La Oratoria y la Retórica en la Antigua Roma

La Oratoria

Entre los romanos, la enseñanza superior, a la que solo accedían los jóvenes pertenecientes a familias acomodadas y con pretensiones políticas, se impartía en las escuelas de Retórica. En ellas, el rhetor enseñaba a sus discípulos la técnica oratoria. Los alumnos componían, memorizaban y recitaban sobre temas ficticios. El maestro corregía la pronunciación, el tono, los gestos y demás defectos. Estos ejercicios escolares recibían el nombre de suasoriae y controversiae. Contribuían a desarrollar la agilidad mental, la facilidad de palabra y la capacidad dialéctica del alumno. Los estudios se podían completar en Grecia. Había dos escuelas principales: la ática y la asiática.

Cicerón (106-43 a. C.)

Ya en época temprana, pronunció su primer discurso y al año siguiente defendió a Roscio en un proceso. Ambas actuaciones le abrieron las puertas de la fama. Su elocuencia y su amor a la gloria le impulsaron hacia los cargos públicos. En el 63 a. C., fue elegido cónsul y tuvo que sofocar la Conjuración de Catilina. La conjuración fue aplastada en la batalla de Pistoya, pero al salir del consulado, el tribuno de la plebe, Clodio, hizo condenar a Cicerón al destierro. Pompeyo logró que el Senado aprobase el regreso de Cicerón. Entretanto, en Roma se forma el Primer Triunvirato. Muerto Craso, quedan frente a frente Pompeyo y César. La batalla de Farsalia convirtió a César en dueño absoluto de la situación, pero un año más tarde caía apuñalado a los pies de la estatua de Pompeyo. Tras su muerte, Cicerón retorna a la palestra política, apareciendo como jefe del partido anticesariano. Sus discursos violentos contra Marco Antonio preludian la tragedia, hasta que en el 43 a. C., Marco Antonio envió a sus sicarios a asesinarle en su finca. Cicerón, excelente conocedor del derecho civil, intervino en procesos de diversos tipos y pronunció discursos forenses y políticos de gran índole.

Quintiliano

Nació en Calagurris, en la Hispania Tarraconense; llegó a Roma y se convirtió en un abogado famoso, abriendo allí una escuela de retórica de gran prestigio. Tanto es así que Domiciano le confió la educación de sus hijos y Trajano le honró con su amistad. Luchó por implantar de nuevo los preceptos oratorios ciceronianos, por lo que tuvo que atacar a Séneca. Se caracterizó siempre por su honradez profesional, manifestada en el fiel cumplimiento de sus deberes y en una entrega entusiasta a la formación de la juventud. Su obra De Institutione Oratoria, fue escrita al final de toda una vida consagrada plenamente a la práctica judicial y al profesorado. Constituye un prodigio de claridad y solidez. Su entusiasmo de profesor de retórica le impidió ver que la decadencia de la oratoria obedecía a causas sociales y políticas, contra las que era inútil luchar. Exige al orador una vasta cultura. Su lema es el buen sentido y sus enseñanzas pretenden proveer a sus discípulos de un acervo de conocimientos y experiencias útiles para la vida profesional. Hereda la influencia de los autores posclásicos y sobre todo de Séneca en la prosa latina.

La Sátira Romana

Los romanos desarrollaron en grado sumo este género literario y le imprimieron el sello de su carácter combativo y cáustico. El objetivo primordial de la sátira no es hacer reír, sino dar lecciones morales. Este género literario nace en Roma, en el último tercio del siglo II a. C. Su creador fue Lucilio. Este poeta perteneció al círculo literario de Escipión. Compuso 30 libros de sátiras. Tras Lucilio, la sátira no da señales de vida durante más de un siglo. Renace gracias a Horacio. Las sátiras de Horacio ocupan dos libros, con 18 poemas sobre temas muy variados. Otro siglo más tarde, es continuada por Persio, poeta que rompe el tono amable e indulgente de Horacio y se lanza a un ataque virulento contra los vicios de sus contemporáneos.

Juvenal (58-128 d. C.)

Dejó 16 sátiras de extensión muy desigual. Todas ellas son violentos ataques contra las costumbres de su tiempo y contra los abusos de los reinados precedentes. Arremete contra el cosmopolitismo de Roma, contra la invasión de los literatos extranjeros, particularmente griegos, que hacen aún más dura para los autóctonos la competencia en la captación de generosos protectores. Su tremendo pesimismo solo contempla los aspectos negativos y sombríos de la sociedad. La obra de este último representante de la sátira romana alcanzó en su época un éxito prodigioso.

El Epigrama Romano

Las características del epigrama romano son: brevedad, concisión y tono festivo o sarcástico. El epigrama en Roma fue cultivado por: el círculo de Catulo, Marcial y el mismo Catulo.

Marcial

Este gran poeta de origen hispánico fue un satírico nato, dotado del don de la observación y del sentido de la comicidad. Su natural pereza, unida a la necesidad de la improvisación, hicieron que eligiera un género literario más breve y ágil que la propia sátira. Compuso, pues, epigramas. Nos ha dejado más de 500, reunidos en 15 libros. Cada uno de sus epigramas es una imagen rápida y fugaz de la sociedad circundante. Su estilo es vivaz y su lenguaje crudo. No es un gran versificador, sus versos no tienen la pureza y perfección de los de Virgilio u Horacio.

La Fábula Romana

El autor más destacado es Fedro: Lo más original que hallamos en poesía son las Fabulae Aesopiae de Fedro, liberto de Augusto. Se publicaron en 5 libros. Las fábulas eran en Roma un elemento vernáculo. El lenguaje y el estilo de Fedro son sencillos y naturales cuando no moraliza, con tendencia a una vigorosa rudeza; parodia ocasionalmente el genus sublime. Escogió para versificar el popular senario que era ya un tanto anticuado. Nunca llegó a obtener el reconocimiento de sus contemporáneos.