1. El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Tras la Guerra de Independencia, Fernando VII regresó a España en 1814 y restauró la monarquía absoluta, iniciando el Sexenio Absolutista. Durante este periodo, se restablecieron las instituciones del Antiguo Régimen y los liberales fueron perseguidos, obligándolos a la clandestinidad y al exilio. A pesar de la represión, los liberales organizaron diversas conspiraciones y pronunciamientos. En 1820, triunfó la sublevación del teniente coronel Riego, quien proclamó la Constitución de Cádiz y obligó a Fernando VII a acatarla.

2. El Trienio Liberal (1820-1823)

Con el pronunciamiento de Riego, comenzó el Trienio Liberal. Sin embargo, Fernando VII conspiró en secreto contra este nuevo régimen, solicitando ayuda a las potencias europeas para restablecer el absolutismo. En el Congreso de Verona (1822), se decidió la intervención militar. En 1823, un ejército francés derrotó a los liberales y restableció a Fernando VII como rey absoluto, poniendo fin al Trienio Liberal.

3. La Regencia de María Cristina y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)

A la muerte de Fernando VII en 1833, su esposa María Cristina asumió la regencia, ya que su hija y sucesora, Isabel II, era menor de edad. María Cristina recurrió al apoyo de los liberales, lo que provocó la Primera Guerra Carlista. El carlismo, un movimiento diverso, defendía la monarquía absoluta, la religión católica y se oponía al liberalismo. Su ideología se resumía en el lema “Dios, Patria, Rey”. El carlismo tuvo gran implantación en el norte y noreste de la Península, con el apoyo de la pequeña nobleza, el campesinado y parte del clero. Bajo la dirección del general Zumalacárregui, el carlismo tomó la iniciativa, llevando a cabo expediciones que llegaron a las puertas de Madrid. Finalmente, las partidas carlistas fueron obligadas a firmar el Convenio de Vergara (1839), que puso fin a la guerra.

4. La Regencia de María Cristina y el Estatuto Real (1833-1843)

María Cristina tuvo que contar con los liberales en el gobierno, apoyándose en los moderados. Promulgó el Estatuto Real, una carta otorgada. En 1836, los progresistas accedieron al poder y suprimieron los últimos restos del Antiguo Régimen. Se realizó una desamortización. Las diferencias entre María Cristina y Espartero provocaron que este asumiera la regencia.

5. El Reinado de Isabel II (1843-1868)

En 1843, las Cortes proclamaron la mayoría de edad de Isabel II. Durante su reinado, se consolidaron los fundamentos del Estado liberal, con dos partidos políticos principales: los moderados, liderados por Narváez, que representaban a la alta burguesía y parte de las clases medias; y los progresistas, dirigidos por Espartero, que agrupaban a la pequeña burguesía y a las clases populares. Se pueden distinguir tres etapas políticas: la Década Moderada, el Bienio Progresista y la crisis de la monarquía isabelina.

6. La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático (1868-1874)

La falta de democracia, la corrupción y el desprestigio de la Corona aumentaron el descontento contra el régimen. Las fuerzas políticas firmaron el Pacto de Ostende para derribar a la monarquía. Esto propició la Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa“. La sublevación de militares como Prim, Serrano y Topete provocó la derrota de las fuerzas realistas y el exilio a Francia de Isabel II. Se constituyó un gobierno provisional dirigido por Prim y Serrano y se promulgó la Constitución de 1869.

La Constitución establecía la monarquía como forma de gobierno. Se eligió a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, como sucesor de Isabel II. Su principal valedor fue el general Prim, quien fue asesinado días antes de la llegada del rey a España. Amadeo I se enfrentó a la oposición de amplios sectores políticos: moderados, carlistas y republicanos. En febrero de 1873, el rey renunció al trono, dando paso a la Primera República Española.

7. La Restauración Borbónica (1874-1902)

La proclamación de Alfonso XII como rey en 1874 significó la Restauración Borbónica y la configuración de un nuevo régimen político conservador. El artífice de este régimen fue Antonio Cánovas del Castillo, con el objetivo de proteger la monarquía y garantizar la estabilidad del país.

El nuevo régimen se fundamentó en la Constitución de 1876, de carácter moderado, que establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, y el carácter católico del Estado. El modelo político se asentó en la alternancia pacífica entre el Partido Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal, dirigido por Sagasta.

El carácter centralista del nuevo Estado provocó la aparición de movimientos nacionalistas periféricos: en Cataluña, la Unión Catalanista; en el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco; y en Galicia, un incipiente movimiento cultural.

En 1885, tuvo lugar la inesperada muerte de Alfonso XII. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, dio a luz poco después a un varón, proclamado rey como Alfonso XIII. La reina madre asumió la regencia hasta su mayoría de edad.

La firma del Tratado de París en diciembre de 1898 supuso la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, evento conocido como el Desastre del 98. Las críticas a la situación del país dieron lugar al Regeneracionismo, un movimiento que pretendía la modernización y democratización de España.