Repoblación en la España medieval
Tras la conquista tiene lugar el proceso de repoblación, que es el proceso de ocupación efectiva y puesta en explotación económica de los territorios conquistados. La población procedía fundamentalmente de tres partes: o de las zonas del norte que estaban superpobladas o que eran pobres y sin recursos, o de los reinos musulmanes -de los que huían los mozárabes en épocas de persecución a los cristianos-, o del norte de los Pirineos, a los que se denominaba de forma genérica francos.
Distinguimos diferentes tipos de repoblación según las zonas y en las diversas fases de la reconquista:
- Repoblación del valle del Duero: Los reyes reconocieron como legítimos propietarios, en los siglos VIII y IX, a aquellas personas que ocupasen y roturasen las tierras, ocupándola de forma libre y encargándose de su propia defensa. Se denominó presura en los reinos occidentales y aprisio en la zona de los condados pirenaicos. A la iniciativa individual del primer momento le siguieron también la de nobles y eclesiásticos (monasterios). Esta repoblación genera una sociedad de campesinos libres basada en la pequeña propiedad.
- Repoblación en los valles del Ebro y el Tajo: La repoblación de estas tierras, en los siglos XI y XII, se conoció como repoblación concejil, y se basaba en la creación de concejos y ciudades con su alfoz de tierras circundantes, a las que se les dota de Fueros o Cartas Pueblas (el más repetido fue el modelo del Fuero de Sepúlveda, del 976). Estos documentos otorgan libertades y privilegios colectivos e individuales a sus habitantes con la finalidad de atraer pobladores a una peligrosa zona de frontera. Los concejos se encargaban de organizar sus propias partidas de hombres armados para defender sus territorios –milicias concejiles-, destacando algunos caballeros como grupo social dominante en los nuevos núcleos de población. Este tipo de repoblación configuraba una sociedad basada en la mediana propiedad. La taifa de Toledo, zona densamente poblada antes de la conquista de Toledo, no tuvo apenas aporte de población foránea, manteniéndose la población musulmana, aunque, a partir de la derrota de los almorávides, serían expulsados al campo o a las zonas de los arrabales de las urbes, castellanizándose el territorio.
Repoblación de los valles del Júcar-Turia y el Guadiana: A finales del siglo XII y principios del XIII, la repoblación de estas zonas se basó en repartimientos hechos por los monarcas a las grandes Órdenes Militares. De esta manera, amplios territorios de Extremadura, La Mancha y la comarca del Maestrazgo quedaron repartidos en encomiendas a las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara, San Juan y Montesa. Esta repoblación creó una zona caracterizada por los grandes latifundios ganaderos jalonados de fortalezas para la defensa del territorio de frontera, con una población no propietaria sometida a colonato y vínculos de dependencia de estas órdenes militares.
Repoblación del valle del Guadalquivir y del Segura, litoral valenciano e Islas Baleares: Durante el siglo XIII, los reyes otorgaron grandes territorios a los nobles y soldados que participaron en la conquista militar: donadíos (grandes latifundios en manos de la gran nobleza) o heredamientos (propiedades más pequeñas entregadas a caballeros de linaje, hidalgos y peones). Hubo también algunas ciudades que organizaron repoblación concejil. Este tipo de repoblación desarrolló la gran propiedad o latifundios como estructura agraria. Buena parte de los musulmanes huyó al reino de Granada, aunque, sin embargo, muchos permanecieron trabajando para la nobleza cristiana, llamados mudéjares o moriscos, perdurando hasta el siglo XVII principalmente en los regadíos levantinos. En Baleares, hubo repartimientos entre la nobleza, siendo la población musulmana diezmada o expulsada.
A lo largo de estos diferentes modelos de repoblación, la sociedad fue generalizando un nuevo modelo de relaciones sociales: la sociedad feudal se consolidó a lo largo de toda la península, aunque existieron notables diferencias entre los reinos occidentales y los de la zona oriental, que habían tenido influencia carolingia. Sus instituciones típicas serán la dependencia feudo-vasallática, el señorío territorial y el señorío jurisdiccional. Esta sociedad quedará organizada en estamentos:
- Nobleza (bellatores, los que guerrean): Grandes propietarios de la tierra (señoríos territorial y jurisdiccional), en la que se basa su preeminencia social. Grupo privilegiado, exento de impuestos y pechos. Tuvo una configuración muy heterogénea (alta nobleza, hidalgos, caballeros villanos).
- Clero (oratores, los que oran): También poseen tierra y señoríos. Son privilegiados por su función de culto divino. Fue también un estamento heterogéneo (alto clero o dignidades eclesiásticas –vinculados casi siempre con la alta nobleza-, y bajo clero como curas rurales, capellanes, religiosos de órdenes mendicantes).
- Campesinado (laboratores, los que trabajan): Normalmente no son propietarios y están sujetos a la dependencia de sus señores (derechos señoriales), debiéndole pagar pechos y tributos puesto que no son privilegiados.
Desde el siglo XI, el desarrollo urbano propiciará el desarrollo de las ciudades y de un nuevo grupo social: la burguesía. Aunque perteneciente al grupo no privilegiado (pagaban impuestos) consiguieron una cierta autonomía en el gobierno de las ciudades y participación en Cortes.
Según la adscripción religiosa de los nuevos territorios repoblados y a lo largo de la Edad Media, coexistieron varios grupos, que a pesar del tan manido mito creado sobre la convivencia de las tres culturas (cristiana, musulmana y judía), hubo una coexistencia no exenta de roces y conflictos más o menos graves. La cristiana fue la mayoritaria, y como minorías se encontraban los musulmanes que habían permanecido en territorios cristianos, llamados mudéjares, que se dedicaban a oficios artesanos y a la agricultura, viviendo agrupados en morerías en las que solían conservar su religión y lengua, y los judíos, que vivían en las juderías y se dedicaban especialmente al comercio y al préstamo, y a la ciencia, como la medicina, lo que les acarrearía en ocasiones la enemistad de los cristianos materializada en persecuciones o progromos.
Las actividades económicas de los reinos cristianos estarán aún muy poco desarrolladas. En su mayoría, la agricultura será la dedicación que más gente ocupe, seguida de la ganadería, con un clarísimo predominio del sector primario. En las zonas de frontera, por su facilidad de movimiento, predominó la ganadería. La artesanía, poco desarrollada también, estaba vinculada a la agricultura o las necesidades domésticas, siempre en un ámbito geográfico muy restringido, destinado al consumo directo o limitado a los mercados semanales que celebraban algunas ciudades y concejos.