Trayectoria Vital de Miguel Hernández

Primeros Años y Formación

Miguel Hernández nace un 30 de octubre de 1910 en Orihuela, Alicante. Es el segundo hijo varón de una humilde familia que por entonces salía adelante con los modestos ingresos proporcionados por un rebaño de cabras cuyos productos derivados la familia explotaba. Estudia regularmente hasta poco más de los catorce años, primero en las Escuelas del Ave María, anejas al Colegio de Santo Domingo de la Compañía de Jesús, y más tarde como “alumno pobre” en el citado colegio. Buen estudiante, dotado de una prodigiosa inteligencia natural y de una inquietud cultural asombrosa para sus pocos años, hubo de abandonar los estudios por requerimiento del padre para ayudar en las labores de pastoreo y reparto de leche.

Pero Miguel Hernández, niño aún, no abandona sus inquietudes literarias y su avidez por la lectura. En los ratos libres frecuenta las bibliotecas públicas oriolanas y entabla relación con el canónigo Luis Almarcha, quien le pone en contacto con los clásicos y los místicos. También frecuenta la lectura de la obra de ese gran paisajista alicantino que fue Gabriel Miró.

El poeta va formándose, pues, como autodidacta, con una gran imaginación, una enorme fuerza intuitiva y una innata facilidad para la composición poética, a lo que contribuye la relación amistosa que ha entablado con un pequeño círculo de amigos afines en los gustos literarios y entre los que se puede destacar a José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que firmaría como “Ramón Sijé”, a los hermanos Fenoll y a Manuel Molina.

Primeras Publicaciones y Viaje a Madrid

En 1929 Miguel Hernández publica sus primeros versos en un periódico local, El Pueblo, y al año siguiente ya aparece de forma más regular en publicaciones de ámbito local como Actualidad o Destellos; no obstante, al joven poeta su mundo se le hace pequeño y, a finales de 1931, decide ir a Madrid a probar fortuna. Allí se pone en contacto con Ernesto Giménez Caballero, fundador y director de La Gaceta Literaria, publicación que recoge la literatura vanguardista del momento. Pero esta primera estancia en Madrid se salda con un fracaso. Sin embargo, su regreso implica un cambio fecundo. En lo personal, conoce a la que será su prometida, Josefina Manresa, una joven modista. En lo literario, comenzará una intensa labor de fusión entre la vanguardia (los poetas del 27 alumbran su camino) y la tradición (el Góngora homenajeado, precisamente por el grupo del 27). Además, encuentra la estabilidad laboral con su trabajo en una mercería, primero, y después en una notaría. Así, de resultas de esta nueva situación y de su intensa labor literaria, publica en Ediciones Sudeste de Murcia su primer libro, Perito en lunas (1933), conjunto poético de matiz barroco y gongorista.

Segunda Estancia en Madrid y Consolidación Literaria

En los albores de la primavera de 1934, Miguel Hernández se lanza a una nueva aventura madrileña en la que, esta vez sí, entabla amistad con Altolaguirre, Alberti, Cernuda, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda y logra sobrevivir, primero como colaborador cultural en Misiones Pedagógicas y más tarde como secretario de José María de Cossío, que por entonces preparaba para la editorial Espasa-Calpe su magna obra “Los Toros”. Esta relación con Cossío es fructífera por cuanto le permite los suficientes contactos con los escritores del momento y los editores más importantes. Así, José Bergamín le publica en la prestigiosa revista Cruz y Raya el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (julio-septiembre de 1934).

