1. La Reforma y sus consecuencias

1.1 Ruptura del mapa religioso

La renovación de la vida católica y la ruptura del mapa religioso de Europa marcaron este período. En Alemania predominó el protestantismo y en Suiza el calvinismo. En Inglaterra, el anglicanismo reformado se consolidó con Guillermo III de Orange. En las Provincias Unidas, los nobles que buscaban separarse de la Monarquía Hispánica aceptaron el calvinismo y rechazaron cualquier imposición española, incluida la católica. En Francia, las guerras contra los hugonotes no terminaron hasta 1598. España, Irlanda, Italia y Flandes fueron algunas de las pocas excepciones al predominio católico. El catolicismo logró perdurar en los países germánicos meridionales, así como en Polonia y Bohemia. La Unión de Brest supuso la eliminación del catolicismo de una parte importante de la jerarquía ortodoxa. Esta división del cristianismo tuvo su reflejo en las tierras evangelizadas en el Nuevo Mundo y otras regiones del planeta.

1.2 Las guerras de religión

El protestantismo temía la reconquista católica de Alemania a manos de las dos grandes potencias regidas por la Casa de Habsburgo: España y el Imperio. En protesta por los esfuerzos de Fernando de Habsburgo por restaurar el catolicismo, los rebeldes de Bohemia lanzaron a dos de sus ministros por una ventana. Este suceso, conocido como la Defenestración de Praga, fue la causa inmediata de la Guerra de los Treinta Años, un conflicto largo y doloroso que redujo a la mitad la población alemana. Cuando parecía que las dos potencias católicas estaban a un paso de conseguir la victoria, Francia, la otra gran monarquía católica de la Europa occidental, intervino de modo decisivo en la lucha e inclinó la balanza en favor de los príncipes protestantes. En 1648, se firmó la Paz de Westfalia, que restableció el principio religioso “cuius regio, eius religio” (“a tal rey, tal religión”). La religión del Estado sería la única que gozaría de pleno derecho. Westfalia puso fin a esta guerra, aunque el conflicto continuó hasta el definitivo relevo de España.

2. La Iglesia Católica en la Edad Moderna

2.1 La influencia protestante en la Iglesia Católica

Aunque el Concilio de Trento asentó los fundamentos de la fe católica, la Iglesia no quedó libre de la influencia de las ideas protestantes. El principal de estos movimientos teológicos es el jansenismo. Jansenio, un sacerdote holandés, estaba convencido de que el pecado original deja al hombre sin libertad y con la voluntad totalmente anclada en la concupiscencia. La doctrina implica un estricto rigorismo moral. Su apariencia de seriedad religiosa atraía el entusiasmo en los ambientes de intensa vida espiritual, de ahí que fuese adoptado por la Abadía de Port-Royal, un monasterio de monjas cistercienses. El rigorismo jansenista creó discordia entre los cristianos de Francia. La crisis del jansenismo contribuyó a crear un estado de espíritu que abrió las puertas a la avalancha irreligiosa del siglo XVIII francés.

2.2 Regalismo e iglesias nacionales

El absolutismo del Rey Sol abrió el camino al despotismo ilustrado europeo. Una corriente de independencia frente a la Santa Sede sacudió a algunas monarquías europeas que tenían a gala reconocer al catolicismo como única religión del estado y pretendían la formación de iglesias nacionales. Luis XIV restableció la unidad católica de Francia al derogar el Edicto de Nantes y terminar con la tolerancia hacia los hugonotes del reino. Ante la protesta del papa Inocencio XI, el episcopado francés se puso del lado de su rey, y el más ilustre de sus miembros, Bossuet, compuso los cuatro célebres Artículos Orgánicos. El conflicto de las regalías no se resolvió hasta 1693, cuando fue revocada la orden de enseñar los artículos en los seminarios.

3. La Ilustración y la Revolución Francesa

3.1 El racionalismo y el pensamiento científico

La pérdida del sentido trascendente del mundo y de la vida fue acompañada en esta época por el nacimiento del racionalismo, que defendía como principio del discurso humano la duda o el rechazo de todo aquello que no se impusiera con evidente claridad al supremo tribunal de la razón. El racionalismo condujo a una especie de religión natural, también llamada deísmo, que no negaba a Dios, pero le confería una existencia difuminada, al margen de toda revelación. Un episodio controvertido de este conflicto es la intervención de la Inquisición contra Galileo, a quien se le permitió seguir investigando.

