El Golpe de Estado de 1923

Antecedentes y Causas

La ineficacia del sistema monárquico parlamentario hizo que en un amplio sector del Ejército, muy sensibilizado por su desprestigio ante la opinión pública debido al “Desastre del 98” y a la humillante derrota de Annual en la Guerra de Marruecos, surgiera la idea de sustituir en el poder a “los políticos” y a los partidos a través de un golpe de estado. Diversos factores explican que la dictadura militar empezara a contemplarse como una solución a la crisis del país entre la alta burguesía, gran parte de las clases medias y el Ejército:

  • El afán de evitar las consecuencias del expediente Picasso para algunos importantes generales, entre ellos el general Berenguer; y a la propia Corona, a quienes se culpabilizaba del desastre de Annual.
  • Auge de los nacionalismos periféricos y ascenso de republicanos y del movimiento obrero (que suponían una amenaza para el orden social).
  • El triunfo del fascismo en Italia tras la Marcha sobre Roma en 1922 y el ascenso al poder de Mussolini (que imponían orden y un férreo control del movimiento obrero).

El Golpe y su Recepción

El golpe de estado tuvo lugar finalmente el 13 de septiembre de 1923, y fue encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña. No se trataba exactamente de un golpe de estado al estilo de los del siglo XIX, puesto que estos siempre se habían hecho en apoyo de un partido político, sino que ahora el objetivo era el de acabar con el propio sistema liberal y parlamentario de la Restauración y establecer en su lugar una dictadura que “normalizase” el país. El rey Alfonso XIII dio su visto bueno a la nueva situación, nombrando presidente del Gobierno al general.

La Dictadura, que se presentaba como una “solución provisional”, fue bien acogida por la burguesía, la nobleza y el clero (es decir, la oligarquía), clases que eran partidarias de restablecer un sistema de orden y seguridad, aunque fuese a costa de acabar con las libertades propias de un régimen liberal-parlamentario. Las organizaciones de la clase obrera reaccionaron divididas: mientras los socialistas aceptaron el nuevo régimen, llegando al principio incluso a colaborar con él (por ejemplo, el dirigente del PSOE Francisco Largo Caballero fue nombrado “consejero de estado” por Primo de Rivera, aunque otros miembros de su partido se mostraron en contra de tal colaboración), los anarquistas y el recién creado Partido Comunista estuvieron en la oposición y fueron las principales víctimas del sistema (aunque también pecaron de pasividad). También se mostró desde el principio en contra de la Dictadura un amplio sector de los intelectuales debido a la política represiva que ejerció el Gobierno en el terreno cultural (por ejemplo, el Ateneo de Madrid fue clausurado y Miguel de Unamuno sufrió el destierro en la isla de Fuerteventura).

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

El Directorio Militar (1923-1925)

El Directorio Militar asumía todas las funciones del poder ejecutivo. Primo de Rivera se convertía en jefe de Gobierno y único Ministro. El resto del Directorio estaba compuesto por ocho generales y un almirante. El Directorio Militar proclamó el estado de guerra durante dos años, suspendió la Constitución de 1876 y las garantías constitucionales, disolvió las Cortes, implantó la censura de prensa y prohibió las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos. Inmediatamente se impuso el orden público con duras medidas represivas contra la CNT y el PCE, declarados ilegales. También se reprimió cualquier manifestación del nacionalismo, tachado de separatista. Así, a los pocos días del golpe, se prohibió el uso de símbolos del catalanismo y del catalán en el ámbito oficial.

Paralelamente a esta represión, y con el objetivo de ensalzar la imagen de la dictadura para legitimarla, Primo de Rivera acometió su gran proyecto regeneracionista: liquidar la vieja estructura de poder de la Restauración y organizar el nuevo régimen, mediante una reforma de la administración que destruyese el caciquismo. Los gobernantes civiles fueron sustituidos por gobernadores militares y se creó la nueva figura de los delegados gubernativos, también militares, que ejercieron el control de los nuevos ayuntamientos. Los ayuntamientos fueron disueltos y sustituidos por juntas de “vocales asociados” elegidos por los mayores contribuyentes estrechamente vinculados al sistema caciquil. La aprobación del Estatuto Municipal (1924) inició en la práctica la formación de una nueva administración adicta y centralizada, y el “descuaje” del caciquismo se limitó a perseguir a los no adictos al régimen. Lejos de desaparecer, el viejo caciquismo simplemente cambió de forma. También las diputaciones fueron disueltas y los nuevos diputados provinciales fueron designados por los gobernadores. En Cataluña, ayuntamientos y diputaciones cayeron en manos de personajes fieles al régimen, y con el Estatuto Provincial (1925) desapareció la Mancomunidad. Ello significó la ruptura definitiva, no solo con el catalanismo conservador de la Lliga Regionalista, sino con la realidad catalana, lo que potenció el nacionalismo radical e incluso separatista.

Creó un nuevo partido político, la Unión Patriótica. No tenía un programa ideológico definido y cuya misión era prestar apoyo a la Dictadura. La mayoría de sus afiliados procedían de las filas católicas, funcionarios de la administración y caciques rurales.

