Los sucesos de 1807-1808 (tropas francesas en España, conjura de El Escorial, motín de Aranjuez, abdicaciones de Bayona, y José I nuevo rey) provocaron la guerra de la Independencia Española (1808-1814) durante la cual tuvieron lugar las Cortes de Cádiz, que promulgaron la Constitución de 1812. Derrotado en España, Napoleón reconoció a Fernando VII como rey (Tratado de Valençay, 1813). La vigencia de la Constitución de Cádiz fue muy limitada debido a la situación de guerra y a la posterior vuelta de Fernando VII, quien anuló toda la obra de las Cortes de Cádiz y restableció el absolutismo monárquico (1814). Los liberales reaccionaron con una serie de pronunciamientos militares, entre los cuales sólo tuvo éxito el protagonizado por Riego, que obligó al rey a jurar la Constitución, lo que inició el Trienio Liberal (1820-23), etapa clausurada violentamente con la intervención militar de Francia, recobrando así Fernando VII toda la soberanía.

El regreso a España de Fernando VII cortó de raíz la obra de las Cortes de Cádiz e implicó que la única manera de reinstaurar un régimen liberal fuese por la fuerza, mediante un pronunciamiento, como lo hizo Riego, práctica que fue una constante para cambiar de régimen en nuestra historia y la de Hispanoamérica a lo largo del siglo XIX. Los numerosos problemas internos y externos a los que se enfrentaron los liberales durante el Trienio, provocaron el fin del experimento liberal con la intervención de Francia. Durante la última etapa de Fernando VII como monarca absoluto, la abolición de la Ley Sálica, que modificó el orden sucesorio, y la nueva política de acercamiento a los liberales, provocaron la ruptura con los absolutistas, que en adelante se apoyarían en el hermano del rey, Carlos María Isidro. La muerte del rey en 1833 abrió una nueva etapa marcada por la minoría de edad de Isabel II y el inicio de las guerras carlistas.

Al morir Fernando VII en 1833, su hija Isabel fue proclamada reina, a lo que se opuso su tío, Carlos María Isidro, apoyado por los absolutistas más reaccionarios. Ante esta situación, la necesidad mutua condujo a la alianza entre isabelinos y liberales, y al estallido de la primera guerra carlista. Paralelamente se inició la construcción de un Estado liberal en España, que osciló entre dos tendencias: la moderada, defensora de mantener la posición social adquirida, y la progresista, deseosa de ampliar las conquistas políticas y sociales. Como veremos, el apoyo de Isabel II a los moderados se tradujo en numerosos levantamientos y en la creación de un partido intermedio, la Unión Liberal.

El sistema isabelino entró en crisis a mediados de los años 60 debido a factores económicos, como la crisis europea de 1866, que afectó a España con la quiebra de bancos, empresas de ferrocarriles e industrias siderúrgicas y textiles, lo que aumentó el malestar social. Y a factores políticos, como la escasa representatividad del sistema y la represión de la oposición. El brusco enriquecimiento de las clases dirigentes con la Bolsa y el ferrocarril y la existencia de camarillas alrededor de la reina generaron la oposición del pueblo al régimen isabelino. Todo ello llevó a progresistas y demócratas a constituir el Pacto de Ostende (1866), al que se sumaron los unionistas (1868), derribando a Isabel II del poder mediante la Revolución de 1868: La Gloriosa.

Las Cortes de Cádiz

Estuvieron integradas por representantes de todas las provincias -europeas y americanas- del reino de España. Como hubo diputados electos a los que les fue imposible trasladarse a Cádiz por ser de zonas ocupadas por los franceses y diputados americanos que no iban a poder llegar a tiempo para la constitución de las Cortes, se recurrió provisionalmente a la controvertida figura del diputado suplente: personas radicadas en Cádiz con la misma procedencia de aquellos que no podían acudir.

Los diputados fueron en gran parte eclesiásticos (37%), pero también hubo altos funcionarios del Estado, militares y personas con un nivel socioeconómico medio. Ideológicamente los diputados se pueden dividir en:

  • Serviles (mayoritarios)
  • Reformistas
  • Liberales
  • Americanos (autonomistas -y algunos independentistas- que, en general, votan del lado liberal, salvo en las cuestiones relativas a América; se sienten infrarrepresentados en relación con la metrópoli).

FERNANDO VII – Sexenio Absolutista (1814-1820)

Los liberales esperaban que Fernando VII, el Deseado, jurase la Constitución, pero este, opuesto al liberalismo e ignorante de la situación real del país, retrasó su entrada en Madrid para comprobar con cuántos apoyos contaba. A su llegada a Valencia (16 de abril de 1814), Bernardo Mozo de Rosales le presentó el llamado Manifiesto de los Persas, suscrito el 12 de abril por unos 69 diputados absolutistas, que propugnaba la supresión de las Cortes y la vuelta al Antiguo Régimen, y el general Elío puso a su disposición el Segundo Ejército. Al sentirse respaldado, el rey promulgó el Decreto de Valencia (4 de mayo de 1814) que anuló toda legislación emanada de las Cortes de Cádiz y ordenó la represión de liberales y afrancesados. La nobleza, el clero y gran parte del pueblo apoyaron este regreso al absolutismo.

Fernando acabó con las libertades civiles, reinstauró la Inquisición y la Mesta, permitió la vuelta de los jesuitas y que nobleza y clero de nuevo no pagasen impuestos, lo que, unido a que no se podía esperar nada de las rebeldes provincias americanas, no mejoró la crisis originada por la guerra. Un sector liberal del Ejército opuesto al retorno al absolutismo y ayudado por sociedades secretas, como la masonería, intentó restablecer la Constitución mediante conspiraciones (como la del triángulo) y pronunciamientos (Espoz y Mina en Pamplona, Porlier en La Coruña, Lacy en Barcelona) que fracasaron, salvo el encabezado por Riego.

ISABEL II – Carlismo

Los carlistas (pequeños propietarios rurales y bajo clero) defendían la monarquía absoluta, el catolicismo y el foralismo -“Dios, Patria, (Fueros), Rey”-. Predominaban en el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y el Maestrazgo, pero eran escasos fuera de allí. Los medios urbanos apoyaron a los liberales (isabelinos o cristinos).

Hubo tres guerras carlistas:

  • La primera (1833-1840) entre Carlos María Isidro e Isabel II;
  • La segunda (1846-1849) al casarse Isabel con su primo Francisco de Asís en vez de con el primogénito de Carlos, Carlos Luis;
  • La tercera (1872-1876) entre Carlos VII y los gobiernos de Amadeo I, la I República y Alfonso XII, sucesivamente.