La Regencia de María Cristina y el Auge del Liberalismo en España (1833-1843)
En 1830 nació Isabel II. Unos meses antes, su padre (el rey Fernando VII) abolía la Ley Sálica que excluía del trono a las mujeres y aprobó la Pragmática Sanción. Ante este cambio legislativo, Carlos María Isidro (hermano del rey) vio cerrado su camino al trono, iniciándose a la muerte del monarca, en 1833, la Primera Guerra Carlista (1833-1839).
La Primera Guerra Carlista (1833-1839)
En ella se enfrentaron el bando isabelino, apoyado por el ejército, la Iglesia y el Estado, al que se unieron los liberales, que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de la niña Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. Frente a ellos, el bando carlista, en torno al cual se agruparon todos los que se oponían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos para los que el liberalismo venía a suponer pérdida de derechos tradicionales. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa del absolutismo.
Tras una primera fase de superioridad carlista, hábilmente dirigida por el general Zumalacárregui que consiguió ocupar amplias zonas rurales del País Vasco y Navarra y con posteriores expediciones por la Península, tras la muerte de Zumalacárregui, los escasos logros del carlismo les llevaron a firmar un acuerdo de paz, entre el general carlista Maroto y el general isabelino Espartero, el Convenio de Vergara en 1839. Este convenio no significó la desaparición del carlismo, que volvería a reaparecer en épocas sucesivas.
Las Reformas Liberales durante la Regencia de María Cristina
En tanto que se desarrolla la guerra carlista la regente María Cristina llevó a cabo tímidas reformas para conseguir el apoyo de los liberales que le obligaron a nombrar jefe del gobierno al liberal Martínez de la Rosa que elaboró el Estatuto Real (1834). Esta propuesta no consiguió contentar a los liberales, por lo que la reina se vio forzada a llamar a Mendizábal, quien asumió la cartera de la Hacienda y posteriormente el cargo de Primer Ministro. El gobierno necesitaba urgentemente crédito exterior, por lo que Mendizábal decidió impulsar la ley de desamortización (1836), que sin conseguir resultados positivos, aspiraba a:
- Desmantelar el poder económico de la Iglesia.
- Crear una nueva clase de propietarios que apoyaran el liberalismo.
- Impulsar la agricultura.
Ante el fracaso de las reformas, la reina destituyó a Mendizábal. Como consecuencia se produjeron los sucesos del Palacio de la Granja. Un sector del ejército obligó a la regente a volver a la Constitución de 1812. Un nuevo gobierno dirigido por Calatrava elaboró la Constitución de 1837 que planteaba aspectos básicos como:
- Soberanía compartida (rey-cortes).
- Sistema bicameral (congreso-senado).
- Libertad de imprenta.
- Alcaldes elegidos por los vecinos.
- Un sufragio censitario menos restringido.
La aspiración de los moderados de una ley municipal que excluiría a las clases medias urbanas de derechos políticos hizo que en 1840 se organizaran juntas revolucionarias y manifestaciones en las calles. La regente pidió ayuda a Espartero, que se negó a emplear el ejército contra los Ayuntamientos progresistas. Este enfrentamiento acabó con la proclamación de Espartero como nuevo regente, la anulación de la Ley Municipal y el exilio de la regente.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
La llegada de Espartero y de los progresistas al poder permitió la conclusión de las reformas iniciadas en 1836. Pero la pronta tendencia de Espartero a imponer una política personalista hizo que fuese perdiendo los apoyos que le habían encumbrado. Un sector del ejército empezó a distanciarse del regente y comenzaron las conspiraciones de personas como Narváez. En 1842 estalló una sublevación en Barcelona, la que Espartero “solucionó” bombardeando la ciudad, lo que provocó una serie de rebeliones en otras poblaciones como Valencia y Sevilla. Finalmente, Narváez y Prim se hicieron con la situación y Espartero se exilió en Inglaterra.
El Reinado de Isabel II
En 1843, Isabel fue declarada mayor de edad a los 13 años y se convirtió en reina de España. Su reinado duró hasta el año 1868, y se puede dividir en tres etapas:
La Década Moderada (1844-1854)
En esta etapa el Estado se asentó sobre unas bases firmes. El general Narváez y los gobiernos moderados organizaron una administración centralista del Estado e impulsaron una serie de reformas:
- La Constitución de 1845: En ella destacan como puntos importantes la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
- La Ley de Organización y Atribuciones de los Ayuntamientos: Supuso la supresión del carácter electivo de los ayuntamientos.
- Acercamiento a la Iglesia: Se proclama la confesionalidad católica del Estado y se firma el Concordato de 1851 con el que el gobierno le concedía a la Iglesia el control de la educación y se paraban las desamortizaciones.
- Creación de la Guardia Civil en 1844: Un nuevo Código Penal y un proyecto de un nuevo Código Civil.
- La reforma de la educación: Destaca la educación como derecho del individuo, aunque con limitaciones para las clases populares.
- La reforma fiscal de Alejandro Mon: Combinaba impuestos directos y otros indirectos.