Reyes Católicos

El Ascenso al Poder

Isabel era hermana del rey de Castilla, Enrique IV. Tras dos matrimonios y al cabo de muchos años, éste sólo tuvo una heredera, Juana, a la que gran parte de la nobleza castellana consideraba hija de un amante de la reina llamado Beltrán de la Cueva, de ahí el nombre de Juana la Beltraneja con que la llamaban. Se trataba por tanto, a la vista de todos, de una hija ilegítima, que por esa condición no podría heredar a su padre. A esta circunstancia hay que añadir la muerte de otro hermano de Isabel, Alfonso, que se barajaba como el posible sucesor. Aunque Enrique IV nunca reconoció que su hija Juana fuera ilegítima, transigió a la presión de los nobles y firmó el Pacto de los Toros de Guisando en 1468, mediante el cual, reconocía a su hermana Isabel como heredera al trono siempre y cuando no contrajera matrimonio sin su consentimiento.

Por su parte, el rey de Aragón, Juan II, buscaba aliados ante la situación de guerra civil por la que atravesaba la Corona de Aragón en Cataluña. En esta circunstancia, el matrimonio del príncipe heredero Fernando con la princesa heredera de Castilla, Isabel, constituía una alianza muy adecuada para los intereses de ambos príncipes. La boda se celebró en 1469 en secreto, ya que Enrique IV no era favorable a este enlace ni tampoco la Iglesia podía consentirlo dado el alto grado de consanguinidad entre los contrayentes, pertenecientes a la familia Trastamara.

La respuesta del rey castellano no se hizo esperar. Partidario de una alianza con Portugal, Enrique IV nombró heredera a su hija Juana y la prometió en matrimonio al monarca portugués Alfonso V. Cuando en 1474 murió el rey de Castilla, Isabel se autoproclamó reina en Segovia. Estalló entonces una guerra civil (1474-1479) que enfrentó a dos bandos:

  • Por un lado, los partidarios de Isabel: la Corona de Aragón, parte de la nobleza y el clero castellanos, las ciudades vascas y las de la Meseta norte.
  • Por otro, los que apoyaban a Juana: Portugal, Francia, parte de la nobleza y el clero castellanos, y las ciudades de Galicia, la Meseta sur, Murcia y Andalucía. Alfonso V de Portugal se casó con Juana e invadió Castilla. Sin embargo, fue derrotado en 1476 cerca de Toro (Zamora). Este éxito militar reconcilió a la mayor parte del reino castellano con la causa de Isabel, y Portugal se vio abocado a firmar la paz en el Tratado de Alcaçovas (1479). Isabel I se consolidaba como indiscutible reina de Castilla.

Este mismo año murió Juan II, con lo que Fernando se convirtió en Fernando II, rey de Aragón.

La monarquía de los Reyes Católicos se constituyó sobre la unión personal de los monarcas: desde la fecha de su matrimonio, Isabel otorgaba a Fernando una importante participación en el gobierno de la Corona de Castilla; a la muerte de Enrique IV en 1475, Isabel reconoció a Fernando como rey de Castilla con sus mismas prerrogativas. Fernando, por su parte, al convertirse en rey de Aragón en 1479 reconoció a Isabel la misma autoridad en todos sus reinos.

La Formación del Estado Moderno

El Estado Moderno es un modelo político que comenzó a perfilarse en toda Europa en el siglo XV y que se caracteriza por el poder que detenta el rey.

Los Reyes Católicos culminaron en Castilla el proceso de afirmación del autoritarismo monárquico iniciado por sus antecesores; en Aragón en cambio, la mayor parte de las instituciones permanecieron intactas, y el pactismo en el que se basaban sobrevivió.

En 1480, el Consejo Real de Castilla, creado en el siglo XIV, adoptó su forma definitiva como órgano supremo de gobierno e instancia judicial superior.

Junto al Consejo Real de Castilla, en el gobierno de los reinos se establecieron otros, como el Consejo de Aragón (1494) y el Consejo de las Órdenes Militares, que administraba a las tres órdenes castellanas (Santiago, Alcántara y Calatrava), puesto que el cargo de maestre de las tres órdenes recayó en el rey Fernando.

La antigua Cancillería (órgano encargado de la expedición de todos los documentos reales) fue sustituida por secretarios reales, personas de confianza de los reyes que les servían de enlace con los diferentes consejos.

Las Cortes castellanas se convirtieron en asambleas dóciles cuyas funciones se reducían a jurar fidelidad a los sucesores al trono y a conceder cuantiosas ayudas monetarias a los reyes siempre que éstos lo solicitaban.

