Sucesos de Bayona

En marzo de 1808, la situación de España no tenía precedentes. Fernando VII se titulaba rey tras destronar a su padre en el Motín de Aranjuez. Napoleón (cuyas tropas habían entrado en la Península gracias al Tratado de Fontainebleau para atacar Portugal) se convirtió en árbitro de la disputa. Atraídos a Bayona, Carlos IV y Fernando VII cedieron a Napoleón el derecho a disponer de la corona, y este se la entregó a su hermano José I. Para congraciarse con los españoles, Napoleón aprobó en 1808 un estatuto de apariencia constitucional, la Carta de Bayona.

Desarrollo de la Guerra

El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se rebeló. Al día siguiente, las autoridades francesas fusilaron a los prisioneros, provocando una oleada general. Los levantamientos se extendieron por todo el país, se crearon juntas locales y provinciales, y se formó una Junta Suprema Central, que asumió la soberanía en ausencia de Fernando VII. Las plazas que resistían (Zaragoza y Gerona), pero parte del ejército francés fue a Andalucía y fue vencido en la batalla de Bailén, y José I tuvo que abandonar Madrid.

A finales de 1808, Napoleón entra en España. La mayor parte de la Península fue ocupada tras la Batalla de Ocaña (1809). Cádiz se convirtió en el centro de la resistencia. Entre 1809 y 1813, la guerra tuvo una doble vertiente militar:

  • Surgieron guerrillas que atacaban a los franceses, dificultando sus suministros y desmoralizándolos.
  • Desde Portugal, un ejército aliado dirigido por el duque de Wellington, e integrado por tropas británicas, españolas y portuguesas, pasó a la ofensiva, venciendo en 1812 en los Arapiles.

En 1813, los franceses en retirada fueron batidos en Victoria y San Marcial. A finales de año, Napoleón liberó a Fernando y los dos firmaron el Tratado de Valençay, que daba fin a la guerra. Las últimas tropas francesas abandonaron la Península en 1814.

Las Cortes de Cádiz

Antes de disolverse, la Junta Suprema hizo una convocatoria para que se reuniesen las Cortes en 1810. En su primera sesión, las Cortes de Cádiz, reunidas en cámara única, en representación de (europeos y americanos), proclamaron la soberanía nacional. Los diputados emprendieron una serie de decretos legislativos que garantizaban la libertad de prensa, suprimían la Inquisición y los gremios, y establecían la libertad de industria y comercio, dando fin al Antiguo Régimen.

A pesar de la oposición del grupo absolutista, al que hubo que hacer ciertas concesiones, como la obligatoriedad del catolicismo, el tono de la Constitución promulgada en marzo de 1812 era marcadamente liberal y se inspiraba en los principios de la Revolución francesa. Establecía una declaración de derechos de los ciudadanos; reconocía a Fernando VII como rey, pero limitaba las prerrogativas reales e instituía la división de poderes.

Restauración del Absolutismo (1814-1820)

El enfrentamiento entre liberales y absolutistas, iniciado en Cádiz, se consumó en 1814, cuando Fernando VII regresó del exilio. Un grupo de diputados absolutistas le entregó un documento (conocido como el Manifiesto de los Persas) pidiéndole que aboliera la Constitución. El general Elío le ofreció el respaldo del Ejército en el primer pronunciamiento de la historia de España.

El Trienio Liberal (1820-1823)

En 1820, el coronel Riego, al mando de un batallón destinado a América, se pronunció a favor de la Constitución de 1812. Tras un tiempo, el rey tuvo que ceder y aceptar la Constitución. Fernando VII intrigó desde el primer día para restablecer el absolutismo. Aprovechando las facultades que le daba la Constitución, entorpeció la acción de las Cortes, al tiempo que se servía de las rencillas internas que dividían a los liberales en dos tendencias: una más moderada y dispuesta al compromiso, los doceañistas, y otra más radical, los exaltados.

