La guerra civil española: causas, sublevación militar y dimensión internacional
Para unos, las causas de la guerra son preferentemente internas, la incapacidad de los españoles para resolver sus diferencias de forma civilizada, mientras que otros sostienen que se trato de un fenómeno inducido desde el exterior. Unos analistas destaca la responsabilidad de la izquierda que habría abandonado la vía democrática.
Según esta interpretación, la Republica, para socialistas y comunistas, habría sido simplemente un régimen burgués con el que había que colaborar como paso previo para lograr la dictadura del proletariado, el triunfo de la revolución según modelo similar al ruso. Los anarquistas, por su parte, habrían buscado la destrucción del estado para hacer realidad sus utopías libertarias.
Para otra parte de los historiadores, la responsabilidad es de la derecha. Los sectores más conservadores del país (ejército, iglesia, terratenientes) nunca aceptaron el régimen republicano porque era un amenaza directa para sus privilegios mantenidos durante décadas.
La Guerra civil de 1936 se produjo por una combinación de causas estructurales y coyunturales, de factores endógenos con exógenos. Es decir, que la sociedad española vendría arrastrando, probablemente desde el siglo XIX, una serie de desequilibrios, resaltados y agudizados con la llegada de la República en 1931. Además, en aquel momento, habrían influido unas circunstancias internacionales tanto de tipo económico como político.
La sublevación militar del 18 de julio.
Tras el triunfo electoral del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, la situación político-social fue empeorando rápidamente. El desorden parece haber sido más espontáneo que planificado. El deterioro del orden público, unido al temor que en los sectores más conservadores despertaba el programa de la izquierda en el poder terminó desencadenando la intervención del Ejército. Desde finales de 1935, un grupo de oficiales conspiraba. El gobierno los destinó a puntos alejados: Manuel Goded a Baleares, Emilio Mola a Pamplona y Francisco Franco a Canarias. Desde abril de 1936, el general Mola era el director de la conspiración.
Franco permaneció indeciso hasta el último momento. José Sanjurjo, exiliado en Portugal después de su intentona golpista de 1932, seria la cabeza visible de la conspiración. El plan consistía en un golpe de estado seguido por el establecimiento de un directorio militar inspirado en el de Primo de Rivera. En realidad, en un primer momento. El golpe iba dirigido más contra los excesos del Gobierno del Frente Popular que contra la Republica en sí misma. El 12 de julio se produjo el asesinato por parte de cuatro falangistas del teniente izquierdista José Castillo, miembro de la Guarida de Asalto. El 13 de julio, como represalia, fue asesinado José Calvo Sotelo. Los conspiradores decidieron adelantar en unos días el golpe para aprovechar el impacto emocional de la muerte del líder derechista. A las 5 de la tarde del 17 de julio de 1936 se sublevaban las fuerzas de la Legión y de los Regulares de Melilla. Superadas sus dudas, el día 19 Franco voló desde Canarias hasta Marruecos para ponerse al frente de las tropas del Protectorado.
Se iniciaba una guerra civil que duraría tres largaos años. Los rebeldes contaban con Galicia, Castilla y León, Navarra, Álava, Zaragoza, Cáceres, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Granada. Canarias, Marruecos y Baleares. El Gobierno controlaba las zonas industriales y más pobladas. También algunos productos agrícolas básicos. Y sobre todo, tenía a su disposición las reservas de oro del Banco de España. Los sublevados disponían de las zonas rurales y menos pobladas. En cuanto a efectivos, más o menos se dividió por la mitad pero con salvedades importantes. De 17 generales con mando en división tan solo cuatro se sublevaron. Los rebeldes contaban con el Ejército de África, integrado por 47000soldados profesionales. Frente a esta fuerza de combate, el Gobierno de la República entregó armas a las organizaciones obreras, que formaron unidades de milicianos, voluntarios sin apenas instrucción. Junto a la República se alinearon los partidos de la izquierda burguesa republicana, los socialistas, los comunistas, los nacionalistas catalanes y los vascos del PNV.
Al lado de los sublevados se situaron muchos integrantes de la CEDA, las JAP o Renovación Española. Junto a ellos la Falange Española y de las JONS y los carlistas. La iglesia, que será víctima del furor anticlerical de los republicanos, se puso casi inmediatamente detrás de los sublevados.
La dimensión internacional del conflicto.
En un primer momento, después del 18 de julio, lo prioritario para el Gobierno y para los sublevados fue procurarse armas con las que sostener la guerra. Tras el golpe militar, la República se volvió hacia Francia en demanda de auxilio. La actitud de París fue siempre vacilante, autorizando y denegando ventas de armas según el momento. La política británica respecto a España se inscribió en la tónica general de apaciguamiento frente al fascismo, intentando a toda costa evitar un nuevo conflicto europeo. A comienzos de agosto de 1936, cuando se pudo comprobar que Italia favorecía a los sublevados, y para evitar una internacionalización del conflicto que constituyera una amenaza para la paz mundial, Francia y Reino Unido propusieron la creación de un Comité de no intervención, con sede en Londres. En él estarían representados hasta 27 países, entre ellos, Alemania, Italia y la URSS. Su objetivo era prohibir cualquier tipo de ayuda militar a cualquiera de los dos bandos. La no intervención tuvo mucho de farsa pues, mientras los gobiernos de París y Londres respetaban sus acuerdos, los gobiernos de Alemania e Italia apoyaban con descaro a los franquistas y los soviéticos a los republicanos.
La ayuda a la Republica: la URSS y las brigadas internacionales
La unión soviética fue el principal suministrador de material militar para la república. La decisión de intervenir en España fue adoptada por el ´lides soviético josif Stalin