El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos

7.3. La crisis de 1898 y sus consecuencias económicas, políticas e ideológicas.

Introducción

Durante el reinado de Fernando VII (1808-33) la mayor parte de las colonias españolas en América habían obtenido la independencia formándose una serie de repúblicas independientes gobernadas por la minoría de los descendientes de españoles, los criollos. Tras el movimiento independentista España solo poseía como colonias en América las islas de Cuba y Puerto Rico, que junto con las Filipinas en Asia, constituían los últimos restos del gran Imperio Español de la época de los Austrias.

La guerra de Cuba

2. LA GUERRA DE CUBA

2.1. Estallido y desarrollo

En 1823 el presidente norteamericano Monroe formuló la famosa frase “América para los americanos” que marcaba la política de su país respecto al resto de los territorios del continente, que fueron considerados como territorios de interés para Estados Unidos.

Desde mediados del siglo XIX la economía cubana tenía mayores relaciones comerciales con EEUU que con España, a pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Existía en la isla un movimiento que solicitaba una liberalización económica y una mayor autonomía en lo político. El estallido de la Revolución de 1868 en España alentó este movimiento, pero lo único que se ofreció desde España fueron unas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos, criollos y mestizos, consideraron insuficientes y exigieron constituirse en una República independiente. Pero los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de monopolio, se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid una política más dura frente a los independentistas.

El conflicto degeneró en una guerra de diez años, la llamada GUERRA GRANDE (1868-78) que concluyó con la Paz de Zanjón (1878) firmada por el general Martínez Campos tras conseguir la pacificación de la isla. España, además de conceder el indulto a los insurgentes, se comprometía a permitir cierta intervención de los cubanos en el gobierno interior de la isla. Algunos líderes del independentismo, como Maceo, rechazaron la Paz y siguieron trabajando por la independencia desde el exilio con el apoyo más o menos encubierto de Estados Unidos, pero la calma se mantuvo en Cuba hasta 1895.

Pero la paz solo fue una tregua porque en la isla la sociedad seguía estando dividida entre los españoles, que querían la unidad, el monopolio y el proteccionismo; los criollos, que querían la autonomía dentro de la soberanía española y el libre cambio; y los mestizos que querían la independencia de España. Cualquier intento de reforma en uno u otro sentido chocaba con los intereses de algún sector de la sociedad española: así Maura, ministro de Ultramar en 1892, presentó un proyecto de autonomía de Cuba y Puerto Rico que pusiera a los criollos de parte de España, pero el presidente del gobierno, Cánovas, presionado por los hombres del partido conservador, no sacó adelante el proyecto.

Ante esta situación en 1895 la guerra vuelve a estallar. Estará dirigida por José Martí, ideólogo y líder del independentismo cubano, deportado en España durante el anterior conflicto, tras el cual se había trasladado a EEUU donde fundó el Partido Revolucionario Cubano y entró en contacto con otros líderes del independentismo cubano como Gómez y Maceo. Tras su muerte ese mismo año, la guerra va a continuar dirigida por Gómez y Maceo. Estos van a optar por una táctica de guerrillas en las zonas rurales evitando el enfrentamiento con el ejército español, muy superior.

Nuevamente fue enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso fue sustituido por Weyler, que lleva a cabo una durísima represión que logra reducir la guerrilla. Cánovas aprovecha esta mejor posición para introducir algunas reformas, pero ya insuficientes (1897).

Este mismo año Cánovas es asesinado y Sagasta asume el gobierno, el cual decide conceder la autonomía en Cuba. Pero el clima de tensión en la isla aumentó por la oposición de los españoles residentes en Cuba a estas medidas.

2.2. La intervención norteamericana

Es entonces cuando EEUU decide intervenir directamente en Cuba enviando al acorazado Maine para, según ellos, proteger los intereses de los residentes americanos. Cuando el Maine fue volado, sin que se sepa hasta el día de hoy que sucedió, se desató una violenta campaña de prensa a favor de una guerra con España. En gran parte esta campaña fue orquestada por el futuro presidente Theodor Roosevelt y sus ideas a favor del intervencionismo norteamericano en su área de influencia del continente americano.

El presidente americano McKinley exigió a España la entrega de la isla previo pago de 300 millones de dólares. Ante la negativa de España Estados Unidos declaró finalmente la guerra en 1898.

En España tanto la opinión pública como la mayoría de los almirantes ignoraron el hecho cierto de que la escuadra americana era muy superior a la española, y se lanzaron a esta guerra con un optimismo inconsciente. El gobierno, más consciente de la realidad, no podía entregar la isla, considerada por la mayoría de los españoles como una parte de la nación, sin luchar. El Almirante Cervera, encargado de dirigir la flota, denunció públicamente este hecho, pero atacado de cobarde y traidor, se dirigió a Cuba convencido de que la destrucción esperaba a la flota.

Así fue. La flota española era aniquilada en Santiago de Cuba, mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.

El conflicto en Filipinas

El otro escenario colonial fueron las Islas Filipinas, donde también habían aparecido movimientos de carácter independentista y donde también los norteamericanos se presentaron como sus libertadores. En Filipinas la escuadra fue destruida en una hora aunque la ciudad de Manila resistió unos meses. Mención aparte merece el asedio al que fue sometido un destacamento español por parte de los rebeldes filipinos en la iglesia del pueblo de Baler, en la isla filipina de Luzón, durante 337 días, conocidos como “los últimos de Filipinas”.

Tratado de París

Firmado el 10 de diciembre de 1898, dio por finalizada la Guerra hispano-estadounidense y por él España abandonó sus demandas sobre Cuba, que declaró su independencia. Filipinas fue oficialmente entregada a los Estados Unidos por 20 millones de dólares, y Guam junto con Puerto Rico se convirtieron en propiedades estadounidenses también.

Puerto Rico

Desde los años 80 los criollos desarrollaron un movimiento autonomista. El sentimiento anticolonial se vio jaleado por las malas condiciones de vida, el analfabetismo y las grandes concentraciones de café y azúcar en manos de los grandes terratenientes. Al estallar la guerra entre España y Estados Unidos, los segundos controlaron rápidamente la isla.

Las consecuencias de los conflictos coloniales

  1. Económicas. Aunque se perdieron los mercados coloniales, la industria nacional se recuperó pronto y la repatriación de los capitales americanos permitió un gran desarrollo de la banca española.

  2. Políticas. España pierde estatus internacional pasando a ser una potencia decadente de segundo orden. Además la política exterior se centraría más en el área norteafricana.

  3. Ideológicas. Pero en el ámbito ideológico el desastre supuso un terrible desencanto y levantó las voces de los regeneracionistas, corriente política que consideraba el sistema de la Restauración como un sistema viciado y enfermo. Existían dentro de esta ideología dos tendencias: un regeneracionismo crítico dentro del sistema, representado por Silvela o Maura, ministros del Partido conservador, que aceptaban la validez general del sistema pero criticaban los aspectos más negativos y un regeneracionismo fuera del sistema con figuras como Joaquín Costa que criticaban el sistema en su totalidad.

  4. Demográficas. España sufrió más de 120.000 bajas entre la guerra y las epidemias.

Por otra parte los militares generaron un profundo resentimiento hacia la clase política a la que acusaban de incompetencia y “vender al país.” También el desencanto fue reflejado en la actitud pesimista de los intelectuales de la llamada generación del 98.