La Década Ominosa (1823-1833)

El régimen constitucional se hundió y Fernando VII recuperó todas sus prerrogativas reales. Una segunda ola represiva, más dura que la primera, se ensañó con los liberales. Los que no se exiliaron, fueron ejecutados (Riego o el Empecinado). Volvió a declararse nula la obra de las Cortes y se restableció el absolutismo en todo su rigor. Los descontentos se agruparon en torno al infante Carlos María Isidro, su hermano y presunto heredero, ya que el rey carecía de descendencia. La cuarta boda del rey, en 1829, y el nacimiento de una hija, Isabel, planteó un conflicto sucesorio entre los partidarios de esta y los del infante don Carlos. La situación llegó a un punto de ruptura cuando el rey declaró abolida la ley sálica, facilitando el acceso al trono a su hija.

La Emancipación de la América Española (1808-1824)

Las juntas americanas fundadas en 1809 en Buenos Aires o Caracas reconocieron como rey a Fernando VII y rechazaron a José I. Cuando los franceses ocuparon toda la Península, las relaciones entre la metrópoli y las colonias quedaron interrumpidas. Durante los años de lucha, las colonias pasaron a depender del comercio británico, y el sentimiento independentista criollo, que era anterior a la guerra, se fue afirmando con más fuerza.

En 1811, se hicieron las primeras declaraciones de independencia (Venezuela), pero a partir de 1814, cuando acabó la Guerra de Independencia, las tropas realistas consiguieron restaurar el dominio español en todos los lugares, excepto en el Río de la Plata. En 1816, Argentina proclamó su independencia en el Congreso de Tucumán. Le siguieron Chile y la Gran Colombia. Fernando VII cedió Florida a EE. UU. Hacia 1820, la presencia realista solo parecía firme en Nueva España (México) y Perú. En 1821, se proclamó la independencia en México. Las campañas del general San Martín, desde Argentina, y las de Bolívar y Sucre desde Venezuela, liberaron Sudamérica. En 1824, las tropas de Bolívar y Sucre derrotaron al ejército realista en la batalla de Ayacucho. Se consumaba la independencia de todas las posesiones españolas en América, salvo Cuba y Puerto Rico. El proyecto de Bolívar de crear unos EE. UU. de América del Sur fracasó en el Congreso de Panamá (1826).

Regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)

Al morir Fernando VII, dejaba como regente a su esposa, María Cristina de Borbón, ya que su hija y sucesora, Isabel II, solo tenía tres años. Se vio obligada a buscar el apoyo de los liberales frente a las pretensiones del infante don Carlos, que no aceptaba el testamento de su hermano y contaba con el apoyo de los absolutistas más radicales.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

La guerra civil empezó en 1833 al negarse don Carlos a reconocer a su sobrina Isabel II como reina. Los carlistas procedían de sectores muy diversos que solo tenían en común la oposición al liberalismo. Los carlistas defendían la monarquía tradicional, absolutista, la preeminencia de la religión católica y los fueros, que los liberales querían suprimir. El carlismo tuvo más fuerza en el País Vasco y Navarra.

La guerra se localizó en dos frentes:

  • El frente vasco-navarro: dirigido por el general Zumalacárregui hasta su muerte en 1835, el ejército carlista llegó a dominar la región, pero sin tomar las ciudades. El fracaso del sitio de Bilbao en 1836 desanimó a los carlistas. En 1839, este frente se cerró con el Convenio de Vergara.
  • El frente oriental, centrado en el Maestrazgo. El general carlista Cabrera se hizo fuerte en esta comarca, donde el conflicto se prolongó hasta 1840.

El Estatuto Real: Moderados y Progresistas

Para enfrentarse a los carlistas, María Cristina buscó el apoyo de los liberales más moderados. Se emprendieron reformas administrativas, como la división provincial. Los límites del reformismo pusieron de manifiesto el Estatuto Real de 1834. A diferencia de la Constitución, este era una carta otorgada: la Corona concedía Cortes bicamerales de carácter consultivo, pero se reservaba el control de los poderes legislativo y ejecutivo.

