La Guerra de Independencia en Cuba y Filipinas: La Intervención de Estados Unidos

La Guerra en Cuba se reanudó en 1895 con el “Grito de Baire”, un levantamiento en el que participaron unas 35 localidades de la isla, incluyendo Baire, un pueblo cercano a Santiago de Cuba. Este levantamiento fue organizado por los independentistas cubanos, y aunque su líder, José Martí, murió en los primeros combates, la lucha continuó bajo la dirección de Máximo Gómez y Antonio Maceo.

La gran diferencia con la Guerra de los Diez Años (1868-1878) fue el apoyo que recibieron los rebeldes cubanos desde Estados Unidos, quienes les proporcionaron armas y dinero.

La Resistencia y la Respuesta del Gobierno Español

Las primeras revueltas comenzaron en el este de Cuba, pero rápidamente se extendieron al resto de la isla, incluso a las zonas más tranquilas del oeste. El gobierno español, bajo el liderazgo de Cánovas (primer ministro), envió un ejército de 37.000 soldados dirigidos por el general Martínez Campos. A pesar de los esfuerzos, los insurrectos, apoyados por el pueblo, no fueron derrotados.

Martínez Campos fue reemplazado por el general Valeriano Weyler, quien adoptó una política dura. Weyler aplicó tácticas de guerra total, como la creación de campos de concentración y líneas de fortificación llamadas “trochas”, que separaban la isla en tres sectores para dificultar el movimiento de los insurgentes. Aunque estas tácticas fueron efectivas y lograron derrotar a Maceo en la batalla de Punta Brava, los guerrilleros seguían activos, y las enfermedades tropicales, como la fiebre amarilla, diezmaron al ejército español, causando más muertes que los combates.

El Esfuerzo Español y la Crisis Interna

El gobierno español intentó reclutar más soldados, principalmente de las clases trabajadoras, ya que muchos no podían eludir el servicio militar. Las bajas fueron tan altas que incluso se rompió el consenso político en España sobre la importancia de mantener las colonias de ultramar. En 1897, el nuevo gobierno de Sagasta intentó darle más autonomía a las colonias, pero ya era demasiado tarde. El general Blanco, reemplazo de Weyler, inició una política de pacificación, pero los rebeldes, liderados por Máximo Gómez, rechazaron cualquier acuerdo y siguieron luchando.

La Intervención de Estados Unidos

En este contexto, Estados Unidos comenzó a involucrarse más en el conflicto. A partir de 1896, los estadounidenses empezaron a apoyar abiertamente a los cubanos con armas y dinero. El gobierno de EE. UU. criticó la brutalidad de Weyler y pidió que se resolviera el conflicto. Aunque el gobierno español intentó vender Cuba a EE. UU. en varias ocasiones, los estadounidenses se opusieron a la idea.

La situación empeoró cuando el acorazado Maine de EE. UU. fue hundido en el puerto de La Habana en febrero de 1898, con la muerte de 250 marines. Aunque las causas del hundimiento nunca fueron claras, EE. UU. culpó rápidamente a España y utilizó este incidente como pretexto para declarar la guerra. El presidente William McKinley exigió que España abandonara su soberanía sobre Cuba y, al no haber acuerdo, EE. UU. le declaró la guerra el 25 de abril de 1898, acusando a España de no garantizar la independencia de las colonias.

La Guerra Hispano-Estadounidense

La guerra fue muy breve y se libró principalmente en el mar, en dos frentes muy alejados: en el Pacífico (Filipinas) y en el Caribe (Cuba y Puerto Rico). En Filipinas, donde había una pequeña presencia española, los rebeldes filipinos también luchaban por su independencia. José Rizal, un líder local, había sido ejecutado por los españoles en 1896, lo que intensificó el deseo de independencia de la población. A pesar de ello, un pequeño grupo de soldados españoles resistió en la iglesia de Baler durante 337 días.

En Cuba, la flota española, comandada por el almirante Pascual Cervera, fue bloqueada en Santiago de Cuba por los estadounidenses. En julio de 1898, la flota española fue completamente destruida cuando intentó salir del puerto.

El Fin del Imperio Español

La derrota en Filipinas (en mayo de 1898) y en Santiago de Cuba (en julio de 1898) obligaron al gobierno español a negociar. Mientras tanto, los EE. UU. tomaban el control de Puerto Rico y Filipinas. A finales de 1898, se firmó la Paz de París, en la que España reconoció su derrota y cedió sus últimas colonias.

  1. Cuba: Aunque se independizó formalmente, EE. UU. la ocupó militarmente hasta 1902 y luego intervino repetidamente en los asuntos internos de la isla.
  2. Filipinas: Fue vendida a EE. UU. por 20 millones de dólares.
  3. Puerto Rico: Se convirtió en un protectorado de EE. UU.
  4. Guam: También pasó a EE. UU., como parte de las indemnizaciones de guerra.

Las últimas islas que España aún poseía en el Pacífico (como las Islas Marianas y las Carolinas), fueron vendidas a Alemania por 15 millones de dólares. Esto marcó el fin del imperio colonial español y su exclusión de la carrera imperialista de la época.