Miguel Ángel: Moisés

Tema 11. Miguel Ángel: Moisés. Principios del siglo XVI, segunda etapa de transición entre el Cinquecento y el Manierismo. La escultura sedente del profeta bíblico estaba pensada originalmente para el gigantesco mausoleo del Papa Julio II, y está realizada para ser vista desde abajo.

Moisés está representado en un momento pleno de furia, al bajar del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley y advertir la traición idólatra de sus seguidores. Todo él se convierte así en una representación de rabia y cólera explosivas.

Lo demás es un ejercicio de fuerza expresiva y grandiosidad. Su cuerpo titánico concebido como una masa escultórica compacta y sólida, su anatomía de una robustez sobrenatural; su vigor manifestado también a través de la tensión compositiva, con juegos de líneas verticales y horizontales, y la ruptura ya de toda armonía renacentista a través de la dislocación del contrapposto, con la cabeza muy girada, contrabalanceo de piernas y las líneas de los brazos entrecruzados.

Pero sobre todo su expresión tremebunda. Esas barbas encrespadas, la mirada furibunda, los agudos contrastes de luz y sombra abiertos por el cabello y los huecos oculares; la boca entreabierta, los ojos como rayos… Todo ello inicio de la famosa terribilitá miguelangelesca.

Miguel Ángel: El Día

Miguel Ángel. El Día. Principios del siglo XVI, segunda etapa de Miguel Ángel, etapa manierista del Renacimiento. Coincidiendo con la llegada al papado de León X, un Médicis, se le encarga a Miguel Ángel una nueva sacristía para la Iglesia de San Lorenzo de Florencia, en la que habrían de situarse las tumbas de dos de los personajes más representativos de la familia de los Médicis, Giuliano y Lorenzo.

La representación de Giuliano conlleva a sus pies las representaciones alegóricas de la Noche y el Día. Aquella como una mujer sensual, y éste como un hombre fornido y musculoso en cuyo rostro semioculto parecen incidir los rayos del sol.

La representación así configurada viene a simbolizar el paso del tiempo, temática lógica para el contexto de una tumba. Todo el grupo escultórico resulta de esta forma de una plena expresión manierista, con esculturas de formas retorcidas sobre sí mismas, que rompen el equilibrio. El tratamiento anatómico sigue siendo potente y poderoso, típicamente miguelangelesco e incluso se advierte un cierto tratamiento erótico, especialmente en la imagen de la noche que es también el recurso habitual de la expresión manierista.

Leonardo da Vinci

Santa Ana, La Virgen y El Niño

Tema 12. Leonardo. Santa Ana, La Virgen y El Niño. Pintura de Leonardo da Vinci, cronológicamente pertenece al siglo XVI, al Cinquecento o segunda etapa del Renacimiento italiano. Fue realizada entre 1508 y 1510. Es un óleo sobre tabla y se encuentra actualmente en el Museo del Louvre.

La Virgen aparece sentada sobre el regazo de su madre, Santa Ana (aunque ambas parecen tener similar edad) e intenta separar amorosamente a Jesús del cordero, símbolo de pasión y el sacrificio al que está destinado.

El Niño Jesús, sin embargo, se abraza al corderillo, que vuelve su cabeza para mirarle. Es una obra conmovedora por su intensa dulzura que no impide la insinuación de negros presagios. La composición triangular, que en principio crea equilibrio y armonía, queda rota por una serie de líneas diagonales que introducen desasosiego.

En este cuadro apreciamos la maestría de Leonardo en el manejo de la luz y el color. Es el “sfumato” o difuminado de los contornos, somete al dibujo a un efecto de difuminado, por medio de contrastes suaves de sombras y luces, que a un tiempo dan volumen y un aire enigmático a las figuras.

En los rostros una suave sonrisa crea misterio entorno a la interpretación de las expresiones. Leonardo es también iniciador de la perspectiva aérea, que tendrá su culminación en el Barroco con Velázquez. Intenta representar la atmósfera que envuelve a los objetos, desdibujando más los del fondo.

La luz va modificando el color como podemos apreciar en ese paisaje de zonas azuladas y verdes, idealizado e irreal.

La Gioconda

Leonardo: La Gioconda. Pertenece al siglo XVI o segunda etapa del Renacimiento italiano, Cinquecento. Tal vez el retrato más famoso de la Historia de la pintura, está dedicado a la esposa del florentino Francesco del Giocondo, Monna Lisa.

En realidad es un típico retrato renacentista de composición triangular de busto prolongado en los brazos, equilibrado en la composición. Una suave sonrisa que crea expresión ambigua y enigmática. Destaca el típico tratamiento leonardesco de la luz: el sfumato que rodea la figura difumina sus perfiles contribuyendo a que quede envuelta en un aura de misterio.

El paisaje que la enmarca también es una consecuencia directa de la perspectiva aérea, incluyendo su lógica acumulación de azules de fondo. La línea del horizonte no es coincidente a la derecha y a la izquierda de la figura, lo que engaña la composición, crea dos planos de visión y aumenta su sentido enigmático. Por último hay que destacar de nuevo el dominio leonardesco de la expresión. Otra característica es la creación de espacio entre los brazos y el torso, presenta tres focos de luz: la cara, el pecho y las manos.