El Gallo Crisis, El Silbo Vulnerado y la Crisis Poética

Desde la capital, no olvida sus vínculos oriolanos y colabora con su amigo Ramón Sijé, quien edita seis números de la revista El Gallo Crisis, en cuyas páginas, Miguel Hernández publica algunas composiciones, especialmente las de acento más religioso y acorde con el tono de la revista. En esta etapa, desde Perito en lunas hasta la publicación de El rayo que no cesa, el poeta compone un bloque de poemas que se conocen como El silbo vulnerado, corpus que se puede dividir en tres momentos que irán desde un primer “conceptismo cristiano” (cambia a Góngora por Quevedo y sus composiciones se nutren de un componente religioso) a la poesía amorosa de Imagen de tu huella, en la que se presiente fuertemente el acento de El rayo que no cesa, pasando por una crisis personal que lleva a Miguel al compromiso en su poesía. En dicha crisis, Miguel Hernández encuentra su voz poética no sin dolor. En efecto, el poeta constata que la revista El Gallo Crisis, que lo une a Sijé, Orihuela y sus comienzos, no gusta a su nuevo círculo madrileño; Neruda le dice abiertamente que no le gusta “el olor a iglesia, ahogado en incienso” de la revista y le advierte: “Tú eres demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico”. Si Ramón Sijé y sus amigos de Orihuela le llevaron a su orientación clasicista, a la poesía religiosa y al teatro sacro, Neruda y Aleixandre lo iniciaron en el surrealismo y le sugirieron, de palabra y con su ejemplo, la necesidad de la poesía comprometida. Hernández resuelve su crisis a favor de la “poesía impura” que bebe directamente de Neruda y Aleixandre: en septiembre de 1935 se encuentra con Aleixandre con motivo de la publicación de La destrucción o el amor, que será a partir de entonces libro de cabecera e inspiración de Hernández; en octubre de ese mismo año, Neruda lo incorpora a su equipo de la revista Caballo verde para la poesía (en sus páginas se publica la proclama a favor de la “poesía impura”). Precisamente, en diciembre de ese mismo año muere Ramón Sijé; la Elegía que Hernández le escribió e incorporó a El rayo que no cesa nace del dolor más hondo del poeta en un momento en que las relaciones se tensaban por estas cuestiones literarias. No obstante, Miguel Hernández no sólo vivió esta crisis literaria y personal; también vivió una crisis amorosa. Con Miguel Hernández asentado en Madrid y su mundillo literario, se abre una brecha entre la castidad provinciana y cerrada de Josefina Manresa, que sigue en Orihuela, y la vida abierta que el poeta explora en la capital. Su relación va y viene, e incluso se llega al distanciamiento a mediados de 1935; en esta época, Miguel se aproxima a la poeta murciana María Cegarra, que lo rechaza y que inspira parte de la poesía amorosa de El rayo que no cesa, y a la pintora Maruja Mayo. El noviazgo con Josefina se reanudará ya de un modo sólido a comienzos de 1936, cuando se publica El rayo que no cesa, poemario que podríamos definir, por tanto, como el libro de una crisis.

Guerra Civil, Compromiso y Últimos Años

El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 obliga a Miguel Hernández a tomar partido y lo hace con entusiasmo y entereza por la República. Se incorpora como voluntario al Quinto Regimiento, actúa como comisario de Cultura, participa en las actividades del Altavoz del Frente… En plena guerra, en marzo de 1937, logra escapar brevemente a Orihuela para casarse con Josefina Manresa. Ese mismo verano, participa en el Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas, publica su poemario combativo Viento del pueblo, un melodrama de contenido social, El labrador de más aire, así como las cuatro piezas breves de Teatro en guerra; también viaja a la Unión Soviética para participar en el V Festival de Teatro Soviético. En medio de todo ello, en diciembre de 1937, nace su primer hijo, Manuel Ramón. Comienza a preparar su segundo poemario de guerra, que cambiará el acento combativo por el pesimismo y el dolor: se titulará El hombre acecha y será publicado en 1939. Mientras, el poeta, que asiste al desmoronamiento del bando republicano según avanza 1938 y al espanto de la guerra, se hunde en el dolor cuando muere su hijo en octubre de ese año. El nacimiento de su segundo hijo, Manuel Miguel, a comienzos de 1939 será una alegría aislada ante la tragedia que se avecina: perdida la guerra, el poeta es detenido en Sevilla en mayo de 1939 e inicia un calvario de presidios. En esta época de dolor, el poeta escribe una serie de poemas que compondrán el libro póstumo, presumiblemente inconcluso, titulado Cancionero y romancero de ausencias.

Prisión y Muerte

Prisionero primero en la cárcel de Sevilla, Miguel Hernández es trasladado a Madrid y puesto en libertad sin ser procesado ni juzgado en septiembre de 1939. Es entonces cuando comete el error de volver a Orihuela, donde es delatado y detenido de nuevo. De vuelta a Madrid, es juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940 por su participación en la contienda a favor del bando republicano. Es en la prisión madrileña donde coincide con Buero Vallejo, autor del retrato más conocido del poeta. Algunos intelectuales interceden por él, así como su amigo y protector Alfonso de Cossío; logra que le conmuten la pena capital por la de treinta años, pasa a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre al Penal de Ocaña, en Cuenca. Trasladado en el verano de 1941 al Reformatorio de Adultos de Alicante, enferma de gravedad de una neumonía que se le complica con una tuberculosis y fallece el 28 de marzo de 1942; sus últimos versos han quedado como testimonio de fraternidad y amor a la belleza:

“¡Adiós, hermanos, camaradas, amigos:

                               despedidme del sol y de los trigos!”