Partidos políticos: la máxima forma de participación ciudadana en el sistema democrático
PARTIDOS POLÍTICOS:
La máxima forma de participación ciudadana en el sistema democrático se da a través de los partidos políticos. En efecto, mediante ellos toda persona tiene derecho y la posibilidad de elegir y ser elegido para desempeñar cargos públicos legislativos o ejecutivos. La Constitución Nacional, con la reforma del año 1994, considera a los partidos políticos como órganos fundamentales del sistema democrático. Promueve la actividad de estos y dispone que el Estado debe sostenerlos económicamente. La ley dispone que la única forma de participación política para la selección de candidatos a cargos públicos electivos y posterior participación en actos electorales debe verificarse únicamente y solo a través de los partidos políticos.
PARTIDOS DENOTABLES: Estos partidos eran agrupaciones políticas destinadas a la promoción electoral de personalidades que se destacaban por su pertenencia a una clase social acomodada. Estas personas se dedicaban a la actividad política de forma no permanente y quienes los apoyaban se reunían solo esporádicamente, siempre para las elecciones, con el objetivo de preparar la campaña electoral y establecer los candidatos. Los partidos denotables eran organizaciones con ideas poco precisas o generales, integrados por terratenientes, comerciantes, militares o profesionales destacados. Estos partidos se desarrollaron en la Argentina en el siglo XIX, en el cual la participación política se hallaba restringida al fraude electoral. A esta etapa se la denominó como la oligarquía argentina. Estos partidos decían defender el interés general o es en común, pero en realidad protegían los intereses de la clase social a la que pertenecían. En el Congreso Nacional de los legisladores tenían libertad para decidir su opinión o voto sin estar sometido a la denominada disciplina partidaria. En nuestro país, ejemplo de partidos denotables fueron los roquistas, adeptos a Julio Roca, y los mitristas, partidarios de Bartolomé Mitre.
PARTIDO DE MASAS: La clase obrera y gran parte de los sectores medios comenzaron a formar sus propios partidos políticos con el doble objetivo de reclamar por el derecho al voto y por mejores condiciones de vida. A diferencia de los partidos denotables, el partido de masas se caracterizaban por tener una organización más estable, por tener una carta o estatuto que regía la vida del partido, un programa político o conjunto de ideas preciso y detallado, una férrea disciplina interna y una conducción centralizada en dirigentes que se dedicaban a la política a tiempo completo. Asimismo, no fijaban restricciones para afiliarse, permitían el ingreso a la organización siempre y cuando se respetara el estatuto y las directivas del partido. Estos partidos se convirtieron en eficaces instrumentos de movilización del pueblo, por lo que reciben el nombre de partidos de masas (por las grandes masas que convocan). Cuando a fines del siglo XIX y comienzos del XX un grupo de países establecieron el voto universal secreto y obligatorio, estos partidos demostraron su impresionante poder adquiriendo una representación parlamentaria cada vez mayor.
LA UNIÓN CÍVICA RADICAL: Los orígenes se remontan a la Revolución del Parque (1890), amplio movimiento político opositor al gobierno del presidente Miguel Juárez Celman. Los radicales siguieron el liderazgo de Leandro N. Alem y reclamaron comicios libres y limpios, honradez en la administración pública y respeto por las autonomías provinciales. Tras el fallecimiento de su fundador y jefe, la UCR quedó bajo la conducción de Irigoyen. En ese entonces, la organización se dedicó a la abstención electoral como forma de protesta frente al fraude generalizado en las votaciones para cargos públicos. En 1912, se estableció el sufragio universal (masculino), secreto y obligatorio (Ley 8,871 Ley Sáenz Peña) y con la vigencia de estas nuevas reglas de juego político, en 1916 la UCR llegó por primera vez a la presidencia argentina y duró 15 años. Durante los mandatos de Yrigoyen (1916-1922 y 1928-1930) y Marcelo T. de Alvear (1922-1928), el país prosiguió con su crecimiento económico, experimentó mejoras sociales, reformó su sistema educativo universitario y se mantuvo neutral en política exterior. En 1930, un golpe militar desalojó a Yrigoyen del gobierno. Con los conservadores en el poder, se reinstalaron el fraude y la proscripción electoral como prácticas políticas, lo que dio lugar a una época conocida como la ‘Década Infame’ (1930-1943). En ese período, las fuerzas conservadoras formaron una alianza con antiguos radicales que venían cuestionando desde tiempo atrás el estilo de liderazgo de Yrigoyen: los radicales antiperonistas. En las elecciones presidenciales de 1946, la UCR integró la Unión Democrática, una amplia alianza de partidos que fue derrotada por Perón. El radicalismo se convirtió en el principal opositor del gobierno justicialista.
