La Guerra Civil Española: Un Conflicto Fratricida
Introducción
La Guerra Civil Española (1936-1939) constituye un punto de inflexión en la historia de España. Este conflicto bélico aglutinó numerosos problemas sociales y políticos que el país arrastraba desde el siglo XIX. El enfrentamiento entre las clases dominantes tradicionales y las clases populares alcanzó su punto álgido durante la Segunda República, culminando en la Guerra Civil. El gobierno republicano, formado por una coalición de izquierdas y socialistas, intentó implementar reformas modernizadoras, pero la inestabilidad política y la falta de tacto político generaron una fuerte oposición. Las clases privilegiadas, temiendo una revolución, optaron por abandonar la vía legal y parlamentaria, apoyando el golpe de Estado. A nivel internacional, el ascenso del fascismo en Italia y el nazismo en Alemania contribuyó a crear un clima de tensión que influyó en el estallido de la guerra.
La Sublevación Militar
Desde la victoria electoral del Frente Popular, altos mandos del ejército comenzaron a conspirar para llevar a cabo un golpe de Estado. Esta conspiración, inicialmente militar, fue sumando apoyos civiles, incluyendo financiación y recursos. Además, contó con el respaldo de la Italia fascista y la Alemania nazi. Sin embargo, las discrepancias entre los conspiradores sobre el régimen a instaurar tras el golpe retrasaron la fecha del levantamiento. Entre los principales organizadores se encontraban Mola, Goded, Sanjurjo y Franco. El general Mola, principal artífice de la sublevación, pretendía instaurar una dictadura militar transitoria para restablecer el orden y, una vez controlada la situación, retornar a la legalidad constitucional. Para ello, consideraba fundamental la simultaneidad del pronunciamiento en todas las guarniciones posibles, con especial énfasis en Madrid y Barcelona, y con la participación crucial del ejército de África, liderado por Franco. Ante los rumores golpistas, el gobierno republicano se limitó a dispersar a los generales más sospechosos. El asesinato de Calvo Sotelo el 14 de julio, en respuesta al asesinato del teniente Castillo por falangistas, aceleró los planes golpistas. La sublevación se inició en Marruecos el 17 de julio, liderada por el coronel Yagüe. Entre el 18 y el 19 de julio, la insurrección se extendió al resto del país. El general Mola tomó Pamplona con el apoyo de los carlistas, mientras que Franco, tras sublevarse en Canarias, se puso al frente de las tropas africanas.
Desarrollo de la Guerra
En pocos días, los sublevados consolidaron sus posiciones en diversas zonas del país. El 19 de julio, José Giral sustituyó a Casares Quiroga como jefe de gobierno y autorizó la entrega de armas a las milicias. La lealtad de parte del ejército y las fuerzas de seguridad al gobierno permitió sofocar el levantamiento en varias regiones. Los sublevados lograron imponerse en Andalucía y en zonas de Galicia, Castilla León, Navarra, País Vasco, Aragón y los archipiélagos. El apoyo civil a los militares sublevados fue crucial para el control de estas ciudades. El alzamiento fracasó en las zonas con mayor presencia de fuerzas obreras y de izquierdas. Tras una semana, los sublevados, conscientes del fracaso del golpe inicial, tuvieron que modificar sus objetivos. España quedó dividida en dos bandos enfrentados en una guerra civil. Tanto los sublevados como el gobierno republicano buscaron apoyo internacional. Los sublevados recibieron ayuda de la Italia fascista y la Alemania nazi, en forma de armamento, soldados y tácticas militares. También contaron con voluntarios extranjeros afines a ideologías fascistas o católico-conservadoras. El gobierno republicano solicitó ayuda a Francia, que en ese momento también tenía un gobierno del Frente Popular. Sin embargo, la política de apaciguamiento de Gran Bretaña, que amenazó a Francia con no defenderla en caso de intervención militar, impidió el apoyo francés. Francia promovió la creación del Comité de No Intervención, al que se adhirieron 27 países. El gobierno de Largo Caballero, en octubre de 1936, envió las reservas de oro del Banco de España a la URSS para pagar la compra de armas. También contó con el apoyo de las Brigadas Internacionales, formadas por más de 60.000 voluntarios extranjeros.