Primo de Rivera, consciente de la impopularidad de la guerra marroquí, era partidario de una solución negociada del conflicto. Asumió personalmente el Alto Comisariado en Marruecos e intentó negociar la paz, ofreciendo a Abd-el-Krim una amplia autonomía, lo cual irritó a los militares africanistas. Sin embargo, esta política del semiabandono animó aún más a Abd-e-Krim. Dos hechos contribuyeron a dar un vuelco a esta situación: el ataque en 1924 a las tropas españolas que se retiraban desde Xauen, que causó unas 2.000 bajas, y el avance de Abd-e-Krim en el Marruecos francés. En 1925 Francia y España acordaron una ofensiva militar conjunta por mar y tierra. La operación de desembarco de las tropas españolas en Alhucemas fue un rotundo éxito. En 1926, Abd-e-Krim, derrotado, se entregó a los franceses y un año después quedó sometido todo el Protectorado. Fue un éxito tan significativo que animó a Primo de Rivera a institucionalizar su dictadura de forma duradera.

El Directorio Civil (1925-1930)

En diciembre de 1925 Primo de Rivera reforma su Gobierno y establece el denominado Directorio Civil, en cuya composición hay tanto políticos de derechas como militares. Coincidió esta etapa con una fase de prosperidad económica general en Europa y de paz social en el interior, lo que permitió poner en marcha en España un ambicioso plan de obras públicas para la construcción de carreteras y pantanos, y se favoreció el desarrollo de la agricultura, industria y comercio. Fue entonces cuando nacieron las Confederaciones Hidrográficas y algunos monopolios como la Compañía Telefónica (vinculada a la ITT norteamericana) y CAMPSA (monopolio de petróleos). Por tanto, en el terreno económico, estos fueron años de crecimiento, aunque fue a costa de duplicar la deuda pública.

La Dictadura, que se había presentado como una solución provisional ante la situación de desorden que vivía el país en 1923, pretendía ahora perpetuarse en el poder (la creación de una Asamblea Nacional que sustituía a las Cortes iba en esa dirección de institucionalizar el régimen). Sin embargo, el prestigio del Gobierno se fue deteriorando a partir de 1927 por no saber (o no querer) resolver otros problemas: su anticatalanismo le llevó a perseguir la lengua de aquella región (por lo que los nacionalistas catalanes se convirtieron en enemigos); también comenzaba a organizarse en la clandestinidad el movimiento obrero, cada vez más comprometido con el republicanismo; y lo mismo hicieron los intelectuales (como Ortega y Gasset y el doctor Marañón) y universitarios (nace la F.U.E., Federación Universitaria Española). Además, un sector del Ejército también se le enfrentó. La fuga del capital extranjero ante la inseguridad política que se avecinaba agravó la situación, pues comenzó una crisis económica que se extenderá a la década siguiente.

Caída de la Dictadura y Proclamación de la República

La Dimisión de Primo de Rivera

Todas estas circunstancias confluyeron en una creciente oposición a la Dictadura. Consciente de la situación y temiendo por su propio prestigio, Alfonso XIII provocó la dimisión de Primo de Rivera, lo que se acabaría produciendo el 30 de enero de 1930. Para sucederle el rey nombró presidente a otro militar, el general Berenguer (al que poco más tarde sucedería el almirante Aznar), que tendría por misión organizar la vuelta a la normalidad del sistema liberal establecido por la constitución de 1876.

El Pacto de San Sebastián y las Elecciones de 1931

El 30 de enero de 1930 Primo de Rivera debe dimitir, el rey Alfonso XIII le retira el apoyo. Esta pérdida de apoyo se debió en gran parte a la situación económica, la crisis del 29 se había dejado sentir, con un aumento en el índice del paro y la disminución de los salarios. Pero no solo la dictadura había perdido los apoyos, también lo hacía la monarquía. El 17 de agosto se reúnen representantes de diferentes tendencias republicanas, autonomistas catalanes (Acció Catalana) y gallegos (ORGA) e importantes personalidades intelectuales como Ortega y Gasset, y firman el Pacto de San Sebastián, que preveía el establecimiento de una república. En octubre se unen al pacto PSOE, UGT y CNT. El gobierno central, incapaz de frenar este movimiento, convoca comicios municipales, creyendo que recuperarían el apoyo perdido.

La Proclamación de la República

La victoria electoral en casi todas las ciudades importantes (que no en el cómputo global) de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 demostraba el desprestigio de la oligarquía dominante y del propio régimen monárquico. Dos días después el rey Alfonso XIII renunciaba a la corona (verdaderamente, únicamente suspende el ejercicio del poder real) y partía hacia el exilio, a la vez que entre la euforia popular era proclamada la República en diversas ciudades (la primera fue Eibar, Guipúzcoa). Se constituyó de forma provisional un Gobierno de coalición con ministros de los distintos partidos de centro-izquierda que habían firmado el Pacto de San Sebastián, aunque bajo la presidencia de un político de centro-derecha: Niceto Alcalá Zamora. El cambio había sido tan sencillo y tan pacífico que españoles y extranjeros estaban asombrados.

Este Gobierno, cuya misión principal era convocar elecciones generales (se celebrarían dos meses y medio después: el 28 de junio), muy pronto tuvo que afrontar dos de los problemas que marcarían la trayectoria de la República: el regionalista (Francesc Macià había proclamado en Barcelona el “Estat Català”; las nuevas autoridades republicanas españolas con gran dificultad consiguieron convencerle de que depusiera su actitud de abierta rebeldía bajo la promesa de conceder a Cataluña un estatuto de autonomía); y el problema religioso (el anticlericalismo de las masas obreras estalla en el mes de mayo con la quema de templos y conventos en Murcia, Cádiz o Madrid; además el Gobierno decidió la expulsión de España del polémico cardenal Segura, que había manifestado abiertamente su rechazo hacia el nuevo régimen). En las elecciones para Cortes Constituyentes la coalición formada por republicanos de izquierda y socialistas consiguió una mayoría aplastante. El Congreso resultante se situaba claramente a la izquierda.