia.

El sistema dependía tanto de Cánovas y Sagasta que sus muertes provocaron divisiones internas, debilitando a los partidos dinásticos a finales del siglo XIX.

El fin de los conflictos militares

La Restauración resolvió dos conflictos heredados:

Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

Alfonso XII derrotó a los carlistas en 1876, forzando el exilio de Carlos VII. Se abolió el régimen foral en País Vasco y Navarra, pero se acordaron “conciertos económicos” con el País Vasco en 1878.

Guerra de Cuba (1868-1898)

Se dividió en tres fases:

  • Guerra de los Diez Años (1868-1878): Terminó con la Paz de Zanjón (1878), que prometió amnistía y abolición de la esclavitud (cumplida en 1888), pero no resolvió las demandas cubanas.
  • Guerra Chiquita (1879-1880): Breve conflicto tras el incumplimiento de promesas, sofocado con represión.
  • Fase final (1895-1898): La falta de reformas reavivó la guerra. La intervención de EE.UU. tras el incidente del Maine llevó a la Paz de París (1898), perdiendo España sus últimas colonias, lo que se conoció como el “Desastre del 98”.

Conclusión y balance final

El régimen de la Restauración (1875-1923) se sostuvo sobre tres pilares: la Corona, con amplios poderes; los partidos dinásticos, aliados en el turno pacífico; y la exclusión del ejército de la política. Pese a crisis como el Desastre del 98 y las tensiones de 1917, sobrevivió hasta 1923, cuando el golpe de Miguel Primo de Rivera instauró una dictadura, aunque Alfonso XIII permaneció como rey hasta 1931.

El balance es ambiguo: logró estabilidad tras décadas de caos, pero a costa de un sistema corrupto y antidemocrático que excluyó a las masas y dejó sin resolver problemas sociales y regionales, que resurgirían en el siglo XX.