1. La Política Exterior de los Borbones

El reinado de los Borbones comenzó con una significativa pérdida de poder e influencia de la Corona española en el ámbito internacional. La monarquía, sin embargo, logró aliviar la carga militar y financiera que había supuesto el mantenimiento de las posesiones europeas en los siglos XVI y XVII. Los Borbones concentraron sus esfuerzos en mejorar la situación interna del país.

El siglo XVIII fue un siglo de relativa paz, aunque España se vio involucrada en algunos conflictos bélicos. El compromiso más importante fue el de Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, para asegurar el acceso al trono de Nápoles de su hijo mayor, Carlos, y el trono de Parma y Módena para otro de sus hijos, Felipe. El interés español en Italia llevó a enfrentamientos con algunas potencias europeas, principalmente con Austria. Buscando aliados, Felipe V, y más tarde Carlos III, firmaron una serie de pactos con Francia, conocidos como los Pactos de Familia.

La llegada al trono de Fernando VI inauguró una etapa de neutralidad en la política exterior española. Sus esfuerzos se dirigieron a la reestructuración del ejército y la flota. La construcción de navíos se orientó a mantener buenas vías de comunicación con los territorios americanos. Los Borbones poseían numerosas colonias en América, y se realizaron esfuerzos para racionalizar la administración y el comercio en ellas.

En la segunda mitad del siglo, durante el reinado de Carlos III, España intervino en la Guerra de los Siete Años junto a Francia (Tercer Pacto de Familia) contra Inglaterra. La guerra terminó con la Paz de París en 1763. España cedió Florida a Reino Unido y los territorios al oeste del Misisipi (Luisiana) a Francia. En 1782, España recuperó Menorca de manos británicas. Finalmente, España intervino junto a Francia en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.

2. Sociedad y Economía del Antiguo Régimen

2.1. El Mantenimiento de la Sociedad Estamental

La sociedad del siglo XVIII continuó manteniendo la división en estamentos, caracterizada por la desigualdad jurídica y el inmovilismo.

  • Los grupos privilegiados: la nobleza y el clero eran dueños de la mayor parte de la tierra, no pagaban impuestos y ostentaban cargos públicos. El clero representaba poco más del 2% de la población, pero controlaba más del 40% de la propiedad territorial. La nobleza, a la que se pertenecía por nacimiento o por nombramiento real, no superaba el 5% de la población, poseía amplias propiedades y ejercía jurisdicción sobre ellas.
  • El Tercer Estado: un grupo heterogéneo compuesto por el resto de los habitantes del reino, que soportaban las cargas económicas del Estado y se encontraban al margen de las decisiones políticas. La mayoría de la población eran campesinos, sometidos a un régimen señorial que les obligaba a entregar la mayor parte de sus rentas agrarias, lo que les situaba al borde de la supervivencia y, a menudo, en el hambre crónica. El poder de la nobleza y el clero durante los siglos XVI y XVII impidió el desarrollo de una burguesía comercial e industrial. La mejora de la actividad económica, especialmente el desarrollo del comercio, permitió el crecimiento de una burguesía durante el siglo XVIII, cuyo peso fue importante en algunas ciudades dedicadas al comercio, sobre todo colonial.

2.2. Una Economía Agraria

La agricultura era la principal fuente de riqueza, y a ella se dedicaba el 80% de la población. La mayor parte de la tierra estaba amortizada, es decir, no podía comprarse ni venderse y debía transmitirse en herencia. Esto afectaba a las tierras de la Iglesia, los municipios y la nobleza, cuyos patrimonios se vinculaban a la institución del mayorazgo. Durante el siglo XVIII, esta práctica se extendió a los plebeyos enriquecidos.

La Corona, la nobleza y la Iglesia seguían siendo los titulares de señoríos, extensas posesiones sobre las que ejercían jurisdicción y de las que recibían copiosas rentas. Como resultado, la mayor parte de la tierra cultivable estaba fuera del mercado y la inmensa mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.

Existían campesinos propietarios de sus tierras (Cantabria, Asturias, País Vasco y norte de Castilla), pero la mayoría eran arrendatarios o jornaleros. Su condición variaba según las zonas y el tipo de contrato al que estaban sometidos:

  • Cataluña: la tierra pertenecía a un propietario (secular o eclesiástico) y era cultivada por campesinos con contratos enfitéuticos estables y a perpetuidad. No estaban sujetos a aumentos de renta y se beneficiaban del crecimiento de los ingresos de la tierra.
  • Galicia y Asturias: los foros eran fijos durante tres generaciones, pero la falta de tierras llevó a la subdivisión en subforos, generando un problema de minifundismo con explotaciones pequeñas, incapaces de mantener a una familia.
  • Gran parte de Castilla, sur de Extremadura y Andalucía: predominaban los latifundios en manos de la nobleza y el clero, trabajados por campesinos en régimen de arrendamiento a corto plazo o por jornaleros. Las condiciones eran duras: los arrendatarios no podían acumular excedentes porque se les aumentaban constantemente las rentas, y los jornaleros dependían de un salario escaso. En estas regiones, la ganadería ovina extensiva seguía siendo muy importante. Los grandes propietarios, organizados en la Mesta, poseían enormes rebaños que les proporcionaban importantes beneficios, y en muchos casos priorizaban la tierra para pastos frente al uso para el cultivo.

2.3. La Debilidad de la Industria y el Comercio Interior

En el Antiguo Régimen, la artesanía y el comercio eran sectores económicos subsidiarios del mundo agrario. La industria tradicional seguía organizada de forma gremial, con un control estricto sobre la producción y la creación de nuevas industrias. La escasa demanda y las jerarquías de poder gremiales mantenían un sistema proteccionista de la producción.

El comercio interior era débil y limitado a intercambios de tipo local o comarcal. Existían graves problemas de transporte, y el interior de la Península se mantenía aislado de la periferia. El problema más grave era un mercado sometido a los límites de una economía agraria casi de autoconsumo, donde los escasos excedentes de los que podían apropiarse los campesinos apenas alcanzaban para la compra de los productos más indispensables. El comercio exterior, sin embargo, mantuvo cierta importancia gracias a las reformas introducidas durante el siglo, que llevaron a una reactivación de las operaciones con América.

3. El Reformismo Borbónico: Carlos III

3.1. (Apartado eliminado, se fusiona con la introducción del punto 3)

La introducción y propagación de las nuevas ideas ilustradas fue lenta y difícil en España. (Este contenido se considera más apropiado para un apartado posterior dedicado a la Ilustración en España, si se desea ampliar el documento).