3.2 La Ilustración

En 1715 se produjo la ruptura de compuertas que abrió cauce al desbordamiento de las aguas tumultuosas de la irreligión. Después, los filósofos racionalistas impusieron su dominio intelectual. Este movimiento acabó por conocerse con el nombre de Ilustración. Voltaire no fue original en su pensamiento, ni tampoco profundo, pero acertó en cambio al ser un divulgador brillantísimo. Para él, la Iglesia católica era “la infame” a la que había que aplastar. El ideario de la Ilustración era también anticristiano por su actitud de rechazo de toda verdad dogmática, que consideraba a priori como expresión de la intolerancia y el fanatismo. Los espíritus fuertes tenían a gala el libre pensamiento y propugnaban la tolerancia a todas las confesiones. España e Italia sufrieron solo en pequeña escala esta influencia filosófica.

4. La Revolución y el siglo XIX

4.1 La Revolución Francesa

Iniciada en 1789, la Revolución Francesa marca el comienzo de la Edad Contemporánea y el fin de la Edad Moderna. Los revolucionarios franceses querían poner en práctica, de modo rápido y eficaz, muchas de las ideas ilustradas. En un principio, estuvo dominada por ideales nobles: igualdad, libertad y fraternidad entre los hombres. Establecida la I República Francesa, la revolución se radicalizó y dio paso al período del Terror, una de las persecuciones más duras. La descristianización durante el Terror fue muy intensa, con la imposición de festivales en honor del Ser Supremo y la modificación del calendario. Se persiguió a los sacerdotes que no habían querido firmar la Constitución Civil del Clero, que imponía la nacionalización de los bienes de la Iglesia.

4.2 Napoleón Bonaparte y la Iglesia

En 1799, diez años después del inicio de la revolución, Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado. Heredero de la Revolución Francesa, desde muy pronto manifestó una actitud dual ante la Iglesia. Cuatro meses después de que Napoleón accediera al poder, el 14 de marzo de 1800, fue elegido Pío VII como nuevo papa, quien deseaba la normalización de la vida de la Iglesia en Francia. El nuevo Concordato fue el instrumento para regular las relaciones entre el pontificado y la República Francesa. Napoleón invitó a Pío VII a asistir a su coronación en París. Sin embargo, el Papa no sabía que viajaba como prisionero y que Napoleón se coronaría a sí mismo. Con la llegada al poder de Napoleón, la Iglesia pudo retomar su labor y abrir de nuevo las parroquias y seminarios.

5. El siglo XIX: Revoluciones y nuevos retos

5.1 Las revoluciones liberales y las nuevas ideologías

El paso de las tropas de Napoleón por Europa difundió las ideas de la Revolución Francesa. El liberalismo, que preconiza la defensa de la libertad individual y la búsqueda de la verdad, creció a lo largo del siglo. Las tres oleadas revolucionarias que sacudieron distintos países europeos se conocen como revoluciones liberales. Sin embargo, no fue el liberalismo la única doctrina que las estimuló: aparecieron nuevas ideologías como el socialismo, el marxismo y el anarquismo. Los liberales se oponían a los valores tradicionales y vieron a los católicos como enemigos.

5.2 La respuesta de la Iglesia a las nuevas ideologías

Se desarrollaron corrientes de pensamiento que tendían a negar la pertinencia de la fe religiosa. Algunas de estas ideologías empezaron a calar en determinados sectores de teólogos católicos. El papa Pío IX publicó la encíclica Quanta Cura y el Syllabus. Pío IX decidió convocar un concilio ecuménico: el Concilio Vaticano I, al que asistieron 700 padres conciliares, pero que se interrumpió. Los grandes temas desarrollados fueron: la doctrina católica sobre la revelación divina y la fe; la validez de la razón humana como instrumento para conocer la existencia de Dios (la razón y la fe); y el dogma de la infalibilidad del Romano Pontífice cuando habla ex cathedra en materias de fe y de moral.

