La Novela Española de Posguerra: Un Reflejo de la Sociedad

El ambiente literario de los años 40 refleja el difícil momento por el que están pasando los españoles tras la Guerra Civil: una férrea censura. Se ha roto toda comunicación literaria con las corrientes europeas, porque los grandes novelistas europeos, como Proust, Joyce o Kafka, no consiguen atravesar la censura. La única tradición a la que tienen acceso los autores de estos años es la novela de la generación del 98, principalmente Unamuno y Baroja.

La Búsqueda de una Nueva Voz

Es una época de búsqueda. Algunos autores que habían publicado ya antes de la guerra, cultivaron una novela heroica y épica que defiende los principios de quienes habían ganado la guerra. Hablamos de Sánchez Mazas, de Gironella… Más complejo sería el caso de Torrente Ballester. En su primera novela, Javier Mariño (1943), no oculta inquietudes, pero tuvo que adoptar un final triunfalista por presiones ideológicas.

El Exilio y la Literatura Trasterrada

Francisco Ayala, Arturo Barea, Ramón J. Sender y Max Aub se exiliaron y cada uno emprendió su rumbo. Son los escritores trasterrados. Padecieron la falta de contacto con sus lectores y, con el tiempo, con la realidad social española y las corrientes novelísticas que iban surgiendo.

La Novela Existencialista: Reflejo de la Amargura Cotidiana

Los que se quedaron reflejaron la amargura de la vida cotidiana. Sus temas son comunes con la poesía desarraigada: la frustración, la soledad, la muerte… Sin embargo, los autores traspasan al ámbito de lo personal los problemas sociales, porque estaba prohibida cualquier crítica social. Aún no puede hablarse de una novela social, sino de novelas en las que lo característico es la trasposición del malestar social a la esfera de lo personal. Esta novela existencialista tiene unos rasgos estilísticos y de composición particulares:

  • Un protagonista individual, frecuentemente desorientado o marginado.
  • Se narra en primera persona con predominio del monólogo interior.
  • El tratamiento del tiempo es lineal.

Podemos encontrar cuatro novelas muy importantes que pueden señalarse como indicios de un nuevo arranque del género:

  • En 1942, La familia de Pascual Duarte, de Cela, inaugura una corriente que se llamó tremendismo y que consistía en una selección de los aspectos más duros de la vida donde mezcla la piedad, el humor y la desesperación.
  • En 1943, Javier Mariño. Historia de una conversación, de Gonzalo Torrente Ballester.
  • En 1945, Nada, de Carmen Laforet, supuso el retrato de una parcela irrespirable de la realidad cotidiana con un estilo desnudo y un tono triste.
  • En 1947, La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes, la frustración de los personajes queda compensada por una honda religiosidad.

Los autores surgidos entonces confirmaron su capacidad de renovación y quedarán en la primera fila de nuestros novelistas: Cela, Delibes y Torrente Ballester.

La Novela Social: De la Angustia Existencial a las Inquietudes Sociales

De la angustia existencial pasamos a las inquietudes sociales. La novela social será la corriente dominante entre 1951 (La colmena) y 1962 (Tiempo de silencio).

Para muchos críticos, La colmena, de Camilo José Cela, es la precursora de la novela de contenido social y enfoque realista. En ella se da cuenta de la vida de varios personajes de diferente extracción social, que viven en el Madrid de 1942. El eje temático es la vida colectiva marcada por la miseria económica y moral de la posguerra. Otra obra representativa de 1951 sería La noria, de Luis Romero, también de personaje colectivo, pero en Barcelona. También son iniciadores dos novelas de Miguel Delibes: El camino y Mi idolatrado hijo Sisí.

La Generación del 55 y el Realismo Crítico

Llegamos a 1954, año inaugural de la novela social en el sentido más estricto. Se dan a conocer Aldecoa, Ana María Matute, Juan Goytisolo… Les seguirán Carmen Martín Gaite, García Hortelano, etc. El conjunto de estos autores se denomina como generación del 55. Entre ellos hay rasgos comunes. Dentro del realismo dominante, pueden señalarse varias actitudes o enfoques, con predominio de dos: el objetivismo y el realismo crítico. El primero propone un testimonio escueto, sin aparente intervención del autor. El segundo busca que el lector tome conciencia de las injusticias. La estructura del relato suele ser concisa y sencilla. Son muchas las novelas que concentran la acción en un corto espacio de tiempo. Los diálogos son una muestra del empeño de los autores por el habla viva. Fuera de los diálogos, el lenguaje adopta el estilo de la crónica, desnudo y directo.

La Renovación Narrativa: Hacia la Experimentación

A partir de 1960, algunos críticos manifiestan la necesidad de fantasía o lamentan la creciente despreocupación del escritor respecto al lenguaje. Propugnan la necesidad de renovación formal y de enfoques más complejos. Esta autocrítica estaba influida por las aportaciones de grandes novelistas extranjeros: Kafka, Proust, Joyce o Faulkner. Pronto causará un fuerte impacto la novela hispanoamericana con nuevas perspectivas.

Tiempo de Silencio y la Experimentación Narrativa

En 1962 surge Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Es considerada la obra que inicia la etapa de experimentación en la narrativa. En su estilo renovador destaca la mezcla de registros lingüísticos, así como las descripciones detalladas que diseccionan la realidad. Se emplean técnicas experimentales como el monólogo interior. Desaparece el protagonismo colectivo y aparece el personaje intelectual, con cierta conciencia crítica.

La Búsqueda de Nuevos Caminos

Casi todos los autores coetáneos de Martín Santos le acompañarán por los nuevos caminos novelísticos: Juan Benet en Volverás a región introduce largos monólogos de diversas voces; Juan Marsé en Últimas tardes con Teresa supera el objetivismo y retorna al autor omnisciente, con sarcasmo y uso abundante del monólogo interior. Habrá que esperar a los años 70 para ver los nuevos rumbos de los novelistas como Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Fernández Santos. Pero Goytisolo, uno de los más jóvenes, fue uno de los pioneros en la búsqueda de nuevas técnicas narrativas. Señas de identidad es una de las novelas más importantes de los últimos decenios.

La Novela en los Años 70: Imaginación y Experimentación

En los años 70 sigue la búsqueda de nuevas formas de narrar. La presencia de lo imaginativo nos indica que seguimos lejos del realismo. Todo ello va acompañado de investigaciones en el campo de las estructuras narrativas y del lenguaje.