Federico García Lorca: La Casa de Bernarda Alba

Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros (Granada) en 1898, donde inició la carrera de letras y derecho (solo acabaría la segunda). En 1919 se instaló en la residencia de estudiantes de Madrid. Durante el curso 1929-30, marchó a Nueva York como becario y al regresar a España fundó “La Barraca”, grupo teatral universitario con el que recorrió toda España. Su temática era la frustración y lo que frustra a los personajes afecta a un doble plano: al social y al metafísico. Su acercamiento cada vez mayor al pueblo le trajo odios que condujeron a su asesinato a comienzos de la Guerra Civil, en agosto de 1936.

Nos encontramos ante un fragmento final del tercer y último acto de la obra teatral “La casa de Bernarda Alba” en el que la tensión dramática alcanza su punto más elevado y el conflicto creado hasta el momento se precipita de forma rápida.

En cuanto a su relación con el autor y con su época literaria, este fragmento condensa con gran intensidad dramática el conflicto entre la moral autoritaria y la libertad del individuo, deseoso de un amor sin límites que aparece regido por un destino trágico.

Martirio acusa a su hermana Adela ante su madre Bernarda de tener encuentros nocturnos con Pepe el Romano, el prometido de su hermana Angustias. Adela desafía a su madre y defiende su derecho a casarse con Pepe. Con una escopeta, Bernarda dispara al joven que huye a caballo. Adela, pensando que ha muerto, se ahorca en su habitación. Tras la tragedia, su madre obliga a las hijas a callar y, por supuesto, a difundir que su hija ha muerto virgen.

El tema es la lucha entre la libertad personal y la moral autoritaria impuesta desde una instancia superior. En cualquier caso, la libertad queda reducida a la conducta pasional del individuo. Adela nos avisa de que Pepe está fuera “respirando como si fuera un león”, después de asegurar que “él dominará toda esta casa”. La negación a dialogar de Bernarda y Adela, quien advierte que “¡nadie podrá conmigo!”, así como la ausencia de reflexión, impiden cualquier solución pacífica para ese conflicto.

Además del tema principal anteriormente reseñado, en la obra aparecen otros motivos temáticos, tales como: la moral tradicional y la presión social que esta ejerce sobre los individuos, las diferencias sociales y la condición de la mujer en la sociedad española de la época.

Estructura

A la hora de revisar la estructura, se pueden distinguir dos partes, que guardan entre sí la coherencia propia de la causa y el efecto:

  • La primera parte es la más extensa y abarca todo el diálogo, salvo las tres intervenciones finales. En ella se representa el violento enfrentamiento entre Bernarda y Adela, cuya alta tensión dramática se manifiesta en la brevedad de las intervenciones de cada personaje.
  • La segunda parte ocupa los tres párrafos del final, donde se hace patente el triunfo de Bernarda y de su tiranía absoluta, reflejada en las órdenes terminantes que da a sus hijas (¡”A callar he dicho!”). La modalidad oracional predominante es la imperativa y las intervenciones de Bernarda son más extensas, pues en ellas el personaje reafirma su total autoridad.

Personajes

Respecto a los personajes, podemos destacar a Bernarda, que encarna el papel de madre autoritaria, inflexible y sin compasión, que reprime la libertad de sus hijas. Por el contrario, Adela es la hija más joven, hermosa y apasionada. Es la que tiene más deseos de libertad; será la primera hija que se enfrentará con su madre. Es amante de Pepe el Romano, aunque esto suponga quedar manchada socialmente. Martirio, tiene 24 años, es el personaje más complejo. Pudo haberse casado si su madre no se lo hubiera impedido, pero el novio no pertenecía a la misma clase social que la familia de Bernarda. También destacamos a otros personajes secundarios como algunas hijas de Bernarda: Angustias, la mayor, con 39 años, es la hija con más peso dramático, al igual que Martirio y Adela; Magdalena, con 30 años y, por último, Amelia con 27 años. María Josefa es la madre de Bernarda. La Poncia es la vieja criada. Pepe el Romano, que aunque no aparece en escena, está presente en toda la obra como foco de las tensiones.

Espacio y Tiempo

Centrándonos ahora en el espacio, la obra transcurre en el interior de la casa, representando la represión a la que están sometidas las hijas de Bernarda. Este III acto transcurre en el patio interior de la casa de Bernarda Alba. En lo que al tiempo se refiere, presenta una estructura de carácter lineal. Cada uno de los tres actos que constituyen la obra se desarrolla en un momento diferente del día, ya que se hacen puntualizaciones en determinadas partes de la función. Además, toda la obra transcurre en verano.