Los Reyes Católicos organizaron también la administración de la justicia: en el ámbito local actuaban los corregidores, cargo que ya existía pero que se consolidó y generalizó definitivamente con Isabel y Fernando; en un nivel superior o segunda instancia figuraban las chancillerías o audiencias, que se ocupaban de las apelaciones a las decisiones de los corregidores y de otros tribunales municipales y señoriales. La Audiencia o Chancillería de Valladolid incluía un juez específico para el señorío de Vizcaya, en el que regía un Fuero Viejo diferente del resto del reino. Se creó, además, otra audiencia en Ciudad Real, que posteriormente fue trasladada a Granada. Por encima de estos tribunales, la última instancia judicial era el mismísimo Consejo Real.

En 1476, los Reyes Católicos crearon la Santa Hermandad de Castilla, una institución fundamental para mantener el orden en el interior del reino.

La Unificación Política de la Península

La Guerra de Granada

A partir de 1483, los Reyes Católicos se propusieron hacer de la conquista de Granada la primera gran empresa política de su reinado. En ella utilizaron los recursos militares de Castilla y de Aragón.

La guerra, especialmente dura, se desarrolló desde 1483 hasta diciembre de 1491. El último rey de Granada, Boabdil, negoció con los reyes las condiciones de la rendición del último territorio que aún conservaba en sus manos: la ciudad de Granada y su vega. El día 2 de enero de 1492, las tropas de los Reyes Católicos ocupaban la ciudad.

La Unión de Navarra

En 1512, Fernando el Católico estaba en guerra con el rey Luís XII de Francia. Era un episodio más de las guerras de Italia.

Las Relaciones con Portugal

Los Reyes Católicos trataron de unificar políticamente todos los reinos peninsulares. Esto sólo podía realizarse si la herencia de ambos reinos recaía en la misma persona, para lo cual buscaron las alianzas matrimoniales entre las dos familias reinantes.

Política Religiosa de los Reyes Católicos

Isabel y Fernando abordaron en sus reinos un programa de reforma religiosa muy amplio.

La Reforma del Clero

El programa de reforma del clero emprendido por los Reyes Católicos perseguía un doble objetivo: combatir la relajación moral e intelectual de los eclesiásticos y aumentar el control de la corona sobre la Iglesia, en especial sobre las altas jerarquías, frente al papado.

La Persecución de los Falsos Conversos

Las reformas previstas por Isabel y Fernando también pretendían lograr que todos sus súbditos profesaran una misma fe. Con ese motivo se estableció el Consejo de la Suprema Inquisición, que fue la única institución común a los reinos de Castilla y Aragón, y, más tarde, a las Indias. Su objetivo era perseguir a los falsos conversos (“cristianos nuevos” que, aparentemente, se habían convertido al cristianismo, pero que seguían practicando los ritos de su religión anterior, por lo general la judía; por eso se decía de ellos que “judaizaban”).

En 1478, y a petición de los reyes, el papa concedió una bula autorizando la creación de un primer tribunal, que empezó a funcionar en Sevilla en 1480, dirigido por los dominicos. Más tarde, la Inquisición se extendió por toda Castilla y por el resto de los reinos, a pesar de la oposición que suscitó en los territorios de la Corona de Aragón. En 1483, los reyes nombraron inquisidor general al fraile dominico Tomás de Torquemada para que organizase la Inquisición, ya que, aunque era una institución eclesiástica, dependía de forma directa de los Reyes.

La Expulsión de las Minorías Religiosas

En marzo de 1492 se decretó la expulsión de todos los judíos de Castilla y la Corona de Aragón que no accedieran a bautizarse en el plazo de cuatro meses. Esta decisión respondió a una motivación religiosa y tuvo relación con la tarea de la Inquisición, que consideraba que mientras hubiera judíos conviviendo con los conversos, éstos se sentirían tentados a judaizar.

En la Corona de Aragón, donde eran más numerosos (unos 100.000), se adoptó la misma medida, aunque ya en 1526.

Los que se bautizaron pasaron a denominarse moriscos y, con el tiempo, se convirtieron en un nuevo objetivo de la Inquisición.

Política Exterior

Las Guerras de Italia

Cuando en 1458 murió el rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo, la presencia de la Corona de Aragón en Italia comprendía dos niveles:

  • Sicilia y Cerdeña eran territorios de la Corona de Aragón.
  • Nápoles había quedado en manos de un hijo bastardo del difunto rey.