5.3 El mundo obrero

En Gran Bretaña, y después en Europa, se estaba produciendo la Revolución Industrial, un proceso de carácter pacífico y silencioso que iba a cambiar la vida de los europeos. La escasez de salarios, el excesivo número de horas de la jornada laboral, la falta de seguridad social y la pobreza extrema en los suburbios abocaron a los trabajadores a una vida de penurias y miseria. Los obreros se fueron organizando en sindicatos.

5.4 La respuesta marxista

Marx y Engels publicaron un resumen de sus ideas sobre el problema obrero, que terminaba con una llamada a la acción conjunta de todos los obreros: “¡Proletarios del mundo, uníos!”. Se denunciaban los vicios del capitalismo y se anunciaba su destrucción por obra de la acción política de los trabajadores. Marx basaba su ideología en una interpretación de la historia en la que los obreros deberían ir desmantelando la alienación producida por el sistema capitalista, para llegar así a la etapa final de la historia: el paraíso comunista.

5.5 La doctrina de Rerum Novarum

Partiendo de los principios de Pío IX, el papa León XIII hizo un análisis del problema obrero y de las diversas maneras de solucionarlo compatibles con la fe cristiana. Admitiendo que es difícil señalar la medida de los derechos y obligaciones que regulan las relaciones entre los ricos y los pobres, León XIII juzgó que las relaciones entre patronos y obreros no tenían que ser necesariamente conflictivas. Para llegar a sociedades pacíficas, propuso basar el fundamento de las leyes sociales en la religión. Para llegar a esto, era necesario distribuir las cargas. El Estado debía respetar aquellas organizaciones obreras que no atentaran contra la vida social. Rechazaba también el abuso de los patronos de ofrecer salarios de miseria.

5.6 Piedad y doctrina frente a la indiferencia religiosa

La situación del pueblo cristiano, tanto en regímenes liberales como tradicionalistas, estaba comprometida por el desprestigio al que las ideologías dominantes sometían cualquier atisbo de espiritualidad, y en concreto la fe católica. El gran reto de la Iglesia durante este período fue la creciente indiferencia religiosa de los europeos. Los gobiernos fomentaron o permitieron actitudes antirreligiosas como elemento fundamental de los estados liberales. En medio de las dificultades padecidas durante los ciclos revolucionarios, se experimentó una fuerte reactivación de la práctica religiosa, con la renovación de órdenes religiosas, la creación de nuevas congregaciones dedicadas a muy diversos campos de acción pastoral, y el desarrollo misionero.

5.7 La Iglesia misionera y asistencial

Desde comienzos del siglo XIX se había promovido el desarrollo de misiones en África, Asia y Oceanía, pero es a finales del siglo XIX, la época en que diversos países europeos se lanzan a formar y ampliar imperios con colonias en África y Asia, cuando se produce un gran impulso misionero. Si bien el colonialismo europeo tuvo principalmente afán de poder y de riquezas, ayudó en la llegada de misioneros y misioneras llenos de un generoso espíritu de servicio y amor fraterno a los nativos. Las labores misioneras también se desarrollaron en tierras europeas, principalmente con la asistencia a pobres y ancianos. Un ejemplo de ello es la obra de san Benito Cottolengo.

5.8 La formación integral del cristiano

Los ataques a la Iglesia venían principalmente de las personas que trabajaban en los campos de la cultura y de la ciencia, que presentaban a la Iglesia y a su doctrina como incompatibles con el progreso social y cultural de los pueblos. Para luchar contra la implantación de este laicismo radical como pensamiento dominante, en el siglo XIX se crearon numerosas congregaciones dedicadas a la educación de los niños y los jóvenes. A través de la ciencia y la cultura se esparcía una mentalidad cada vez más materialista.

5.9 Las universidades católicas

El cuidado de la educación cristiana también afectó al ámbito universitario. La transnacionalidad de las organizaciones universitarias católicas, y su consiguiente autonomía de los conflictos locales, era un privilegio que emanaba del reconocimiento de la autoridad internacional del Papa. Aparecieron los modelos de universidades modernos. Los estudios teológicos fueron rediseñados en todas las universidades católicas, destacando los currículos de las universidades de Lovaina y París.