Acotaciones

Por lo que respecta a la presencia de las acotaciones, características de los textos teatrales, adquieren una importancia funcional por cuanto narran brevemente todo lo que ocurre. Las acotaciones agilizan la acción y resultan indispensables. En este fragmento nos indican movimientos de personajes “sujetándola, con la cabeza sobre la pared..´´, tonos de voz requeridos “en voz baja´´ y sonidos “suena un disparo, se oye como un golpe..´´

Funciones del Lenguaje

Predomina la función expresiva o emotiva del lenguaje, por tratarse de una discusión entre los personajes que expresan sus deseos y sentimientos “¡que pobreza la mía no poder tener un rayo entre los dedos!´´; con este ejemplo también se muestra el uso poético que del lenguaje se hace puntualmente. La función referencial también tiene gran importancia porque se hace referencia a sucesos que dentro del contexto de la acción son reales “Ahí fuera está respirando como si fuera un león´´. Dado que se trata de un diálogo, resulta lógico que se use la función fática o de contacto cuando Bernarda grita el nombre de “¡Adela!´´ y, por último, aparece la función apelativa cuando está constantemente dando órdenes “¡Quietas, quietas! ¿Dónde está la escopeta?´´.

Nivel Comunicativo o Textual

Podemos hacer dos observaciones sobre el nivel comunicativo o textual: La primera es para señalar un rasgo común de los textos dramáticos, y es la importancia de los personajes, a la hora de otorgar cohesión al texto, especialmente los que intervienen con más frecuencia. La segunda se refiere a las oraciones de modalidad exclamativa e imperativa, que representan la fuerte energía pasional con que avanza el texto y contribuyen a su cohesión. “¡Silencio, silencio he dicho!´´

Nivel Morfosintáctico

En el nivel morfosintáctico destaca la rotunda brevedad de las oraciones, simples en su mayoría que, en ocasiones, producen una sensación de brusquedad. En cuanto a las clases de palabras, predominan los sustantivos y los verbos, palabras esenciales para hablar de las cosas y de las acciones. El uso de adjetivos se reduce a los indispensables: por un lado está “quietas, quietas”, al principio, para dar una orden y no para expresar una cualidad; y, por otro lado, están los pocos adjetivos que juzgan a Bernarda y a Adela: “dominadora, ladrona, maldita, endemoniada´´. A estos se suma el adjetivo “virgen´´, absolutamente necesario para que se cumpla la orden final de Bernarda.

Nivel Léxico-Semántico

En el nivel léxico-semántico destacan las palabras pertenecientes al campo semántico de la naturaleza en estado puro (rayo, río, trigo, león…) y del hogar (cama, puerta, corral, muro…), que en este texto y en toda la obra son los dos espacios enfrentados, el de fuera y el de dentro de la casa de Bernarda. Por eso tienen también gran importancia las palabras del campo semántico de la muerte y de la violencia (matar, lágrimas, luto… y sangre, escopeta, martillo…).

Simbolismo

Es fundamental el significado simbólico de los elementos reales (jaca, león, trigo, fuego, calor, mar…). Hacen alusión a elementos propios de la acción dramática que, además de su significado literal, aportan un significado simbólico de gran potencia emotiva:

  • La jaca, por ejemplo, simboliza la libertad del jinete.
  • El león, su pasión irrefrenable.
  • El trigo, la vitalidad inagotable de la naturaleza.
  • El fuego y el calor simbolizan el poder del deseo sexual y también el infierno en que se encuentran las hijas, como sucede en la intervención final de Bernarda.

Figuras Retóricas

El apóstrofe o invocación inesperada a un personaje (“De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona!”, es una buena muestra del descontrol con que hablan los personajes, zarandeados de modo imprevisto por la fuerza de la pasión.

La hipérbole (“¡hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza!” o (“¡Nos hundiremos todas en un mar de luto!”) nos revela la magnitud irrefrenable de los sentimientos. Esta última es también una metáfora.

También destaca el uso de símiles (“que el pecho se me rompa como una granada de amargura”). Asimismo, desempeñan una función muy expresiva las figuras de repetición, como la geminación (“quietas, quietas; Adela, Adela; Silencio, silencio…”) o el paralelismo (“¡Mi hija ha muerto virgen!”), con sus diferentes variantes.