Evolución del concepto de patrimonio cultural: del “momentum” al bien cultural
Del “Momentum” al Bien Cultural: Definición y Evolución
Los bienes culturales, por su carácter único e irrepetible, nos conectan con el pasado y nos permiten comprender nuestra identidad. Son testimonios de las actividades de una comunidad y poseen un valor cultural que trasciende generaciones.
El Patrimonio Histórico
El patrimonio histórico abarca un amplio espectro de bienes, desde inmuebles y objetos muebles de interés artístico, histórico, arqueológico o científico, hasta el patrimonio documental, bibliográfico, yacimientos arqueológicos, sitios naturales, jardines y parques con valor histórico y antropológico.
El Bien Cultural
El término “bien cultural” surge a mediados del siglo XX para designar cada uno de los elementos que conforman el patrimonio cultural. Su definición y alcance han evolucionado a lo largo de la historia:
El Patrimonio Cultural en la Época Premoderna
- Mundo Antiguo: Desde la prehistoria hasta el siglo XVIII, el concepto de patrimonio cultural era restringido y se centraba en un número reducido de obras de arte, principalmente esculturas, con un carácter utilitario y práctico. La reflexión teórica sobre el valor cultural era escasa.
- Época Helenística: Surgen los primeros coleccionistas de arte, motivados por el prestigio y el aprecio estético, más que por el valor económico.
- Imperio Romano: Los romanos copiaron obras griegas y se interesaron por el patrimonio cultural como botín de guerra. Inicialmente, valoraban los bienes por su utilidad (armas, esclavos), pero con el tiempo, las cerámicas y esculturas adquirieron importancia. Las colecciones de emperadores y patricios se hicieron públicas, permitiendo al pueblo apreciar el arte.
- Mundo Medieval: Se pierde el interés por los bienes culturales clásicos, muchos se destruyen o abandonan. Se reaprovechan elementos arquitectónicos y se intenta cristianizar obras paganas.
- Renacimiento: El concepto de “Monumentum” se refiere a bienes artísticos e históricos con valor documental y subjetivo, testimonios de una antigüedad idealizada. Se coleccionan y estudian medallas, monedas y lápidas con inscripciones. Se valora la restauración de bienes para recuperar el prestigio del pasado clásico.
Cambios en el Siglo XVIII
La sociedad del siglo XVIII se distancia del pasado, considerándolo culturalmente distinto. Las obras del pasado adquieren interés por su carácter irrepetible. Nace la Historia del Arte y se amplía el concepto de patrimonio, valorando no solo las obras de arte.
Las guerras y revoluciones, como las napoleónicas, provocan la pérdida de patrimonio cultural, despertando el interés por su protección y la creación de legislación específica.
La Revolución Industrial y el Monumento Histórico-Artístico
La Revolución Industrial transforma la mentalidad y los sistemas de consumo. La producción en serie contrasta con la artesanía tradicional, y surge la necesidad de conservar esta última.
En la Francia revolucionaria, se encarga a Aubin-Louis Millin la creación de un inventario de bienes culturales confiscados. Se diferencia entre bienes con valor cultural y sin él, y se acuña el término “monumento histórico-artístico”. Algunos bienes se venden o reaprovechan, mientras que otros se conservan por su valor histórico y social.
El Estado se convierte en el dueño del patrimonio y se garantiza el acceso a los ciudadanos. Se crean instituciones y legislación para proteger el patrimonio. Surge el turismo cultural y el comercio de obras de arte.
El Siglo XIX y el Monumento Nacional
El término “monumento nacional” adquiere un carácter identitario, ligado a los nacionalismos emergentes. Se valoran las particularidades de cada país y sus monumentos medievales, como las catedrales góticas.
El Siglo XX y la Protección Global del Patrimonio
Tras la destrucción causada por la Segunda Guerra Mundial, surge una política de protección global del patrimonio cultural. La UNESCO y el Consejo de Europa coordinan acciones para evitar la pérdida de bienes culturales.
Se prefiere el término “bien cultural” para englobar una mayor variedad de elementos. La Comisión Franceschini, en los años 60, establece una lista de bienes culturales que incluye elementos arqueológicos, artísticos, históricos, archivísticos, ambientales, paisajísticos y urbanísticos.