Ideología y Doctrina Nazi: Un Análisis Completo
Ideología y Doctrina Nazi
La ideología o doctrina nazi fue creada por el líder del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, Adolf Hitler, durante su prisión militar en la ciudad de Landsberg (Baviera) tras su fallido golpe de estado “Putsch de Múnich”. Adolf Hitler escribió Mein Kampf (traducido al español Mi Lucha), que se convirtió en el libro sagrado del nazismo.
Bases de la Ideología Nazi
En ese libro, Adolf Hitler expone las bases de la doctrina o ideología nazi: un conjunto de ideas fanáticas y pseudocientíficas. Entre las principales tesis elaboradas por Hitler se destacan:
Principales doctrinas nazis
- La superioridad de la raza aria. Adolf Hitler afirma que el pueblo alemán descendía de una raza superior (los arios) y, por eso, tenían el derecho de dominar a las razas supuestamente inferiores (judíos, eslavos, negros…).
- El antisemitismo. Adolf Hitler declaraba que los judíos (de raza semita) formaban parte de una raza inferior, que corrompía y destruía la pureza alemana. Los casamientos entre judíos y alemanes deberían ser prohibidos; y también la urgencia de desterrar o aniquilar a los judíos.
- El fortalecimiento del Estado alemán. Adolf Hitler defendía la total sumisión del individuo a la autoridad soberana del Estado, personificada en la figura del Führer (jefe), que llevaría a los alemanes al lugar que les correspondía en la historia.
- El expansionismo (Espacio Vital “Lebensraum”): Adolf Hitler afirmaba que el pueblo alemán tenía derecho a conquistar su espacio vital para la supervivencia de su población, de forma militar o pacífica.
Adolf Hitler también comentó sobre el sistema educativo en su libro Mein Kampf:
“El pueblo alemán, ahora destruido, moribundo, entregado sin defensa a los puntapiés del resto del mundo, tiene la absoluta necesidad de la fuerza que la confianza en sí misma proporciona. Todo el sistema educacional debe tener como objetivo dar a los niños de nuestro pueblo la certeza de que son absolutamente superiores a otros pueblos.”
Adolf Hitler y la Primera Guerra Mundial: 1913-1919
Hitler se mudó a Múnich, Alemania, en mayo de 1913. Lo hizo para evitar que lo arrestaran por evadir su obligación de servicio militar en la Austria de los Habsburgo, financiado por la última cuota de la herencia de su padre. En Múnich, siguió a la deriva, viviendo de sus acuarelas y bosquejos hasta que la Primera Guerra Mundial dio una dirección a su vida y una causa con la cual se comprometería totalmente. Según relatos que aún perduran, Hitler era un soldado valiente: fue ascendido al rango de cabo, resultó herido dos veces (en 1916 y 1918) y recibió varias medallas.
Aunque, según trascendió, no se brindaba a extensos discursos políticos en esta época, Hitler parecía ser arrastrado por un antisemitismo político cada vez más despiadado promulgado por la extrema derecha y que se filtró en la jerarquía militar durante los dos últimos años de la guerra.
En octubre de 1918, Hitler quedó parcialmente ciego en un ataque de gas mostaza cerca de Ypres, Bélgica. Lo enviaron al hospital militar, donde recibió la noticia del armisticio del 11 de noviembre de 1918, cuando estaba recuperándose.
El fin de la guerra fue un desastre emocional para Hitler también. Provocó la amenaza de la desmovilización, lo cual lo separó de la única comunidad en la que se había sentido cómodo y lo devolvió a una vida civil en la que no tenía rumbo ni perspectivas profesionales. El ejército alemán (Reichswehr) empleó a Adolf Hitler como docente e informante confidencial. Fue en su carácter de informante confidencial que Hitler asistió a una reunión del Partido Obrero Alemán (Deutsche Arbeiterpartei, DAP) en una cervecería el 12 de septiembre de 1919.
Si sus años en Viena y el campo de batalla fueron etapas importantes para el desarrollo de una ideología global en Hitler, su servicio en el ejército en 1919 parece haber formado su compromiso con un antisemitismo basado en la teoría racial social de Darwin y la creación de un nacionalismo común fundado en la necesidad de combatir el poder externo e interno de los judíos. El 16 de septiembre de 1919, Hitler emitió su primer comentario escrito sobre el denominado problema judío. Definió a los judíos como una raza y no como una comunidad religiosa, describió el efecto de la presencia judía como una “tuberculosis racial de los pueblos” e identificó que la meta inicial del gobierno alemán era la legislación discriminatoria contra los judíos. La “meta final debe ser, definitivamente, la eliminación total de los judíos”.
Los Campos de Concentración
Lo que ocurrió entonces durante la Segunda Guerra Mundial fue que los nazis sentían que estaban formando un imperio en el Este de Europa. Pero su concepción nacional de ampliación territorial estaba marcada por una preocupación racial. Entonces, lo que hicieron fue llevar las teorías racistas, comunes en Europa y en Latinoamérica, a un extremo. No querían mezclarse con razas que consideraban inferiores como los eslavos, los rusos y los judíos. Por eso asesinaron sistemáticamente cientos de miles de civiles del Este. Cerca de ocho millones de rusos fueron asesinados. “A los nazis les llevó sólo unos meses dejar morir a más de dos millones de prisioneros de guerra soviéticos en campos abarrotados, inadvertidos y de los que en su mayor parte no ha quedado constancia documentada”.
La guerra hizo que la represión nazi se hiciera cada vez más brutal y sistemática. Mark Mazower afirma en su libro que en 1939 los seis principales campos de concentración albergaban 21,000 prisioneros, mientras que en 1945 la cifra subió a 700,000. La explicación de Mazower es que los campos de exterminio eran medidas extremas para evitar las revueltas con la más cruel represión. Sin embargo, “no hubo ningún sistema único de terror que surgiera plenamente formado del cerebro de Hitler. Fue el control de la tarea de vigilancia del territorio conquistado en el Este lo que permitió a las SS llevar a cabo su vertiginosa ascensión hasta convertirse en la organización más temida en la Europa ocupada.”