La Constitución de 1837 y la Desamortización

En 1836, el descontento de los progresistas, a los que el Estatuto Real parecía insuficiente, culminó con el pronunciamiento de los sargentos de la Granja. La regente se vio obligada a formar un gobierno progresista y se planteó una reforma constitucional que pudiera ser aceptada por las dos tendencias liberales. La Constitución de 1837 era un texto que, salvo en la cuestión religiosa, era más avanzado que su modelo: Cortes bicamerales, sufragio censitario, provincias de ultramar sometidas a un régimen colonial; suprimía los últimos vestigios feudales, proclamaba la libertad de imprenta e institucionalizaba la Milicia Nacional.

La obra más importante fue la expropiación y venta en subasta pública de las tierras de la Iglesia. Fue una medida concebida por el ministro Mendizábal para sanear la hacienda y costear la guerra.

Diferencia entre Absolutistas (Carlistas), Moderados, Liberales y Demócratas

Absolutistas

  • Soberanía: Rey absoluto.
  • Sufragio: No tiene.
  • Administración: Concentrada en el rey y defensa de los fueros.
  • Base social: Nobleza, clero y campesinos.
  • Representante: Carlos María Isidro.

Moderados

  • Soberanía: Compartida rey/Cortes.
  • Sufragio: Censitario, muy restringido.
  • Administración: Centralizada.
  • Base social: Nobleza y alta burguesía.
  • Representante: General Narváez.

Progresistas

  • Soberanía: Nacional.
  • Sufragio: Censitario, más amplio.
  • Administración: Mayor autonomía municipal.
  • Base social: Clases medias y populares.
  • Representante: General Espartero.

Demócratas

  • Soberanía: Popular.
  • Sufragio: Universal masculino.
  • Administración: Mayor autonomía municipal.
  • Base social: Clases populares y medias.
  • Representante: Ningún representante.

Regencia de Espartero (1840-1843)

Se caracterizó por el personalismo del regente y sus medidas autoritarias (entre otras, el bombardeo de Barcelona), hasta el punto de que llegó a perder el apoyo de su propio partido. En 1843, un nuevo pronunciamiento llevó a los moderados al poder, y a Espartero al exilio.

El Reinado de Isabel II: Las Bases del Estado Liberal

En 1843, se declaró a la reina mayor de edad, aunque Isabel II tenía 13 años. Las características políticas fueron:

  • El peso del Ejército en la vida cotidiana: se ha llamado el régimen de los generales, ya que fueron militares las figuras más importantes de los grandes partidos y los jefes de Gobierno más destacados.
  • La debilidad de los partidos políticos: los moderados y los progresistas fueron incapaces de articular la vida política.
  • La falta de neutralidad de la Corona: la teoría de la soberanía compartida, defendida por los moderados, concedía un poder extraordinario a la monarquía. Su personalidad inmadura la exponía a las maniobras de las camarillas.

Etapas del Periodo Isabelino

La Década Moderada (1844-1854)

La Constitución de 1845 impuso los principios del moderantismo. Se creó la Guardia Civil, una fuerza de orden público bajo el mando del ejecutivo que sustituyó a la Milicia Nacional, y se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851), que restableció el entendimiento con la Iglesia. Todo por la desamortización.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Se proyectó una Constitución, que no llegaría a promulgarse, y se produjo una segunda desamortización, planeada por el ministro Madoz, que afectó a las tierras municipales.

El Segundo Periodo Moderado (1856-1868)

Se practicó una política exterior de prestigio que implicó al país en varias intervenciones de ultramar. Se fundó la Unión Liberal, un proyecto de O’Donnell para integrar las diferentes familias del liberalismo en un partido centrista, pero surgieron otros partidos políticos (demócratas y republicanos) cada vez más alejados de la monarquía.

En 1866, todas las fuerzas políticas concertaron el Pacto de Ostende para derrocar a la reina. En 1868, un pronunciamiento militar, con un amplio respaldo popular, derrocó a Isabel II, que se exilió en Francia.

La Revolución Gloriosa

La conspiración, que incluía a los progresistas, dirigidos por el general Prim; a la Unión Liberal, encabezada por el general Serrano; a los republicanos y a los demócratas, desembocó en septiembre de 1868 en un pronunciamiento de la armada en Cádiz que se extendió por todo el país. La reina se exilió y abdicó en su hijo, Alfonso de Borbón.