Fragmentos de textos latinos: desde la fundación de Roma hasta la sátira social
Fundación de Roma y reinados tempranos
Rómulo dividió el espacio de la ciudad en distritos y barrios, administrados por magistrados anuales elegidos por sorteo (magistrados de la plebe). Puso guardias nocturnas y vigilantes contra incendios, y ensanchó y limpió el lecho del río Tíber contra las inundaciones.
Después, Numa Pompilio fue elegido rey. Él, en verdad, no llevó a cabo ninguna guerra, sin embargo no fue menos útil a la ciudad que Rómulo. Pues no solo estableció leyes, sino también costumbres para los romanos, y dividió el año en diez meses. Además, estableció infinitos actos religiosos y templos en Roma. Murió por una enfermedad en el año 43 del Imperio.
Fragmentos de Historias y Poesía
Al amanecer, la caballería de los enemigos se acerca al campamento y entabla combate con nuestros jinetes. César ordena que los jinetes cedan y que se retiren al campamento; al mismo tiempo, ordena que el campamento se fortifique por todas partes con una empalizada más alta y que las puertas se destruyan.
He llevado a cabo una obra más duradera que el bronce y más alta que el sitio real de las pirámides, que ni la voraz lluvia ni el aquilón desenfrenado o la innumerable sucesión de años ni la fuga de los tiempos pueda destruir. No moriré por completo y una gran parte de mi evitará a Libitina. (La muerte)
Escenas de la vida cotidiana y sátira social
Inmediatamente fueron traídas ánforas de vidrio blanqueadas escrupulosamente, en cuyos cuellos habían sido fijadas etiquetas con este título: “Falerno Opimiano de cien años”. Mientras leemos los títulos, Trimalción aplaudió y dice: “¡Ay! desde luego, el vino vive más años que el pobre hombre; el vino es vida“.
He aquí, por todas partes, un variado clamor me rodea: vivo encima mismo de un baño. Proponte ahora toda clase de voces que puedes llevar a los oídos al odio: cuando los más fuertes hacen ejercicio y lanzan las manos pesadas por el plomo, cuando bien trabajan o imitan al que trabaja, oigo gemidos; cada vez que han soltado la respiración contenida, silbidos y respiraciones agudísimas.
Pero la juventud, a la que había tentado como hemos dicho antes, enseñaba malas acciones de muchos modos. De aquellos utilizaba como testigos y falsos testimonios; tenía la confianza, las riquezas, los peligros como despreciables; después, cuando había arruinado la fama y el pudor de ellos, les enseñaba otras cosas mayores.
A menudo su codicia engaña al ansioso; pierde con razón lo propio quien desea lo ajeno. Un perro que nadaba por el río llevando carne vio su imagen en el reflejo de las aguas claras y, pensando que otra presa era llevada por otro, quiso arrebatárselo; pero, por la codicia engañado, dejó caer el alimento que llevaba en la boca; no pudo, aún menos, llegar a tocar lo que buscaba.
Aquel dejó tras de sí este hijo que vive ahora aquí con las mismas costumbres como fue su padre y su abuelo. Este tiene una sola hija; diariamente ella siempre me suplica, o con incienso o con vino o con algo, me da coronas. Por consideración a ella hice que este Euclión encontrase un tesoro.
Gelia, cuando está sola, no llora a su padre muerto; si alguien está presente, brotan las lágrimas fingidas. No se lamenta cualquiera que busca ser alabado, Gelia; siente verdadero dolor aquel que se lamenta sin testigos.
Quienquiera que fuese aquel que pintó al amor como un niño, ¿no crees que este tuvo mano sorprendente? Aquel vio por primera vez que los amantes vivían sin sentido y que grandes bienes se perdían en leves preocupaciones.
Así pues, estando admirando estos lujos, llega corriendo Menelao y dice: “Aquí está en casa, junto al que coméis, y ya veis el comienzo de la cena”. Todavía hablaba Menelao cuando Trimalción hizo sonar los dedos, a cuya señal un eunuco puso debajo un orinal al que jugaba. Liberada la vejiga, aquel pidió agua para las manos y se secó los dedos un poquito húmedos en la cabeza del muchacho.
Este, habiendo ido hacia casa del poeta Erio y habiéndole dicho la criada desde la puerta que le buscaba y que este no estaba en casa, Nasica sintió que aquella lo había dicho por orden de su señor y que este estaba dentro. Después de unos pocos días, habiendo venido Erio a casa de Nasica, buscando desde la puerta, Nasica exclama que él no está en casa. Entonces dice Erio: “¿Qué?, ¿no reconozco tu voz?”. Entonces Nasica dice: “Eres un hombre desvergonzado. Yo, cuando te buscaba, creí a tu criada que tú no estabas en casa. ¿Tú, en mí mismo, no confías?”.
Si recuerdo, tú tenías cuatro dientes, Elia. Una tos te arrancó dos y otra, otros dos. Ya puedes toser tranquila todos los días: la tercera tos no tiene nada que hacer.