Historia de Al-Andalus: Política, Sociedad y Legado
Evolución política de Al-Andalus: conquista, emirato y califato de Córdoba
En el 711, aprovechando las luchas internas en el reino visigodo, un ejército bereber dirigido por Tariq logró derrotar en la batalla de Guadalete al ejército de Don Rodrigo. Un nuevo ejército, dirigido por Musa ibn Nusair, se suma en el 712 a la rápida conquista de toda la península, excepto algunas zonas de la franja cantábrica y de los Pirineos. La conquista fue fruto de la firma de capitulaciones que permitieron a los conquistados conservar sus tierras a cambio de tributos, gracias a la tolerancia musulmana hacia cristianos y judíos. Inicialmente, Al-Andalus se convirtió en un emirato dependiente (714-756) del califato de Damasco, gobernado por un emir que actuaba en nombre del califa. Abd-al-Rahman I, único miembro superviviente de la dinastía Omeya, fue expulsado del califato por los abasíes y llegó a la península haciéndose con el poder y proclamando el Emirato independiente. Fue una etapa de consolidación del poder. La llegada al poder de Almanzor convirtió al califato en una dictadura militar. A la muerte de Almanzor, las luchas internas proclamaron la decadencia del califato que terminaría fragmentándose en los reinos de Taifas.
Al-Andalus: la crisis del siglo XI. Reinos de Taifas e imperios norteafricanos
La caída del último califa, Hisham III, en el año 1031 provocó la fragmentación de Al-Andalus en numerosos reinos de Taifas, que eran pequeños estados independientes que surgieron a partir de los antiguos “coras”. Estos taifas inicialmente fueron muy diversos: taifas árabes, taifas eslavos y taifas bereberes. La debilidad política de los taifas y las frecuentes disputas provocaron que, paulatinamente, los más fuertes absorbieran a los más débiles. No obstante, su supervivencia dependía de los pagos de parias y tributos a los reinos cristianos del norte. Pese a todo esto, en algunos taifas hubo un periodo de esplendor cultural con la construcción de palacios y una importante promoción de las artes y de las letras. Se distinguen hasta dos periodos de taifas. Surgieron tras la decadencia sucesiva de los imperios almorávides, que llegaron a la península para frenar el avance cristiano. Tras la derrota almohade, Al-Andalus quedó fragmentado en las terceras y últimas taifas, de las que únicamente el reino nazarí de Granada sobreviviría hasta la incorporación a los reinos católicos.
Al-Andalus: organización económica y social
La aristocracia árabe y siria tuvo el control administrativo y militar, y se asentó en las ciudades, mientras que los bereberes lo hicieron en las tierras de labor. Su organización social se divide en nobleza de sangre árabe y siria. En un estadio inferior estarían los bereberes, los mozárabes (que habían conservado su religión cristiana), los musulmanes convertidos al islam, los judíos (que vivían en barrios aparte), los esclavos eslavos (que ocupaban puestos en la administración) y los esclavos africanos. En la organización política, el califa tenía el poder político y religioso, los visires se encargaban de la administración, los cadíes de la justicia y los walíes del poder civil y militar. Los árabes abrieron la economía al comercio exterior con dos monedas: el dinar de oro y el de plata. Desarrollaron la agricultura, introduciendo cultivos como el arroz y la caña de azúcar, y contactaron con la ruta del ámbar del Báltico y la del oro del Sudán. También trajeron esclavos de África y de Asia.
El legado cultural
Se desarrollaron las ciencias y las humanidades, cultivaron las matemáticas y la alquimia. Mahoma decía que “no habrá más ciencia que la teología para sanar el alma y la medicina para sanar el cuerpo”. Ambas ciencias tuvieron importancia en Al-Andalus. La cultura árabe fue ecléctica, incorporó la cultura grecorromana, la hindú, la persa y la china, que convirtieron a Al-Andalus en el centro del saber y a Córdoba en el centro cultural del mundo. De hecho, en Córdoba se encontraba el mercado de libros más grande de Occidente, conservando el saber del mundo antiguo que en Europa se había perdido. Entre los sabios que vivieron en Al-Andalus destacamos a Averroes, teólogo y médico musulmán seguidor de Aristóteles. En su obra “La destrucción de las destrucciones” defiende la teoría de la doble verdad, afirmando que hay verdades que lo son filosóficamente pero no teológicamente. Maimónides, médico y teólogo judío, autor de “La guía de los perplejos”, trata de unir la tradición aristotélica y neoplatónica con el judaísmo, influyendo en Santo Tomás.
La mezquita y el palacio hispanomusulmán
Los edificios fundamentales de Al-Andalus son los palacios y las mezquitas. El palacio está fortificado por murallas defensivas en el exterior y en el interior se encuentra el harén, con las estancias públicas del gobernante, decorado con profusa ornamentación de yeserías, ataurique y lacerías, escritura de flores y fuentes, y con el agua (tanto estancada como en corriente) como elemento decorativo para reflejar partes del edificio. Estos palacios están inspirados en los palacios bizantinos, y el más importante del arte andalusí es la Alhambra de Granada. Las mezquitas son iguales a las que se construyeron en todo el islam: patio descubierto (sahn) y porticado con una fuente para que los fieles se laven en señal de purificación. En la zona cubierta hay una zona reservada para las autoridades (maxura) y un muro donde se abre el mihrab, siempre mirando hacia la Meca, con la única excepción de la mezquita de Córdoba, que mira al norte. Es la mezquita más importante de Al-Andalus, tiene 19 naves con bellas arcadas superpuestas.