En 1494 el rey de Francia invadió Italia para hacer valer los derechos de los Anjou en Nápoles. Al cabo de nueve años, la acción diplomática de Fernando le llevó a contar con el apoyo del papa, el emperador de Alemania y Venecia. Pero fue sobre todo la hábil estrategia militar de Gonzalo Fernández de Córdoba, que se ganó en Italia el sobrenombre de Gran Capitán, lo que consiguió eliminar a los franceses.

El Norte de África

Los Reyes Católicos iniciaron una política de expansión destinada a ocupar diversos puertos estratégicos situados en el norte de África. La conquista se limitaba a la ocupación de ciudades costeras, ya que éstas eran consideradas posible base de futuros ataques islámicos a la Península y, a la vez, refugio de los piratas que incomodaban a los navegantes españoles en el Mediterráneo Occidental.

Descubrimiento de América

Castilla y Portugal eran los dos reinos pioneros en las exploraciones atlánticas: disponían de una marina cualificada y de enclaves insulares (que podían usar como bases y escalas), habían perfeccionado la cartografía, empleaban instrumentos como la brújula y el astrolabio (instrumento que determinaba la posición de un barco tomando como guía la ubicación de los astros) y navegaban en carabelas (embarcación muy ligera y larga, con una sola cubierta y tres palos).

Los marinos portugueses, no obstante, estaban mucho más adelantados: habían bordeado la costa africana occidental en busca de la ruta hacia las Indias y las especias (sustancias aromáticas que se emplean para condimentar), y habían alcanzado el cabo de Buena Esperanza. En 1492 se encontraban muy cerca de lograr su objetivo. Castilla, por su parte, solo disponía, en la ruta atlántica, de las islas Canarias.

El interés por abrir una vía de contacto con Oriente no respondía solo a motivaciones de índole económica: un fuerte espíritu antiislámico reinaba en una Europa cada vez más preocupada por el avance del Imperio turco. Por ello, se buscaban rutas que permitieran atacar a los infieles por la retaguardia. También se pretendía liberar Tierra Santa del dominio musulmán. A todo ello debemos añadir el interés que suscitaban una serie de leyendas que pululaban sobre reinos imaginarios de Asia, los estímulos misioneros y la apetencia de riqueza.

En este contexto surgió la figura de Cristóbal Colón, un marino genovés que, en 1486 expuso ante la corte castellana su proyecto de llegar a las Indias por la ruta oeste. Al igual que había sucedido en Portugal, no logró convencer a los expertos y asesores de Isabel y Fernando. Sin embargo, se consideró que una ruta hacia el oeste podía eliminar las limitaciones atlánticas impuestas a Castilla por los acuerdos con Portugal y se le ordenó esperar.

Al término de la Guerra de Granada, comerciantes genoveses se ofrecieron a sufragar gran parte del viaje. Se firmaron entonces las Capitulaciones de Santa Fe (abril de 1492), una donación o merced de los reyes por la que Colón era nombrado almirante, virrey y gobernador general de las tierras que descubriera. Además, se le otorgaba una recompensa económica muy elevada: la décima parte de todas las riquezas que encontrara.

Colón partió de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492 con tres naves (la Santa María, capitaneada por él mismo; la Pinta, por Martín Alonso Pinzón, y la Niña, por el hermano de éste, Vicente Yáñez Pinzón). La expedición incluía unos cien marinos y permaneció un mes en Canarias, de donde salió el 9 de septiembre. Tras 33 días de navegación, el 12 de octubre llegaron a la isla que los nativos llamaban Guanahaní y Colón denominó San Salvador (una de las Bahamas).

La expedición se detuvo más tarde en otras islas: Juana (Cuba) y La Española (dividida en dos partes, llamadas, respectivamente, Santo Domingo y Haití). En esta última fundaron el primer enclave europeo en el Nuevo Mundo, el fuerte Navidad, fundado con los restos de la Santa María, que había encallado. Allí dejaron a parte de la tripulación. Colón regresó a España, donde fue recibido en Barcelona por los Reyes Católicos en marzo de 1493. Se creía que la suya había sido la primera expedición europea que llegaba a las Indias por la ruta occidental.

A partir de entonces, Colón realizó otros tres viajes. En el segundo exploró las Antillas menores (actuales Puerto Rico y Jamaica) y en el tercero, descubrió la isla de Trinidad y el continente (propiamente dicho) a la altura de la desembocadura del río Orinoco.

