Transformación Económica en España: Desamortización, Revolución Industrial e Impacto del Ferrocarril
Transformaciones Económicas en España: Desamortización, Revolución Industrial e Impacto del Ferrocarril
Transformaciones económicas. Procesos de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial. Modernización de las infraestructuras: el impacto del ferrocarril:
La revolución liberal trajo consigo una serie de cambios legales que transformaron el campo español hacia una agricultura capitalista. El primero de ellos fue la supresión definitiva de la vinculación de las tierras. En segundo lugar, la abolición del régimen jurisdiccional. En tercer lugar, un decreto aprobó la libertad de cercamiento de tierras, de comercialización de las cosechas y de fijación de precios. En cuarto lugar, se suprimió el diezmo que pagaban los campesinos a la Iglesia, aunque recibiría la ayuda del Estado.
Pero la medida más llamativa fue la desamortización de las tierras de la Iglesia y de los concejos.
Fue la enorme deuda acumulada la que llevó a la Corona por fin a recurrir a la desamortización.
En febrero de 1836 se publicó el decreto de desamortización de los bienes del clero regular, la llamada desamortización de Mendizábal. Al principio sólo afectaba a los conventos, las tierras del clero secular.
En 1855, durante el Bienio Progresista, se aprobó una nueva ley, la llamada desamortización de Madoz. Todas las tierras restantes de la Iglesia y las de propios y baldíos.
Hubo un atraso técnico que hizo que el rendimiento de la tierra no aumentara. Hubo, por otra parte, una clara decadencia de la cabaña ganadera.
Los nuevos propietarios de la tierra, por otro lado, aumentaron la presión sobre el campesinado, elevando los contratos de arrendamiento.
El país, en el límite de la subsistencia y en permanente amenaza de hambre. A lo largo del siglo XIX se sucedieron periódicas crisis agrarias, derivadas de las malas cosechas o de las fluctuaciones del mercado mundial, que derrumbaban o disparaban el precio del grano.
La escasa capacidad de compra del campesinado afectó, por otro lado, a los negocios industriales y financieros, al impedir el desarrollo de un mercado interior para los productos fabriles.
En las primeras décadas de la Restauración, la producción aumentó, especialmente en sectores como el vitivinícola, el olivar y el de cítricos, que se beneficiaron de la prosperidad internacional y del crecimiento del consumo urbano. Pero la sobreproducción perjudicó a los campesinos, al hundir los precios y, con ellos, los jornales. En la última década del siglo, la crisis internacional y la consecuente política proteccionista de los gobiernos paralizaron las exportaciones, golpeando de nuevo a la economía campesina, ahora afectada por la subida de los precios. Al iniciarse el siglo XX, la agricultura española estaba estancada. Se caracterizaba por la injusta distribución de la propiedad, la ausencia de inversiones y de desarrollo técnico, la situación de miseria de los campesinos y una conflictividad creciente, derivada de la progresiva toma de conciencia de los trabajadores agrícolas, enfrentados a una oligarquía cada vez más rígida e intransigente. La situación era especialmente grave en el campo andaluz y extremeño, donde el enfrentamiento entre los terratenientes y los jornaleros hambrientos era especialmente virulento. La llamada cuestión agraria se convertiría en uno de los problemas cruciales de la España de la primera mitad del siglo XX.
El Retraso Industrial Español
La economía española presentaba un retraso importante a mediados del siglo XIX. Las principales causas de ese retraso eran la geografía del país, que dificultaba las comunicaciones. También influyó negativamente la escasez de materias primas y de fuentes de energía, el lento crecimiento demográfico y la falta de capitales. Los capitalistas españoles se dedicaron a la compra de deuda pública y a la adquisición de tierras desamortizadas, o bien a la especulación en Bolsa. Resultado de ello fue la dependencia de los capitales extranjeros.
El Estado desempeñó también un papel negativo, con la continua emisión de deuda y con una política proteccionista. Cabe mencionar, por último, la pérdida de las colonias americanas.
En la primera mitad del siglo XIX la producción industrial se mantuvo en niveles muy bajos. Hacia 1830 sólo el sector textil de Barcelona había iniciado su industrialización.
La producción siderúrgica se mantuvo muy débil, porque faltaba la demanda de maquinaria.
Otras industrias de consumo crecieron a lo largo del periodo, pero su producción era de pequeña escala. En cuanto a la minería, estuvo en su mayor parte en manos de capitales extranjeros, a cambio de préstamos a la Hacienda.
Desde 1870 se inició un periodo de crecimiento, favorecido por la prosperidad de la economía mundial. Ese contexto permitió el asentamiento del capitalismo industrial. La siderurgia y la minería.
El fin de siglo también trajo consigo una mejora en las comunicaciones. A la ampliación del tendido ferroviario hay que añadir la mejora en la red de carreteras, la extensión del servicio de correos y los tendidos del telégrafo y del teléfono. La energía eléctrica inició su expansión.
La industria española se vio afectada por la crisis económica internacional de la década de 1890.
El Impacto del Ferrocarril
Hasta 1855 la falta de un marco jurídico estable impedía la construcción de una red ferroviaria. En aquel año se aprobó la Ley General de Ferrocarriles.
Entre 1855 y 1865 se produjo un auténtico boom ferroviario. En aquellos años de euforia buena parte del ahorro nacional y de los recursos del Estado se invirtieron en el ferrocarril.
La crisis financiera internacional de 1866 prácticamente paralizó la construcción. De hecho, la crisis se debió en parte al hundimiento de las sociedades ferroviarias.
Sólo a partir de 1876 se reanudó la construcción.
El ferrocarril cambió considerablemente el coste y la velocidad del transporte de personas y mercancías, y a largo plazo tuvo una repercusión económica positiva.