Organización Política y Expansión Territorial en la Edad Media

Durante la Edad Media, la Península Ibérica fue escenario de una compleja evolución política y territorial. Este periodo se caracterizó por la formación y consolidación de reinos, así como por la expansión y la lucha por el poder. A continuación, se detallan los aspectos clave de la organización política y la expansión territorial en este periodo.

Organización Política

La organización política de los reinos medievales se basaba en diversas instituciones y órganos de gobierno:

  • El Consejo Real: Instituido en 1385 por Juan I, era un órgano consultivo del monarca en el gobierno y la administración. Con el tiempo, se volvió más técnico y estaba integrado principalmente por juristas.
  • La Audiencia: Creada por Enrique II en 1371, era el órgano supremo de justicia. Estaba compuesta por expertos en derecho (oidores) y representaba la culminación de la uniformidad jurídica y la supremacía de la justicia real. Desde 1442, su sede se estableció en Valladolid (Chancillería).
  • Las Cortes: Surgieron en 1188 cuando el rey de León convocó a representantes de las ciudades junto a los magnates de la nobleza y la Iglesia. Estas reuniones se convirtieron en costumbre y servían para aprobar subsidios a la Corona, tenían carácter consultivo y trataban las peticiones y quejas de los procuradores de las ciudades con representación. Finalmente, su función se limitó a jurar al heredero y votar los servicios solicitados por el monarca.

En el ámbito local, el fortalecimiento del poder real significó el fin de la autonomía municipal. Con Alfonso XI (1312-1350) se liquidaron los restos de los antiguos concejos abiertos, dando paso al control de las villas por las oligarquías locales. Se crearon el regimiento o consejos restringidos, formados por un número reducido de personas, regidores, nombrados por el rey con carácter vitalicio, generalmente entre la nobleza local. El proceso de control real sobre los municipios culminó con la creación de la figura del corregidor (oficial real con misión inspectora), que pasó de ser excepcional y temporal a permanente a finales del siglo XV.

La creación de estos organismos requería financiación, lo que llevó al perfeccionamiento de la Hacienda y a la creación del impuesto de la alcabala.

La Corona de Aragón

La Corona de Aragón se formó inicialmente por los territorios de Aragón y Cataluña (siglo XII) y se expandió con los reinos de Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Nápoles (siglos XIII al XV). Cada territorio mantenía leyes e instituciones propias y notables diferencias entre sí. La monarquía aragonesa se mantuvo dentro del concepto feudal de pacto entre el señor y sus vasallos. Este pactismo se consolidó con Pedro III durante la conquista de Sicilia (1282), quien, necesitando ayuda militar y económica, se vio obligado a ceder ante las exigencias de la nobleza aragonesa (Privilegio General, 1283) y las Cortes catalanas, comprometiéndose a solicitar el consentimiento de las Cortes en asuntos importantes y a reunirlas periódicamente.

La Repoblación

La repoblación fue un proceso clave en la expansión territorial y la organización de los reinos medievales. Se distinguen dos tipos principales:

  • Repoblación Concejal: Se desarrolló en los siglos XI y XII y principios del XIII, en la zona comprendida entre los ríos Duero y Tajo y en el valle del Ebro. Se establecían núcleos de población o concejos, formados por una villa o ciudad amurallada con su término municipal o alfoz. Para atraer pobladores, los reyes otorgaban fueros ventajosos.
  • Repoblación de las Órdenes Militares: Tuvo lugar en la zona entre el Tajo y Sierra Morena (Extremadura y La Mancha) y en los altos valles de los ríos Turia y Júcar. Las órdenes militares (Alcántara, Calatrava, Santiago en la Corona de Castilla y Montesa en la Corona de Aragón) recibían grandes señoríos y se encargaban de defender las tierras y fomentar su poblamiento.

Expansión Territorial y Dinastías

En la parte oriental de la Península, destaca el papel de Aragón, que casi logra poner fin a la Reconquista del valle del Ebro. Alfonso I el Batallador (1104-1134) conquistó Zaragoza (1118). A su muerte, sin descendencia, se produjo una crisis sucesoria que aprovechó la alta nobleza navarra para recuperar su independencia. Ramiro II el Monje (1134-1137), hermano de Alfonso I, tuvo una hija, Petronila, cuyo matrimonio con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV formó la Corona de Aragón.

El siglo XI se inicia con el reinado de Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035), que coincide con la crisis del califato cordobés. Bajo su mandato, Navarra alcanzó su mayor apogeo. A su muerte, dividió el reino entre sus hijos, creando los reinos de Castilla y Aragón, que se expandieron hacia el sur, limitando la expansión de Navarra. En la parte occidental, Castilla se convirtió en reino con Fernando I (1035-1065), quien, tras derrotar al rey de León, unió temporalmente ambas coronas.