Tras el derrocamiento militar de Perón en 1955 y la posterior proscripción del peronismo, la UCR se dividió en dos partidos: Unión Cívica Radical Intransigente (Frondizi) y la Unión Cívica Radical del Pueblo (Balbín). Ambas organizaciones lograron obtener la presidencia de la República, con Frondizi en 1958 e Illia en 1963, pero ambos mandatarios fueron desplazados del poder por golpes militares. En 1973, con la vuelta de la democracia, la UCR recuperó la denominación partidaria original y se reconcilió con el justicialismo. En el fin de la dictadura militar, el radicalismo protagonizó un importante proceso de renovación interna, encabezado por Raúl Alfonsín, quien finalmente llegó a liderar el partido. En 1983, ganó las elecciones nacionales y se convirtió en el nuevo presidente de los argentinos (1983-1989). Se caracterizó por la restauración de la democracia y las libertades individuales, y la defensa de las instituciones republicanas de gobierno. En 1999, la UCR, en coalición con el Frepaso (Alianza), llevó al gobierno a Fernando de la Rúa.
PARTIDO JUSTICIALISTA: Se originó a mediados de la década del 40, después de que un golpe militar desplazó al gobierno conservador del presidente Castillo. Comenzó a adquirir cada vez mayor importancia un coronel del ejército, Perón, gracias a su programa de protección social de los trabajadores y de defensa contra la explotación patronal. Como trabajadores perseguidos durante el régimen conservador, hallaron en él un líder con el que podían identificarse. Rivalidades internas dentro del régimen militar obligaron al presidente Farrell a destituir y encarcelar a Perón. El 17 de octubre de 1945, una multitud de obreros del Gran Buenos Aires marchó hacia la sede del gobierno para exigir su liberación. Ante esta manifestación, el régimen militar se derrumbó y convocó a elecciones presidenciales para 1946, en las que vencieron las fuerzas que apoyaron a Perón. Perón impulsó durante su gestión de 1946 a 1955 una fuerte intervención estatal en la economía, a fin de promover el crecimiento basado en la industrialización, la nacionalización de los servicios públicos, la neutralidad en política exterior, la promoción de bienestar social y la adopción de numerosas reformas en beneficio de los trabajadores. Se produjo una vasta sindicalización, así como la creación de asociaciones empresariales y profesionales. Su esposa, Eva Perón, figura emblemática del peronismo. En 1955, un nuevo golpe militar derrocó a Perón y se abrió un nuevo ciclo de casi veinte años, caracterizado por la presidencia de las Fuerzas Armadas en la política, el aumento de la violencia política y la creciente radicalización de los reclamos y las protestas sociales.
En 1973, el justicialismo ganó nuevamente las elecciones presidenciales en un clima de grandes expectativas, pero también de graves tensiones ideológicas y de luchas por el poder. Tras la muerte del líder histórico en 1974, la crisis económica y la violencia desatada por los grupos guerrilleros fueron el marco de un nuevo golpe de las Fuerzas Armadas contra el régimen democrático en 1976. Tras la dictadura militar y la derrota electoral en 1983, el peronismo inició un proceso de renovación interna liderado, entre otros dirigentes, por Antonio Cafiero y Carlos Menem. En 1989, Menem fue presidente y durante su gestión (1989 y 1999) encaró una profunda reforma del Estado mediante la privatización de las empresas públicas, impulsó la estabilidad económica y la desregulación y apertura de los mercados, y reorientó la política exterior del gobierno, promoviendo un acercamiento a los Estados Unidos.