Evolución Económica Mundial: Del Japón de Tokugawa a la Sociedad Opulenta
ESQUIVANDO LA GRAN DIVERGENCIA: JAPÓN. Japón es el único país no occidental que se escapa de la “gran divergencia”. Es un país que mantendrá su independencia política y que no seguirá el camino agroexportador. En Japón, al final del periodo Tokugawa (1868), comienzan a registrarse modestos progresos en algunos sectores, así como sinergias entre los mismos. Aunque el Japón de Tokugawa estaba cerrado al comercio con el exterior, empieza a surgir un sector comercial de cierta entidad como resultado de la integración de los distintos mercados regionales. Este antiguo régimen japonés incluía una diferenciación legal entre las élites locales y sus campesinos. Pero la gran ventaja de Japón es que tiene una extraordinaria capacidad para absorber las revoluciones tecnológicas occidentales. A finales del siglo XIX comienzan a formarse grandes conglomerados industriales que combinan las más diversas líneas productivas y mantienen estrechas relaciones de colaboración con entidades financieras. Junto a esos conglomerados van surgiendo pequeñas y medianas empresas con las que mantienen relaciones estables de subcontratación. Incrementaron la utilización de la mano de obra para aumentar la productividad. A partir de 1868, con la era Meiji, se impulsa un proceso de liberalización a gran escala, se abole la sociedad estamental, se establece la plena libertad de ocupación, se termina con los gremios… Los gobiernos Meiji se lanzan a la industrialización con diversas políticas para la implantación de la industria, como la implantación de un sistema fiscal claramente favorable al sector industrial, la política comercial proteccionista, incentivos para la exportación, educación de masas…
Economías de Planificación Centralizada: El Sistema Soviético
En 1917 triunfa en Rusia la revolución bolchevique, una revolución contra el régimen zarista. La ideología bolchevique es una ideología de ruptura con el capitalismo, critica las desigualdades que provoca la sociedad de mercado y busca una transición hacia una sociedad más justa. La revolución bolchevique, liderada por Lenin, se basa en las ideas de Karl Marx, partidario de una economía más intervenida por el Estado y menos movida por el ánimo de lucro. Inicialmente, durante la guerra civil, el Estado asume un gran control de las actividades económicas y la iniciativa privada queda reducida al mínimo, es lo que se llama “comunismo de guerra”. Una vez concluida la guerra, Lenin opta por una economía mixta en su “Nueva Política Económica”. El Estado va a controlar sectores clave como la industria y las finanzas, pero va a permitir la iniciativa privada en la agricultura. Tras la muerte de Lenin, su sucesor Stalin instaura una economía de planificación centralizada, la propiedad privada es reemplazada por la propiedad pública y los mercados públicos han sido sustituidos por la planificación estatal como mecanismo principal de coordinación económica. Tras la muerte de Stalin, la versión más dura de economía planificada va dejando paso a una versión más flexible, se busca introducir pequeñas dosis de mercado con objeto de mejorar los incentivos a que se enfrentan los distintos actores económicos. La Unión Soviética busca crear un bloque de países afines en Europa oriental: Alemania Oriental, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia y el resto de los países de Europa Oriental pasan a tener un sistema político y económico similar al soviético. En pocos años habrá estallado la Guerra Fría entre el mundo capitalista y el mundo comunista. En 1985, Mijail Gorbachov, nuevo líder soviético, introduce reformas políticas que suavizan la represión política y en lo económico se vuelve a la economía mixta previa a Stalin. En 1989 cae el muro de Berlín, símbolo durante décadas de la división de la ciudad (y del mundo) en dos bloques antagónicos.
El Triunfo del Capitalismo y la Fábrica
La formación de sociedades de mercado es el resultado de la lucha de los principios del liberalismo contra las tradiciones del Antiguo Régimen. El liberalismo económico tiene dos grandes ejes: conseguir que se definan derechos de propiedad privada, individual y plena, y que el Estado asuma el compromiso de respetarlos estrictamente, y crear una sociedad de mercado en la que los mercados ya existentes funcionen de manera menos regulada y que conquiste esferas en las que hasta entonces no había penetrado. Es decir, liberalización y mercantilización. La liberalización de los mercados requería eliminar las regulaciones que impedían el funcionamiento libre de los mercados y permitir que cada individuo actúe libremente persiguiendo su propio interés. La mercantilización afecta especialmente a los factores de producción: tierra, trabajo y capital. Por toda Europa se consolidan sociedades de mercado a lo largo del siglo XIX como consecuencia de la onda expansiva desatada por la revolución francesa de 1789. En algunos casos, como en España, la formación de la sociedad de mercado es un proceso lento y tardío. Pero el hecho común a todos estos procesos es que el Estado y el mercado culminan su ascenso en común. Junto a estos grandes cambios políticos triunfa el sistema de fábrica. Los sectores líderes de la revolución industrial, aprovechando el aumento de la demanda de productos industriales, se organizan en fábricas que centralizan el proceso productivo. Las principales ventajas de este sistema son la tecnológica y la organización de manera precisa del trabajo de los obreros.
La Sociedad Opulenta
Durante el siglo XX corto se producen enormes transformaciones en el patrón de consumo de las sociedades capitalistas avanzadas, se observan mejoras muy claras en la salud y en la educación y la esperanza de vida crece con rapidez. Las necesidades básicas están sobradamente cubiertas y la población ha pasado a considerar casi como una necesidad el consumo adicional de otros bienes y servicios. A estas sociedades John Kenneth Galbraith llama “sociedades opulentas”. La dieta de estas sociedades mejora cuantitativa y cualitativamente, debido a que la dieta se diversifica hacia productos como la carne, los lácteos, las frutas y las verduras. Otra necesidad básica, la vivienda, también pasa a ser satisfecha de manera más solvente. Esta clase media se convierte en una clase media patrimonial gracias al patrimonio inmobiliario que es capaz de conseguir y reproducir a través de herencia. Las viviendas son más grandes y están mejor acondicionadas y se encuentran equipadas de un modo innovador. Cada vez más hogares compran electrodomésticos que permiten aumentar la productividad del trabajo del hogar y los nuevos aparatos eléctricos transforman el ocio de las familias: primero la radio y después la televisión. Pero el bien de consumo que en mayor medida transforma la vida cotidiana de las familias es el automóvil. El automóvil permite el surgimiento de una nueva cultura de la movilidad. El turismo vacacional se convierte en un elemento más de la sociedad de consumo. El patrón de consumo que surge sobre todo en las décadas posteriores a 1945 se caracteriza por la masificación: masificación técnica, cada vez son más los bienes y servicios que se fabrican mediante sistemas de producción estandarizados, y masificación en un sentido social, en casi todos los casos, el nuevo patrón de consumo va difundiéndose desde arriba hacia abajo en la pirámide social. Durante el siglo XX la publicidad empresarial pasa a influir poderosamente sobre los clientes. Al comienzo del periodo, la publicidad es en buena medida informativa, a partir de 1945 la publicidad adquiere intenciones expresivas y emocionales. En algunos casos estos mensajes empresariales confluyen con mensajes científicos y políticos que van en la misma dirección.