Por su parte, Isabel y Fernando, alarmados por el caos que reinaba en La Española y por los costes de las expediciones, decidieron nombrar gobernador de las Indias (las tierras descubiertas) a Francisco de Bobadilla quien, a su llegada a éstas, acusó a Colón de mal administrador y de haber abusado de su poder sobre la población indígena, por lo que mandó apresarle a él y a sus partidarios y enviarlos de regreso a la Península.

Aunque unos años después fue rehabilitado, se le despojó de sus antiguos privilegios. Realizó entonces el cuarto y último viaje, aunque a título personal, es decir, no sufragado por la Corona. Su objetivo era encontrar algún paso que condujese a las deseadas islas de las especias; no lo encontró, pero exploró la costa de América Central. Colón murió en 1506 convencido de haber llegado a Asia.

Tras el primer viaje de Colón, los Reyes Católicos obtuvieron del papa Alejandro VI la Bula Inter Caetera, que otorgaba a Castilla el dominio de las tierras descubiertas o por descubrir al oeste de una línea imaginaria trazada en el sentido de los meridianos a 100 leguas al oeste de las islas Azores. Sin embargo, Portugal, ante la expansión de Castilla, protestó y fue preciso suscribir un acuerdo castellano-portugués (Tratado de Tordesillas, 1494), que situó la línea imaginaria de demarcación a 370 leguas al oeste de las islas portuguesas de Cabo Verde. Esta línea dividía el océano Atlántico: Castilla se quedaría con las tierras al oeste del meridiano 46 Oeste (aproximadamente) y Portugal con las del este. Esto permitiría a Portugal incorporar Brasil a sus dominios.

A partir de 1499, los Reyes Católicos autorizaron las exploraciones privadas de las Indias reservándose a cambio la quinta parte de los beneficios obtenidos (el quinto real). La búsqueda del oro, alimentada por las noticias y engrandecida por las leyendas, fue un estímulo constante. Este tipo de expediciones, con muy escasa planificación e intervención de la Corona, fueron habituales en los primeros años del siglo XVI y recorrieron la costa desde el Río de la Plata hasta Florida, con escasos resultados económicos. Entre los exploradores destacaron Vicente Yáñez Pinzón, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Juan Ponce de León y Juan Díaz de Solís, que en 1515 llegó al río de la Plata. Pese a todo, el paso oeste hacia las islas de las especias siguió sin encontrarse. En 1513, Vasco Núñez de Balboa, tras atravesar el Istmo de Panamá, descubrió el mar del Sur (océano Pacífico), confirmando así que un continente entero se interponía entre Europa y las especias. Américo Vespuccio le dio su nombre y el marino Juan de la Cosa elaboró en 1500 el primer mapa del nuevo continente.

Los Primeros Efectos del Descubrimiento

Los españoles, a su llegada a América, trataron de aprovechar hasta la extenuación la fuerza de trabajo de la población indígena y le contagiaron sus enfermedades, contra las que los amerindios no estaban inmunizados. Así pues, los indios de las Antillas murieron a millares y ello dejó sin mano de obra a los españoles, que, sin ella, sentían que las tierras ocupadas no valían nada.

Para compensar la escasez de mano de obra, y dada la negativa de la reina Isabel a aceptar la esclavitud de los indios, se arbitró el procedimiento de las encomiendas: la Corona asignaba y entregaba a los colonizadores españoles (los denominados “encomenderos”) un número determinado de indios, los cuales quedaban obligados a pagar tributos y a realizar prestaciones de trabajo gratuitas en las plantaciones y en las minas explotadas por los españoles. Por su parte, los encomenderos se comprometían a evangelizar e instruir a los indígenas encomendados, quienes, en teoría, seguían siendo individuos libres. Esta solución, sin embargo, no evitó el trabajo forzoso de los indios en un régimen parecido a la esclavitud.

Algunos colonos se compadecieron de sus sufrimientos. Esta actitud compasiva se expresó por vez primera en el sermón que el dominico fray Antonio de Montesinos pronunció el día de Navidad de 1511 ante los colonos y las autoridades de La Española.

El predicador puso en duda si la conquista era lícita y propuso la negación de la absolución a los colonos que explotaran a los indios.

Las Leyes de Burgos de 1512 trataron de corregir los excesos de los encomenderos, lo que no evitó la extinción de la población de las Antillas. Estas leyes proporcionaron una solución formal con la que se pretendió legitimar la conquista. En adelante, ésta debería ser precedida de un requerimiento que, en nombre del rey de Castilla y Aragón, invitara a los indios a someterse a su soberanía.