El sistema canovista tuvo varios sectores opositores, tanto sociales como ideológicos. Por un lado, estaban los carlistas y republicanos, que se oponían a la monarquía alfonsina por razones contrapuestas. Por otro lado, se sumaron los movimientos sociales: el obrerismo en su versión anarquista y socialista, y los nacionalismos: el catalán, que aún no poseía ningún rasgo separatista; el vasco, que hace particular uso de la raza para fundamentarse, y el gallego, con escasa implantación y actividad reducida.

Dichos nacionalismos nacen a partir del renacimiento cultural y lingüístico, el federalismo político, el proteccionismo económico y el tradicionalismo. Las ideas federalistas fueron la base del nacionalismo inicial en Cataluña y País Vasco. Estas zonas estaban mucho más industrializadas que el resto del país, contaban con una burguesía poderosa que defendió el proteccionismo para sus empresas y las libertades formales para las colectividades diferentes. El desarrollo industrial de estas zonas había sido posible por los inmigrantes de otras zonas de España, lo que despertó el sentimiento nacionalista frente a los foráneos.

El Carlismo

El carlismo, tras la derrota militar de 1876 que supuso el fin de la tercera y última guerra carlista, cambió la confrontación armada por la vía política. Exiliado Carlos VII, se nombró representante a Cándido Nocedal, quien acercó el movimiento al catolicismo intransigente. Esto incomodó a la jerarquía eclesiástica y al mismo don Carlos. Con la muerte de Alfonso XII, se produjo la escisión integrista de 1888 formándose el Partido Integrista (seguidores de Nocedal), que tuvo poca base social, excepto en el País Vasco, Navarra y parte de Castilla. Por otro lado, el sector propiamente carlista se reestructuró dando lugar a las Juntas Tradicionalistas.

El Republicanismo

Por su parte, el republicanismo se abrió a otras influencias europeas y aparecieron diferentes opciones de partidos republicanos, entre los que destacamos:

  • Partido Posibilista, dirigido por Castelar, con base en las clases medias y la burguesía de la revolución de 1868. Participa en el sistema carlista.
  • El sector institucionista, dirigido por Zorrilla y Salmerón. Este último, debido a discrepancias internas, conformó el Partido Centralista.
  • El Partido Federal, liderado por Pi i Margal, era el partido mejor definido, representante de las aspiraciones populares.

El Nacionalismo Catalán

Los orígenes del nacionalismo catalán se sitúan en los años treinta (s. XIX). El carácter centralizador de la política liberal chocó con la cultura y la lengua tradicionales de Cataluña, que dio lugar al movimiento de la “Renaixença”, que en principio tuvo un carácter literario y cultural, y finalmente político.

El catalanismo del período de la Restauración es heredero del federalismo republicano de Pi i Margal y fue revitalizado por Valentí Almirall entre 1879 y 1881. Almirall reunió en Barcelona al Primer Congreso Catalanista y sentó las bases del movimiento político catalán, junto con Prat de la Riba (portavoz del nacionalismo burgués), en las famosas Bases de Manresa, que planteaba una idea conservadora defensora de los principios de orden, tradición, religión y propiedad. También participó en la redacción del Memorial de Greuges (1887). La crisis de los años 90 favoreció la difusión de las ideas catalanistas de la mano del modernismo, (movimiento cultural que sustituyó a la “Renaixença”) y al hilo de las dificultades que supuso la pérdida del mercado americano para la industria textil catalana. En este contexto, la burguesía catalana se alió con los catalanistas y constituyó el núcleo del primer partido catalanista conservador: la Lliga Regionalista, dirigida por Cambó y Prat de la Riba, que pretendió conseguir la autonomía o autogobierno de Cataluña, pero sin separarse de España.

El catalanismo político del s. XX era conservador y monárquico (el principal representante fue Cambó). En 1905 se creó Solidaridad Catalana, que triunfó en las elecciones y posteriormente se consigue el gobierno de Madrid la creación de la Mancomunidad Catalana. Esta fuerza política monopolizó el catalanismo burgués hasta 1917 y practicó el pactismo con el gobierno de Madrid. El catalanismo de izquierdas no se organizó hasta que apareció el Partit Republicá Catalá de Companys y la Ezquerra Republicana, que junto con el separatista Estat Catalá de Maciá acabarán formando el partido Ezquerra Republicana de Catalumya que desplazó a la Lliga en las elecciones de 1931.

El Nacionalismo Vasco

El nacionalismo vasco tiene sus inicios en los años 70 (s. XIX). La supresión del régimen foral de Navarra y las provincias vascas al finalizar la guerra carlista en 1876 tuvo una importancia fundamental en el desarrollo del nacionalismo vasco. A partir de entonces, los ciudadanos se vieron obligados a cumplir el servicio militar y pagar impuestos como el resto del país, aunque se mantuvo el régimen de conciertos económicos. El fuerismo se convirtió en el primer movimiento regionalista vasco y Fidel de Sargaminaga su principal defensor, y el primero en proponer la unión de todos los vascos para conseguir la autonomía de Euskal Herría, incluyendo tres provincias vascas y Navarra. Los valores propios de los vascos fueron defendidos por Sabino Arana, creador del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, opuesto al socialismo, al liberalismo, al españolismo y a la industrialización (antimaketismo). Arana había creado la sociedad Euskaldun Bartzokiza para fomentar la defensa del catolicismo y de la pureza del origen vasco, las tradiciones y lengua vascas. Las ideas de Sabino Arana se resumen en el lema “Dios y Ley Vieja”. Parten de la afirmación de una raza vasca antiespañolista y antimaketa, la defensa de las tradiciones (lengua, catolicismo y fueros) y la proclamación del derecho de los vizcaínos a su independencia, aunque a finales de siglo los deseos de independencia se sustituyeron por peticiones de mayor autonomía.

Otros Regionalismos

Por otra parte, aunque fueron menos importantes, se dieron en España los regionalismos gallego, valenciano y andaluz. El primero estuvo apoyado por los propietarios agrarios y los comerciantes. Integró una tendencia tradicionalista, representada por Alfredo Brañas, con planteamientos antiliberales que mitificaban la sociedad tradicional gallega; y una tendencia liberal-democrática, encabezada por Manuel Martínez Murguía. En 1890 se creó la Asociación Regionalista Gallega de Santiago, de escasa implantación y actividad reducida. Entrando en el siglo XX apareció un movimiento político más progresista y combativo representado por la figura de Alfonso Rodríguez Castelao.

En el caso valenciano, el paralelismo con la “Reinaixença” catalana permitió la creación de “Lo Rat Penat” en 1878, una sociedad cultural dedicada a la recuperación de la lengua propia de los valencianos, con Llombrat y Llorente como representantes.

En Andalucía, el primer signo de un regionalismo andaluz fue la Asamblea Fedreal de Antequera (1883). Recibió un gran impulso de Blas Infante y defendía el federalismo.

Conclusión

Los grupos de oposición al sistema serán diversos, así, el carlismo abandonará tras décadas infructuosas, la militancia para adoptar el método político. El republicanismo, aunque dividido en diferentes posiciones, se mantendrá vigente y poseerán un amplio apoyo social. Esto será lo que posibilite, en parte, la llegada de la II República. Los nacionalismos gallego, vasco y catalán hunden sus raíces en el s. XIX, y aunque el gallego no poseyó gran vigencia y no se desarrolló luego, sí lo hicieron el vasco y el catalán: el primero adoptando el radicalismo mediante el terrorismo, y el segundo mediante el autonomismo declarado.